Apenas van seis meses desde que José vive en Carolina del Sur. Un cambio que creyó necesario tras una separación de su pareja con quien duró 13 años de relación; fueron 23 años de radicar en California desde la primera vez que cruzó a EU.

El cambio también le sirvió al joven queretano para conocer lugares nuevos para él y visitar amigos a los que no veía desde hace años. Por ahora, su vida está en suelo estadounidense y José reconoce que no cambiaría por nada toda la experiencia acumulada y los oficios aprendidos en 23 años.

Ha entrado y salido de Estados Unidos en varias ocasiones y por diferentes puntos del país. “Por Tijuana siempre fue más fácil”, afirma.

El arribo al poder del nuevo mandatario Donald Trump le genera temor aunque está seguro que muchas cosas que dijo el presidente electo no las podrá hacer realidad, pues “hablar en campaña y llegar a la Casa Blanca son cosas muy diferentes”.

Su temor va encaminado a que se dé un cambio de leyes pues se prevé una credencialización que servirá como filtro para detectar a los que cuentan con papeles y a los que se encuentran como indocumentados.

“Muchos dicen que se llamará The Real ID y el miedo es por no tenerla. No es que se sienta miedo de vivir aquí, la cuestión es que si será un filtro para detectar a los ilegales y si en algún momento me la pidieran, estaría en riesgo”.

Entre compatriotas, José revela que son muchos los que platican sobre su temor porque se suscite alguna deportación masiva al iniciar el gobierno del empresario Trump.

De política estadounidense. José admite que “no le gustaba ninguno de los dos candidatos para que fueran presidentes”. Hilary Clinton no me gustaba, pues fue muy egoísta al lanzarse por la presidencia diciendo que había sido casi una vicepresidenta viviendo en los periodos de Bill Clinton, su esposo.

El otro candidato, Donald Trump, no me gustaba que fuera electo, no por ser republicano, sino por cómo se expresó de la gente latinoamericana”, cuenta a EL UNIVERSAL Querétaro.

¿Crees que cumpla lo que pregonó en campaña contra los migrantes?, se le pregunta al joven queretano.

“Creo que muchas de esas cosas no las podrá hacer, porque el hablar en la campaña y llegar a la Casa Blanca son dos cosas totalmente diferentes, lo que ellos dicen antes de la elección cambia cuando llegan y ven la realidad en la Casa Blanca.

“Al presidente Obama no lo dejaron hacer lo que quiso. La reforma migratoria se quedó atorada y para la gente latinoamericana, a la que le enseñan que la palabra vale más que cualquier cosa y tienes que cumplirla, creo que será difícil que perdone a Obama por las dos veces que nos dijo que nos iban a dar permisos de trabajo. Fue una razón por la que la gente votó por él y prácticamente nos engañaron”.

Tal vez, dice, la señora Clinton perdió la elección por eso, “porque ya no les creyeron [a los demócratas] su forma de hacer política, pero es una teoría, es difícil saber qué pasó”.

Recuerdos. La primera vez que José cruzó como indocumentado a Estados Unidos fue en 1993 por la frontera de Tijuana. Era muy fácil pasar la frontera esos años, no había muro y la migración era menor, “así que sólo le dabas la vuelta alrededor de la garita y estabas del otro lado, había oficiales pero no tenían la tecnología con la que cuentan ahorita ni tantas cercas”.

En California, José se empleó en distintos oficios. Uno de ellos fue como operador de máquinas fresadoras y tornos computarizados, un trabajo donde ganaba 25 dólares la hora, aunque sólo era medio tiempo. “También trabajé en hacer el mantenimiento de la casa de un millonario californiano.

“Con casi todos mis patrones he durado cinco años. El primero fue al trabajar en un empaque de sobres y mandarlos a otros estados de aquí (EU); ahí estaba como encargado de empaque; después agarre otro trabajo en unos invernaderos”, relata.

Desde el principio, José sabía que quería quedarse a vivir en Estados Unidos, por lo que se preocupó en aprender el inglés para comunicarse.

“Me tocó la suerte de trabajar en el primer empaque de flores con gente de Harvard, era un matrimonio y creo que a los seis meses de haber llegado pude sostener una conversación con las personas. Ese fin de año de 1993 todos los trabajadores se regresaron a México, pero yo me quedé ese invierno; mis patrones sólo hablaban inglés y cuando te pasa eso debes aprender forzosamente ese idioma para comunicarte”.

Desde 1993, José cruzó la frontera varias veces. Pasó por Tijuana, donde casi siempre se busca a alguien que te brinque la línea a cambio de unos 50 dólares. “A mí me tocó así, tuve suerte y aunque te buscan te metes entre la gente y te vas a algún restaurante hasta que se calma todo para luego buscar quien te da un aventón hacia donde te diriges. Así me tocó un par de veces.

“Otras veces pasé por el aeropuerto de Tijuana, donde había una cerca de metal. Una vez pagamos por pasar por arriba de la cerca y nos vinimos caminando por un cañón que está a un lado del lugar hasta salir a una carretera. Al momento de cruzar la vía nos vieron y nos siguió un oficial [de migración] pero no se acercó. Nosotros teníamos a un amigo que nos esperaba con su camioneta en un lugar que se llama Chula Vista y de ahí nos llevó a California”.

La vida como migrante. Después de su llegada a Estados Unidos, la primera vez tardó cuatro años en regresar a Querétaro y sólo fue por tres semanas. “Después tardé otros ocho años en volver la segunda vez. Ahora se cumplen 13 años de la última vez que fui; en 23 años sólo he ido dos veces a Querétaro”.

Entre las razones por las que acepta la llamada de EL UNIVERSAL Querétaro, José asegura que es importante para él “que la gente de México se dé cuenta de cómo viven sus compatriotas en Estados Unidos y al pasar de los años se acabe ese círculo vicioso de que los abuelos, los tíos y los primos se vinieron para acá; uno piensa que debe salir de su lugar de origen con rumbo a EU como lo hicieron ellos.

“Mis tíos nunca me dijeron que había que trabajar en el campo, ganar el salario mínimo, estar solo mucho tiempo, muchos vienen a Estados Unidos y nunca tienen una profesión porque no aprenden algo por completo”, sin embargo, dice que “no cambiaría por nada de la experiencia de venir aquí”, dijo.

Sin duda, lo que más extraña José es el no tener a su familia cerca. Si llegara a tener hijos le gustaría que fuera con una mujer con papeles, para que pudieran conocer a su familia de México, que pudieran ir y regresar sin problemas.

“Se extraña la familia. Falta el contacto familiar, ese es el mayor sacrificio, dejar atrás las raíces”.

A 23 años de distancia, ¿conviene el cambio de vida, dejar atrás todo para buscar una nueva oportunidad?

“Llegar a Estados Unidos hace que te envuelvas en su forma de vida, te acostumbras a tener tu carro, a pagar tu aseguradora, comprar tu comida, pagar teléfono y demás servicios, te adaptas a la vida de Estados Unidos, pero somos pobres, muchos ni siquiera tenemos casa propia, tenemos que rentar, y entre esos gastos vives al día, a veces ni para mandar a México alcanza.

Al pasar de los años te adaptas a la vida de Estados Unidos y eso le pasa a muchos migrantes. Quienes llegan con metas y las cumplen son los que conquistan el llamado sueño americano, los que se adaptan sólo se vuelven parte del mismo entorno y son parte del sistema, no de un sueño”.

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