Maricruz Ocampo reconoce que es parte de los privilegiados de este país, y esa condición la obliga a ser más responsable socialmente. Motivada por ese pensamiento decidió tomar parte activa de acciones a favor de las mujeres, convirtiéndose en una de las activistas más reconocidas del estado.

La también integrante del Centro Latinoamericano Para la Paz y el Desarrollo, señala que inició su activismo hace 30 años, cuando comenzó a trabajar con mujeres migrantes en Estados Unidos, en temas de derechos sexuales y reproductivos. Luego lo dejó por ser muy agotador, además, dice, se deben de tener muchas herramientas personales para abordar estos temas.

Luego de su estancia en Estados Unidos se traslada a Inglaterra. De regreso a México, comenzó, hace 10 años, a trabajar con las comunidades en Juriquilla, Rancho Largo, Nueva Juriquilla, porque le parecía que el desarrollo que se estaba dando en Querétaro, en esos momentos, estaba generando inequidad entre comunidades.

“Tenías fraccionamientos muy ricos al lado de pueblos paupérrimos, donde los fraccionamientos no les aportaban nada. Al contrario, le quitan a los pueblos y en donde se generan empleos que no les dan seguridad social, ni ningún tipo de seguridad en el trabajo, en donde además de que se criminaliza la pobreza. Son fraccionamientos que insisten en cerrarse, en no permitir el paso a la gente, excepto si les están sirviendo. Si no les están sirviendo, no los quieren ver ahí”, comenta.

Luego se dio cuenta que las condiciones más precarias las vivían las mujeres que se quedaban a vivir en estas comunidades, además de que trabajan mucho, ya un buen número de ellas se dedican al trabajo doméstico, por lo que muchas horas las dedican a las labores fuera de casa y cuando regresan hacen las mismas actividades.

“Además, hay algunas que trabajan mucho más de ocho horas y en condiciones tremendas, que no las dejan tomar ni agua”, dice con vehemencia y pasión.

Asimismo, menciona, que ello la llevó a involucrarse más con el movimiento feminista en Querétaro. Indica que ello también lo hace como una manera de homenaje a su abuela, Delia Hernández Ramírez, de 101 años de edad, y una de las primeras enfermeras en México y quien fue señalada por trabajar, en aquella época. “Eso ha sido un gran ejemplo para mí”, enfatiza. Maricruz se emociona cuando habla de su abuela y todo lo que le ha tocado ver y vivir.

Maricruz, mujer de mediana edad y tez blanca, admite que es de las grandes privilegiadas de este país, y lo sabe, porque tuvo un padre que fue a la universidad, porque se casó con un hombre fantástico, con quien nunca ha vivido violencia y todo ha sido democrático e igualitario.

“Pero tú no tienes que vivir violencia para combatir la violencia, ni tienes que vivir la pobreza para combatirla. Todos tenemos la obligación de dar a cambio, porque este país me ha dado mucho, y además viniendo de esas grandes oportunidades que me tocaron por el simple hecho de haber nacido en un lugar particular, con una familia en particular, creo que me obliga, me compromete aún más a hacer las cosas para que otras personas no tan afortunadas como lo fui yo, puedan en un momento vivir como he vivido yo, que puedan asistir a la escuela sin problema, que no se tengan que preocupar para saber de dónde va a venir la comida mañana, que no se tengan que preocupar por llegar a sus casas y saber que van a ser violentadas.

“Eso es lo que me gustaría, que todas pudiéramos aspirar, que toda mujer pueda ser lo que quiera, que pueda ejercer su autonomía, que pueda tomar decisiones sobre su cuerpo, que pueda decidir el número de hijos, si quiere seguir o no una relación, y además que no me haga mujer tener una pareja, que no me señalen por si tengo o no pareja. Ese es el tema principal que me motiva”, recalca.

Agrega que también se debe de aportar un granito de arena, para reducir las brechas de desigualdad que hay en este país, y que han mantenido a muchas mujeres en situaciones de pobreza, en situaciones de violencia, así como distantes de oportunidades.

“Eso es lo que yo quiero. Creo que la indignación, sin acción, es inútil. Si te indigna algo y no haces nada, eso no sirve. Y si te vas a sentar en un café y lo vas a discutir, y eso es todo lo que vas a hacer, eso es terapia. Necesitas trabajarlo, y espero que un día, muy pronto, que mi hija, como estoy hablando de mi abuela, mi hija o mis nietos, puedan decir que su abuela trabajaba para que todos tuviéramos los mismos derechos. Quiero que las voces de las mujeres se escuchen”, precisa.

Añade que a la sociedad le hace falta reconocer plenamente los derechos de las mujeres, no porque a los hombres les recuerden a sus tías, hermanas, mamás, sino porque son personas, “eso es lo que todos los humanos necesitamos”.

Dice que no son pocos quienes le dicen que con sus ideas va a terminar con las familias, a lo que ella responde que cuando hay amor y unión, las familias son maravillosas, pero cuando en la familia se vive violencia, debe de separarse y mantener a las mujeres casadas porque sí, por proteger a la familia, es un error. La idea es que cada ser humano tenga resueltas todas sus necesidades, para poder realizarse de manera autónoma y en plena libertad”.

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