De familia les viene la sangre de payasitos a Monserrat y Pablo Rafael del Puente. Son la tercera generación que se dedica al espectáculo, oficio que les ha llevado a actuar incluso en el velorio de un menor.

Los hermanos, de figuras esbeltas y trato amable, concluyeron sus estudios de secundaria con el afán de superarse pues aspiran a estudiar la preparatoria y entrar a la Licenciatura en Artes Escénicas y Circenses en la Universidad Mesoamericana, única institución en América Latina que cuenta con la carrera.

Pablo, de 20 años de edad, dice que lleva 16 de payaso pues comenzó desde niño en el espectáculo, oficio que abrazó por sus abuelos, al igual que su padre, por lo que son la tercera generación en la familia que se dedica a arrancar carcajadas a la gente.

Monserrat, de 17 años, explica que ella también desde niña comenzó a ser payasita, pero con el tiempo le gustaron otras cosas, por lo que ahora es aerolista, donde desarrolla sus habilidades en el ballet y las telas aéreas, rama que practica desde hace seis años.

Ambos recibieron sus constancias de educación secundaria, grado que no habían concluido por cuestiones del trabajo, pero que ahora pueden presumir que ya tienen.

“No trabajo; me divierto”. Pablo afirma que su oficio no lo ve como un trabajo, pues es un gusto, “es una profesión ser payaso. Para mi es muy grato, muy grande. Siempre digo que vamos a divertirnos, nunca digo que voy a trabajar, sino que me voy a divertir”.

Monserrat coincide con su hermano mayor, más que un trabajo es una diversión y un gusto, además de que es una tradición ya de tres generaciones, que son ellos, aunque no por ello significa que hayan tenido todo sencillo y no les haya costado prepararse.

“Hay talleres y eventos. En octubre y hace dos semanas estuvimos participando en un evento de payaso a nivel nacional e internacional, en el cual hay talleres de varias disciplinas, como son expresión corporal, gesticulación, malabares. Me tocó participar y ganar el segundo lugar en actuación individual nacional e internacional y el primer lugar en payaso malabarista”, afirma orgulloso.

Monserrat dice que en su caso también hay talleres para sus rutinas aéreas, pues también representa mucha dedicación, así como el ingrediente principal: talento.

Señala que su interés por el aerolismo surgió a raíz de que visitó un circo y le llamó la atención, por lo que decidió aprender este arte, tan peligroso como estéticamente atractivo.

“Me enteré que había clases y empecé a tomarlas. Después de un tiempo comencé a trabajar ahí y ahora soy maestra en la Casa de la Cultura del parque Bicentenario”, apunta Monserrat, quien aún no pierde los rasgos faciales de la adolescencia.

Pablo explica que su padres, su hermana y él llegaron a trabajar juntos, pues la tradición era que tuvieran presentaciones conjuntas. Ahora tienen varios personajes con los que alterna con su hermana, los contratan, de hecho, a los dos de manera individual.

Sin embargo, como lo dice Monserrat, hay ocasiones en las que se presentan algunas diferencias, pero se tratan de solucionar, mientras que Pablo asegura que es “como en todo, en todas las familias pasa”.

“ Mucha gente piensa que en las familias de artistas o la familia de payasos es pura risa, pero también tenemos altibajos, pero para mí es un grato trabajar con mi familia y más compartir el escenario con mi hermana, con mis papás, es para mí lo mejor”, dice sonriente.

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