Martín Aguilar Zamora, oriundo de la comunidad de San Ignacio, municipio de Huimilpan, tiene más de 30 años yendo a trabajar a los Estados Unidos. Cruzó la frontera por primera vez cuando tenía 15, y aunque no todos los años realiza el viaje estima haberse desplazado, cuando menos, unas 20 veces.

Este 2016 llegó a México el pasado 19 de octubre, luego de dos años de permanecer en la ciudad de Arlington, en el estado de Texas. Toda vez de reencontrarse con su familia, Martín hizo un recorrido por carretera de 20 horas, aunque el hecho de legalizar una camioneta le implicó permanecer en Laredo un día completo.

“Cuando está muy difícil para cruzar nos tenemos que quedar unas dos temporadas, que es lo de dos años”, refiere.

Al principio se iba a California a trabajar en la cosecha de naranja, pero desde hace catorce años empezó a quedarse en Texas en donde asegura está mejor pagado el trabajo y se puede hacer más dinero.

En Texas el huimilpense se ocupa en la jardinería, teniendo como actividades principales cortar césped, podar plantas y hacer limpieza general de jardines. Trabaja para una compañía con la que él y otros compañeros se van al 50%, bajo un esquema en el que el transporte y la herramienta corre por cuenta de ellos.

Normalmente sus jornadas laborales empiezan a las siete de la mañana y se extienden por doce o hasta trece horas, de lunes a viernes. En el transcurso del día hay un descanso para comer entre las doce y una de la tarde, y a partir de ello se siguen hasta que terminan la lista de casas que tienen para arreglar.

Entre dos personas han llegado cortar el pasto de 32 o 33 casas en un día. “A veces el trabajo depende de la temporada, porque cuando llueve mucho el pasto crece más. A veces se nos hace oscuro y vamos apenas terminando; unas veces de plano no podemos terminar”, comenta. Agrega que julio, agosto y septiembre son los meses en que más trabajo hay.

“No hay de otra”

Lo que lleva a Martín a irse al otro lado es la falta de trabajo. Señala que en los ranchos se siembra, pero con el fertilizante, herbicida y demás aditamentos que se necesitan para sacar adelante un cultivo “no queda nada”. Por el contrario, dice, al último viene uno trabajando sin sueldo.

“Eso es lo que nos motiva a todos los del rancho a salir y a buscar la vida en otra parte porque aquí no se puede.”

Cuenta que antes quienes cruzaban la frontera de manera ilegal tenían miedo a los animales de la sierra, mientras que hoy se tiene miedo a muchas cosas. Narra que en una ocasión alrededor de 100 compañeros con rumbo a Estados Unidos fueron detenidos por policías en una central de Reynosa y entregados a delincuentes, debiendo permanecer en una casa de seguridad durante ocho días.

“A nosotros nos mandó alguien de aquí y allá un coyote de la frontera nos iba a recibir. Íbamos a llegar a un pueblito, pero en la central camionera los policías nos agarraron y ellos mismos nos entregaron a los delincuentes. Nos vigilaban entre seis y ocho para que no nos fuéramos a ir.”

Relata que entre el grupo habían varias mujeres y un niño por el cual sentían compasión porque estaba enfermo.

“A mí me daba como lástima porque a una criatura cómo la tienen ahí, y además enfermo. Su madre estaba allá (en Estados Unidos) y se vino a hacerle una operación que porque acá le salía más barato. Les pedían un dinero por dejarlos salir y ella nada más se ponía a llorar porque no tenía.”

En esa ocasión iban 4 conocidos de Huimilpan a quienes les pidieron dinero que familiares de Estados Unidos debían depositar en una cuenta. Una vez hecho, los trasladaban al banco para que retiran el efectivo y se los entregan.

Pese a que primero les pidieron 800 dólares, posteriormente les pidieron mil más para cruzarlos. Martín relata que cuando ya estaban del otro lado los volvieron a ingresar a una casa y les exigieron mil dólares adicionales, amenazándolos con que de no pagar dicha cantidad los regresarían a México. En total tuvieron que pagar 2 mil 800 dólares.

En otro momento venía de California y entre sus cosas traía una grabadora por la cual le solicitaron dinero en diversas ocasiones, argumentando que el artículo no estaba registrado. “Al final mejor decidí dejárselas porque no me convenía estarles pagando y pagando, pero de ahí para acá pago mis impuestos y paso sin problema. Ya pagando mis impuestos me dan un recibo sellado; cuando me paran, se los muestro y ya.”

Ante la pregunta de si vale la pena arriesgar la vida para cruzar la frontera, el huimilpense responde que “lo que pasa es que no hay otra opción, porque como uno no estudia, no hay forma de mantener a la familia.”

Uno lo que quiere, dice, es que su familia tenga lo mejor. Expone que trabajando como albañil y habiendo trabajo en México se pueden percibir 400 pesos al día, que vienen siendo 2 mil 400 por semana, y señala que allá, si hay buen trabajo, en una semana pueden ganar hasta mil dólares, que vienen siendo 20 mil pesos mexicanos. “Ahí es donde se puede mandar un dinero e ir ahorrando.”

Satisfacción.

Las primeras veces y algunas otras Martín se fue a los Estados Unidos de mojado, aunque en los últimos años ha logrado conseguir visas de trabajo, tarea nada fácil en la que los interesados deben esperar a que les toque la oportunidad de encontrar un permiso de este tipo.

Casado y con siete hijos, el próximo año se piensa quedar en Huimilpan y tratar de ver si encuentra un trabajo en el país, pues “uno se fastidia de estar allá todo el tiempo, y la familia acá sola.”

De antemano sabe que de quedarse no la tendrá fácil, pues “en el rancho no hay nada en qué trabajar”; refiere que algunos se dedican a la crianza de animales, “pero es algo que tampoco no funciona.”

“Nosotros pensamos ir a Querétaro o a las ciudades más cercanas a buscar trabajo en lo que sabemos hacer, la jardinería, y a ver qué sale”, sostiene.

En determinado momento consideró llevarse a toda su familia, pero se le hizo mucho dinero para cruzarlos; en este sentido refiere que por pasar a una persona cobran actualmente seis o siete mil dólares.

Después de todos los años que lleva yendo a Estados Unidos muchas cosas pasan por la cabeza de Martín… “dice uno: arriesgué mi vida y no estuve con mi familia como quisiera, pero por lo menos está uno satisfecho porque siquiera les dio dónde vivir, y vivir más o menos. No vamos a decir que con lujos, pero normal”, concluye.

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