Pueden existir muchas posturas. Algunas a favor y otras en contra de la pornografía. La mayoría de los jóvenes tienen su primera experiencia erótica justamente con la pornografía, a falta de educación sexual en las escuelas.

El problema con la pornografía es la información tergiversada que presenta a los jóvenes y que con los años lleva a normalizar ciertas conductas que contribuyen a perpetuar patrones en la sociedad.

Uno de los problemas que se presentan es la cosificación del cuerpo de la mujer, pues la reduce a un simple “pedazo de carne” que está ahí para que el hombre satisfaga sus deseos e instintos sin importar si la mujer está de acuerdo o no con la relación y si ella siente placer. La mujer como un ser siempre dispuesto a complacer, siempre “con ganas”.

Esta condición llega a generar, a la vez, otros problemas, como el acoso sexual, pues al normalizar conductas, como “si no quiere que le falten el respeto que no se vista así”, se responsabiliza de la agresión, ya sea verbal o física, a la mujer.

Incluso en casos extremos se puede llegar al abuso sexual, sin que esto quiera decir tampoco que todos los consumidores de porno son violadores en potencia, pues sería una visión muy simplista del problema. Sería como decir que el heavy metal promueve el satanismo. Pero el consumo cultural también nos indica qué sucede en una sociedad.

Otro de los asuntos que plantea de manera sesgada e incompleta es una visión de lo que debería ser el placer en la relación sexual. Muchos podrían decir “así lo hago yo”, pero en realidad muy pocas personas podrían aguantar ese “ritmos” sin la “magia de la edición” y eso presiona, genera expectativas falsas en hombres y mujeres. La pornografía dicta cómo deberíamos vivir la sexualidad, que en realidad es un espectro más amplio, más diverso y con mayor criterio que el que nos muestra una producción en donde se contrata a las personas para representar un estereotipo.

¿Cómo fue su primera relación sexual? ¿Fue cómo en película porno? La mayoría no son así. La falta de conocimiento, experiencia e información llevan a los jóvenes a tener de su “primera vez” un recuerdo traumático.

Como se decía, el primer contacto con el erotismo y la sexualidad de muchos de los jóvenes fue a través de la pornografía. Muchos de ellos se hicieron una idea falsa de lo que debería de ser el sexo. Tiempo después, cuando enfrentan su primera relación sexual acompañados, se dan cuenta que no es de esta manera, causando traumas que no se expresan y quedan guardados en la psique.

Además de perpetuar patrones que afectan nuestra relación con las mujeres, se genera un ideal de belleza, tanto en hombres como en mujeres, que no corresponde a la gran realidad de la población, y que llegado el momento presiona a las personas a buscar físicos atléticos, sometiéndose a dietas rigurosas que llegan a poner en riesgo su vida.

Hoy día la pornografía es más fácil de obtener. El acceso a ella es sencillo. Basta con tener un teléfono celular e Internet para tener a disposición cualquier “estilo”, incluso los que son castigados penalmente en muchos países.

No se quiere decir que la pornografía sea mala per se para todas las personas, pero es como un arma de fuego: en manos de un inexperto puede ser potencialmente peligrosa y mortal.

Estudios hechos décadas atrás, como los de Neil Malamuth, que retomó un artículo del sitio web de la BBC, señala que algunas personas son más tendientes a repetir patrones de conducta de violencia tras someterse a la exhibición de pornografía sadomasoquista o con violencia excesiva.

Aquí se desprende otro factor en la ecuación: la trata de personas. Supongamos que ese hombre de 50 años o más pasa por una etapa donde quiere experimentar algo que vio en una película pornográfica con su esposa, pero ella o no se atreve o no se siente cómoda. La pareja no llega a un acuerdo ¿Qué hace el hombre que siente ese deseo de experimentar? Sencillamente busca a una trabajadora sexual.

El hombre no sabrá si esa mujer es explotada o lo hace voluntariamente. No le preocupará si la joven con la que quiere llevar a cabo su fantasía fue arrancada de su hogar a la fuerza, si la vendieron por una botella de mezcal, o la engañaron en las redes sociales y hasta hace unos meses su vida era diferente.

Por otro lado, quienes defienden la pornografía pueden señalar que es un mal necesario y que cumple con una demanda real del mercado. Están en lo correcto. La industria del sexo, sólo en el Valle de San Fernando, en California, generó ganancias por seis mil millones de dólares en 2014. Es una fuente de empleo para muchas personas.

Además, los estudios y las productoras más importantes de la zona son vecinos de los gigantes del Internet y la tecnología, como Google y Apple.

¿Es mala la pornografía? Depende de quien la vea y cómo la vea. Si no se es consciente de que ayuda a perpetuar patrones de conducta que han herido de siempre a las mujeres, al verlas como objetos o como un cuerpo de 90-60-90, que debe tener los senos erguidos, nalgas voluminosas y una cintura breve, es mala.

Si no se es consciente de que al exponer a personas que traten de imitar patrones “sado” o de sexo violento, aún sin consentimiento de la mujer, es mala.

Puede ser que a muchas personas les agrade “motivarse” con la pornografía. Están en su derecho y es su elección. Sin embargo, cada vez que compra porno hay varios delitos que podrían constituirse detrás de la misma, además de los patrones de conducta que conllevan a creer que las mujeres están ahí para satisfacer al hombre y nos alejan de un ideal de igualdad y de plenitud.

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