“Están confundidas. Eso no es amor, es deseo carnal, y lo carnal no entra con Dios. ¿Cómo es posible que, si tú eres Sol y ella es Luna, se puedan juntar? La naturaleza de Dios es una y se tiene que respetar. Están en contra de la naturaleza, están poseídas por el demonio y necesitan urgentemente ser exorcizadas”, nos dice alarmado a mi acompañante y a mí un hombre encorvado que está sentado en una silla de plástico.

Estamos en la parte trasera de la iglesia de Amealco, uno de los municipios queretanos más conservadores. Acudimos con el cura de esa parroquia en busca de un consejo, una ayuda espiritual. Somos mujeres y somos pareja.

Las oficinas de la parroquia, abiertas hasta las dos de la tarde, se esconden detrás de una pequeña puerta de madera, imperceptible para los visitantes. La estancia de Manuel, como dice llamarse el hombre que nos acusa, tiene paredes color crema.

Manuel estudió en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y se dedica a dar terapia física al sacerdote de la iglesia. El olor a medicamentos y pomadas está por toda la habitación, iluminada parcialmente por una ventana cubierta con cortinas negras. Acudimos aquí, como parte de un ejercicio periodístico. Queremos conocer la opinión del sacerdote en relación con el matrimonio igualitario, pero ese hombre se opone a que nos entrevistemos con él.

“Para el exorcismo deben llevar a cabo un proceso largo”, dice Manuel, quien pregunta: “¿Conocen a un sacerdote exorcista? En San Juan del Río está el padre Isaac. Yo les pido de favor, para que se solucione su problema, que vayan con él y soliciten esa oración personal del exorcismo. Separadas. Primero una, y luego la otra”.

La homosexualidad, para Manuel, no es científicamente aceptable. “Si Dios permitiera engendrar un hijo a dos personas del mismo sexo, entonces Dios no lo vería mal, pero eso no es así”.

Si el matrimonio igualitario le repele, Manuel se alarma aún más cuando hablamos de adoptar un niño. “¿Ustedes creen que serían un buen ejemplo para un niño?”, cuestiona.

—Sí, es lo mismo tener una familia con dos mujeres que con un hombre y una mujer —replicamos. Hay hombres que les pegan a sus esposas y eso es un mal ejemplo. Nosotras nos respetamos. ¡Seríamos un buen ejemplo!

—¡No! —replica, ahora entre nervioso y molesto. ¿Sería un buen ejemplo que yo viviera en las tinieblas? Eso es lo que están diciendo ustedes.

Manuel se mueve de su posición inicial. Sus ojos están ocultos por unas gafas oscuras y agita las manos mientras habla.

Coloca su mano derecha sobre su sien, dependiendo de las preguntas que lanzamos. Su edad no rebasa los 40 años.

—¿Qué quieren escuchar del sacerdote? ¿Su opinión? Simplemente les va a decir que no. La Iglesia no permite eso, y el mismo Dios no lo permite. ¿Por qué los matrimonios no funcionan? Porque hay infidelidades, ¿y en qué se refleja eso? En los hijos, que salen homosexuales y drogadictos. No, no crean que un sacerdote les va a aceptar esto. Es urgente que vayan con el padre Isaac para que les saque el demonio- dice terminante y casi nos cierra la puerta de la oficina parroquial en las narices.

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