Los libros corales, por sí solos, son impresionantes. Su tamaño, sus pastas, su tipografía, las encuadernaciones, grabados. Sin embargo, no son los únicos, pues muchos volúmenes antiguos contaban con estas ilustraciones increíbles, incluso algunas relataban una historia completa en apenas un centímetro.

El encargado de la biblioteca explica que las impresiones salían del molde de madera a la tinta y al papel, mientras que en el siglo XVIII, se usó la litografía para pasar de la piedra al papel. Eran tres elementos para el grabado: madera, metal y piedra, explica David Saavedra.

Los libros corales destacan por su tamaño pues tenían que ser vistos por todos los integrantes del coro; y también son reconocidos por la elaboración de sus pastas, pues los remaches metálicos predominaban, eran 100% hechos a mano.

“Dentro de los conventos tenían personas para hacer los herrajes, los chapetones, además de que vienen acompañados por las famosas letras capitulares. Son cantos para las festividades religiosas que se tenían”, indica.

Las letras capitulares son las primeras de un texto en un capítulo, la mayoría están sumamente decoradas.

Desgraciadamente, señala, muchos de estos materiales corales fueron mutilados, pero no fue en la actual biblioteca, sino cuando estuvieron en el abandono, antes de rescatarlos.

Algunos de los libros corales de la biblioteca del Museo Regional provienen del convento de La Cruz, además de que hubo una persona que donó cuatro más. Los libros corales se mantienen bajo sumo cuidado, cubiertos del polvo, como un tesoro invaluable.

Los diseños de herrajes, forros y letras capitulares, destacan. Uno, explica David, tiene forro en piel, soporte metálico y las láminas o folios son de pergamino, “pero si nosotros sentimos el grosor de cada hoja, vemos que no es papel, es pergamino. Incluso con detalles dorados, de oro”.

David explica que abrirlos y hojearlos  favorece su oxigenación, pues si se mantienen cerrados se conservan microclimas, aunque se debe de cuidar de no abrirlos de manera brusca del muelle. Hay libros corales que pueden llegar a pesar 30 kilogramos.

Los libros corales son unas de las tantas joyas de la biblioteca del Museo Regional. Algunos, dice, acaban de someterse a un proceso de limpieza, principalmente de los herrajes. Indica que en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) les enseñaron una técnica de limpieza usando el grafito del lápiz, que consiste en “iluminar” el metal y luego limpiar con algodón.

“Los libros corales del siglo XVIII son fabulosos. Yo creo que los museos guardan una riqueza impresionante, a pesar de los movimientos sociales, o las leyes de Reforma que triunfan los liberales, entonces no querían nada que ver con el clero.

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