Falta ver cómo se comporta la gente. Ya nos dejaron vender, ahora hay que ver si hay economía, porque si no hay de qué nos sirve trabajar”, dice Maribel Aguilar Mejía, comerciante de ropa en el tianguis  El Tintero, sitio que ayer, después de tres meses, se instala de manera habitual con todos sus puestos, y que es visitado por familias enteras, muchas de las cuales no respetan las medidas sanitarias básicas, como el uso de cubrebocas.

En este primer día de trabajo normal  después de tres meses las familias van comprar. Muchas no llevan  cubrebocas. Aunque no se ve gran actividad.

Los comerciantes esperan que los compradores acudan a sus puestos. Han sido meses duros para todos ellos.

Maribel explica que estuvieron sin vender durante tres meses. “Ahorita ya nos están dejando trabajar, aunque en diferentes circunstancias, pero más vale trabajar que estar sin dinero", dice la comerciante quien tiene 18 años vendiendo en el tianguis.

Comenta que durante estos meses tuvo que pedir prestado para sobrevivir, y con lo poco que tenían ahorrado, pero ese dinero se acabó y las deudas son pesadas.

A pesar de que el futuro es incierto, Maribel no pierde la esperanza. “Ya estamos aquí y hay que darle. No hay que echarse para atrás, todo para adelante. Bendito sea Dios que estamos bien y ya”, añade.

Una mujer se detiene frente al puesto de Maribel, quien apenas cuelga las prendas ayudada por su hija. Pasa del mediodía y ya hay gente, aunque no en grandes cantidades. Pese a ello, la sana distancia es algo que en el tianguis es complicado  cumplir, pues la mayoría de la gente camina observando los puestos y no tanto dónde vienen las personas frente a ellas.

Sofía Aguilar dice que vende en el tianguis El Tintero desde que inició hace 37 años. Explica que  es la primera ocasión que detiene actividades.

Adulta mayor, explica que son alrededor de 600 los comerciantes que venden en el tianguis, la mayoría dejó de vender durante tres meses. Apenas el viernes 19 es el primer día que salen a vender.

Apunta que durante estos meses de inactividad tuvo que recurrir a pedir prestado para solventar sus gastos básicos, pues a su edad ya no le dan trabajo en otro lugar. “Hemos sufrido”, dice Sofía.

No sólo vende en El Tintero,  también se instala en  Lomas de Casa Blanca.

Sin sana distancia

Entre los puestos debe de existir una distancia de un metro entre las personas. No pueden estar juntos. Son las disposiciones ordenadas para poder vender en el inicio de la reactivación económica.

En todos los puestos hay botes con gel antibacterial, pero pocas personas hacen uso de los mismos.  En los puestos de comida incluso los comerciantes colocan plásticos transparentes para evitar el contacto directo entre los alimentos y los clientes.

La gente camina con calma, viendo las mercancías, un hombre estornuda en medio de la gente y más de dos personas lo voltean a ver. El estornudo de etiqueta quedó de lado. Parece que no existe.

En un puesto que ofrece tatuajes y piercings la gente se reúne. No hay sana distancia. La encargada se muestra nerviosa por la repentina aglomeración de personas. El puesto está rodeado de un plástico y la vendedora lleva su cubrebocas, pero del otro lado los clientes parecen desconocer la distancia de seguridad.

“Si no traes cubrebocas no te atiendo”, dicen los carteles que Sandra Moreno coloca en su puesto de lencería y corsetería que atiende desde hace 13 años.

Durante tres meses  dejó de vender de manera presencial, aunque lo pudo hacer, en menor escala. a través de redes sociales. “Sacabamos para lo necesario”, indica.

Sandra menciona que pensó que la pandemia de Covid-19 les afectaría en sus ventas. Ahora espera que el futuro sea un poco mejor, reconoce que todos en la sociedad se deben de adaptar a vivir con el Covid-19, acatar las medidas impuestas por  las autoridades. Aunque muchos clientes infringen las medidas sanitarias.

Google News

TEMAS RELACIONADOS