Desde hace cuatro meses José Cruz Luna trabaja minuciosamente para dejar en buenas condiciones un colmillo que mide más de un metro de largo; podría ser de mamut o de mastodonte. Los restauradores y arqueólogos le llaman a esta pieza ‘defensa’.

Fue encontrado en 2013 pero el año pasado la pieza llegó al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para su resguardo. El trabajo de José no sólo es mantenerlo a salvo sino mejorar las condiciones en las que se encuentra.

El joven restaurador estudió en la Universidad Autónoma de Querétaro y ahora fue contratado por el gobierno municipal de Huimilpan pues ahí se encontraron las piezas. Una vez que el colmillo, la costilla y parte de la cadera del animal —tres piezas que fueron encontradas en la misma zona—, queden en óptimas condiciones, serán expuestas en distintos museos.

“Generalmente las personas no saben todo el trabajo que hay detrás de las piezas que se exponen en los museos”, comenta el joven queretano.

Conocer la restauración

Desde inicios del 2018, en el patio central del INAH, en Balvanera número 2, se instaló una pequeña carpa cubierta de plásticos transparentes donde José Cruz Luna trabaja varias horas al día.

El objetivo de instalar esta habitación improvisada es para involucrar a la sociedad con la restauración de piezas arqueológicas, que algunas veces son huesos de animales y otras veces son piezas de vajillas. Ambos tipos con la misma importancia histórica.

“Estas excavaciones son del 2013, la idea de hacer este tipo de carpa es para que la gente se involucre en el proceso de restauración, no se hace restauración a diario, sino que es más bien por proyectos y depende también de que exista el presupuesto para restaurar. Se hace un cronograma de actividades; para estas piezas el cronograma original era de tres meses, ya se extendió a cinco meses y medio porque vamos a restaurar también otro tipo de piezas”.

Aunque son pocas las personas que acuden a las oficinas del INAH, los que asisten a realizar algún trámite no pueden evitar echar un vistazo al trabajo de restauración que ahí se realiza.

Adentro, José aplica el último proceso para mejorar el colmillo, pieza que debe estar terminada dentro de poco tiempo para exponerla en el Museo Comunitario de San Pedro, en Huimilpan; las otras dos piezas se expondrán en un nuevo museo que se encontrará en la cabecera del mismo municipio.

“Hay que hacerle limpieza tanto mecánica como química para quitar el polvo adherido, después de la limpieza se hace el proceso de consolidación que es darle refuerzo a la estructura física, y finalmente se hace la reintegración cromática, se necesita hacer una especie de resane. Claro que entre esos pasos hay otras etapas que se deben hacer más a detalle. En estas piezas trabajo desde enero, ya están casi terminadas. Es un trabajo muy delicado, si alguna de estas piezas se intentaran sacar, se desbarataban prácticamente”.

“Son piezas que trajeron los investigadores al centro INAH, han hecho mucha labor de acuerdo a las denuncias de la gente, personas que las encuentran en sus comunidades y dan aviso al INAH, entonces los investigadores, los arqueólogos y los antropólogos físicos recogen estas piezas”.

Fortalece la cultura

A José Cruz siempre le gustó restaurar antigüedades, no le importa pasar meses completos mejorando paso por paso alguna pintura de caballete o alguna pieza que formó parte de algún animal ya extinto.

Siente que su trabajo beneficia directamente a toda la sociedad, pues no sólo permite que los investigadores continúen con sus estudios, sino que gracias a la restauración, miles de personas pueden disfrutar de estas piezas en cualquier museo.

“La importancia de la restauración y de los bienes culturales es básicamente para las personas que visitan el museo, es muy importante porque fortalece la identidad de una sociedad, tanto para el estudio como para su deleite. A través de la restauración la gente conoce parte de su cultura y la megafauna que habitó la zona, a lo mejor los habitantes de Huimilpan no tenían idea de que en esa zona de Querétaro vivieron animales tan grandes”.

Primera restauración

José dice que la primera restauración jamás se olvida. En su caso, esa experiencia la vivió en Huaquechula, Puebla, cuando aún estudiaba en la UAQ. “La primera vez que uno restaura siempre lo marca, es muy bonito el primer contacto que uno tiene con la obra y sobre todo cuando es obra de campo, que vas a restaurar en el lugar. Fuimos a un ex convento del siglo XVI y restauramos un retablo, la primera experiencia siempre es la más bonita. Entonces podría decir que me dedico a la restauración desde 2012”.

Para desgracia del joven restaurador, aún no trabaja de planta para el INAH, aunque sí le asignan varios proyectos al año; en este sentido dice que es imposible calcular cuántas piezas restaura anualmente, pues depende del nivel de conservación en que se encuentre cada una.

Algunas piezas se restauran en semanas y otras tardan meses, como la pintura de caballete que restauró cuando hacía sus prácticas profesionales y a la que le invirtió ocho meses de trabajo.

José comparte que la restauración es una practica relativamente nueva. “Hay teóricos de la restauración del siglo XIX aunque siempre ha habido registros de restauración para el rescate del patrimonio arquitectónico. Después de la Segunda Guerra Mundial se reforzó por las pinturas de caballete afectadas en la guerra”.

La ciudad ha sido el marco perfecto para los restauradores locales, pues como dice José Cruz, “la arquitectura de Querétaro aún tiene mucho para dar”.

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