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San Juan del Río.— En medio de la ciudad de San Juan del Río, existe un panteón que en lugar de ser un espacio silencioso para los difuntos, es un sitio con mucha vida y más en la celebración de Día de Muertos, es el ex Panteón de la Santa Veracruz, Museo de la Muerte desde 1997.

Este panteón y museo es escenario del Concurso Nacional de Plañideras, celebrado en el Festival de Día de Muertos. Al mes tienen mil 550 visitantes; en Semana Santa y Día de Muertos la afluencia es de tres mil 200 visitantes.

Junto al calvario

En 1857 se terminó de construir el Panteón de la Santa Veracruz, quedando en la parte posterior de la Capilla del Calvario, calle 2 de Abril núm. 42, en San Juan del Río.

Antiguamente, refiriere Juana Ávila, directora de Cultura de San Juan del Río, “los cementerios estaban pegados a las iglesias y en el centro de la ciudad, eso generaba enfermedades como el cólera, y en año de 1853 (según consta en Actas Públicas de Cabildo) decidieron que se sacara del centro de la ciudad”.

La construcción de estilo neoclásico de este panteón se le atribuye al arquitecto Ernesto Perrusquía. Fue creado en un peñasco y orientado al poniente.

Ante el crecimiento poblacional de la ciudad quedó rodeado de casas y dejó de funcionar. En 1981 fue rescatado y restaurado por el Centro INAH-Querétaro para crear el Museo Histórico de la Cultura Prehispánica, pero el proyecto se consolidó como Museo de la Muerte.

El objetivo del museo es presentar el fenómeno cultural de la muerte en la historia de México. En el recinto se abordan cinco temas mortuorios: la muerte en Mesoamérica, la muerte en la Nueva España, la muerte laica, la muerte en la cultura popular contemporánea y la representación del Altar de Muertos.

Del petate a la corona

De la época prehispánica representan algunos entierros que practicaban en San Juan del Río. Cada sepultura que se exhibe tiene un simbolismo preciso, por ejemplo, el entierro en vasija para los pequeños, en que el recipiente simula el vientre materno; también está la representación del radial y del empetatado, de ahí es donde viene la frase “se petateó”, por la práctica de envolver a los muertos en petate.

También está la escenificación de una monja muerta, ataviada con su corona de flores, signo de su pureza y costumbre de la época del Virreinato. Al abrir el museo, se presentó como un homenaje a Sor Juana Inés de la Cruz, pero posteriormente se decidió ponerle un hábito de acuerdo a una orden religiosa establecida en San Juan, para evitar que los visitantes creyeran que ahí estaba enterrada la poeta.

En el interior de las iglesias también se enterraban a los muertos, la creencia era que entre más cerca del altar quedara la lápida, más cerca estaría el difunto de Dios. Esta costumbre también está representada en este lugar.

En el Panteón quedaron 452 tumbas, todas consignadas a perpetuidad. El recinto tiene zona de gavetas (columbario), fosa de restos (osario) y criptas. Hay dos lápidas con vidrio en donde se ven los restos óseos y un ataúd pequeño, para un bebé, que demuestra a los visitantes que es un panteón real.

También está “el descanso”, una capilla donde se hacía la misa de cuerpo presente, antes del entierro. En este espacio aún se aprecian los frescos originales, como proyecto para el 2015 está la restauración de estas pinturas originales, además de tumbas y techos.

El trabajo de restauración se realizará en conjunto con Desarrollo Urbano y Obras Públicas y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), para conservar esta parte de la historia de San Juan del Río.

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