Con casi un mes de producción, la ópera prima de Alejandro Guzmán ha tenido que soportar las inclemencias del tiempo y los ruidos de ambiente cuando toman escenas en el exterior de la casa de la colonia Juárez donde toma vida la historia del realizador sinaloense.

El clima ha jugado malas pasadas a la producción del ganador del Programa Ópera Prima Ficción del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC). Y es que las constantes lluvias de los últimos días han provocado que aumenten medidas con el fin de proteger los equipos de grabación, como cámaras y luces, que podrían resultar seriamente dañados, material que además es muy costoso.

Sumado al ambiente, estar cerca de un área tan conflictiva (a unos metros de la avenida Bucareli) también ha sido un reto que afrontar para Guzmán. A la casa ubicada a unos metros de la Secretaría de Gobernación llega el ruido de autos, ambulancias, patrullas y demás vehículos que pasan sobre la transitada calle, pues así es la vida diaria en esa parte de la ciudad.

Sin embargo, a pesar de todos estos impedimentos, el director está emocionado por los resultados que están obteniendo con su primera producción:

“No es una película mexicana normal”, afirma Guzmán.

Los protagonistas Luca Ortega, baterista de San Pascualito Rey, y Mauricio Isaac, quien ha participado en películas como El infierno y Abel, tratan de hacer su trabajo de la mejor forma dentro de la derruida construcción que da un marco excepcional y refleja la situación emocional y de vida de Federico, interpretado por Ortega.

“Sabíamos que no encontraríamos a alguien del medio actoral con las características que requería el personaje, por lo que Luca fue la opción más viable”, detalla Guzmán acerca de cómo eligió a uno de sus protagonistas.

La construcción, que en épocas recientes ha sido utilizada como escenario para diversos eventos, parece no querer ceder ante los embates del tiempo y el descuido.

Ahora se encuentra llena de vida gracias a la producción, donde un nutrido grupo de personas camina de un lado a otro, conectando cables y trayendo utilería.

Gracias a estos apoyos por parte del CCC, en 23 años han llegado a la pantalla un total de 22 películas de realizadores mexicanos, como La mujer de Benjamín (1991), de Carlos Carrera y Lolo (1992) de Francisco Athié, que han tenido un buen recibimiento por parte del público y la crítica.

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