Me decían que no se podía hacer” (estudiar arquitectura), platica Geovana Carolina Reyes Silva, arquitecta desde hace ocho años, quien ha tenido que abrirse paso en el sector de la construcción, dominado por los hombres, “a tirones y jalones”.

Carolina, a sus 31 años de edad, acumula ya algunos años de experiencia en la arquitectura, donde hace trabajo de campo pues, dice, muchas arquitectas hacen labores de oficina.

Señala que le decían que no podía estudiar arquitectura, por ser mujer, algo que tomó como un reto personal. “De hecho, al principio quería ser ingeniera civil militar, pero en ese momento no había vacantes para mujeres en el Colegio de Ingeniería Civil Militar, y lo más parecido fue la arquitectura”.

Apunta que estudiar fue un paso, pues las complicaciones son ingresar al mundo laboral, pues tuvo que enfrentar el obstáculo del género, la juventud, la falta de experiencia laboral. Ya una vez dentro, indica, es menos duro, pero lo sigue siendo, porque en el rubro de la construcción es machista, además de que en general hay muchas faltas de respeto hacia las mujeres.

“Luego es más difícil darte cuenta que las personas con cierto nivel educativo a veces te faltan más el respeto que un maestro de obra, o un albañil, quienes te tratan con un poco más de respeto que un arquitecto, o un ingeniero. A veces son más guarros que los mismos albañiles”, explica.

Recuerda que en una empresa grande donde trabajó hace tiempo, en las juntas con los ingenieros, hombres todos, quien llevaba en una ocasión una junta de trabajo le comentó que “como es mujer, es muy distraída y no va a entender lo que le estoy diciendo”, lo que la hacía llorar.

“Cuando entré a esa empresa salía llorando, me hacían llorar, eran bastante rudos por ser mujer. Así me lo decían: ‘por ser mujer, por su condición de mujer no entiende, por su condición de mujer no puede’. Fue bastante complicado”, asevera.

Precisa que a la fecha persisten algunas situaciones semejantes, pero el nivel de experiencia laboral que tiene es diferente, pues al estar en el rubro de la construcción, en un entorno hostil, hace que aflore su carácter y aprendió a marcar límites y ganarse el respeto de sus compañeros de trabajo.

Indica que su relación con los albañiles y maestros de obra ha sido positiva en la mayor parte de los casos, pues al ser mujer pide el trabajo de una manera más respetuosa, lo que deriva en que el trabajo se haga de manera más eficiente, a menos que de plano no exista interés de colaborar de la otra parte.

Egresada de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, recuerda que en su clase eran 50 alumnos, de los cuales 10 eran mujeres, aunque no todas ejercieron la carrera. “En la arquitectura está la parte de la administración y está la parte de la ejecución, en el campo. Casi todas, de las que ejercieron, tres o cuatro, se dedicaron a cuestiones de oficina, como planos, poco salen el campo, porque es duro, es complicado”, precisa.

Subraya que es muy reconfortante para ella regresar un mes después a la obra que construyó y ver ya gente viviendo en ella, decorándolas para Navidad, haciéndolas un hogar. Incluso ir a atender un detalle de plomería o un “un vicio oculto” que hubo en el proceso de construcción.

Carolina ha trabajado en diferentes desarrollos inmobiliarios de Querétaro de recién inauguración. Dice que no tiene una obra preferida, pues en todas ha aprendido y disfrutado su trabajo.

“De todo aprendes. Desde la gente, la manera de trabajar, los procesos. Todo te retroalimenta”, enfatiza, al tiempo que señala que le gustaría, en un futuro, ser su propia jefa, pues en las empresas que ha laborado tuvo oportunidad de aprender cosas “a tirones y jalones”, que quisiera poner en práctica como contratista autónoma.

“Es complicado. No es más complicado que un trabajo, pero lo que se requiere es una inversión fuerte, pues de primera instancia, todo lo que entra lo desembolsas. Esa parte, por miedito, mucha gente no nos aventamos a ser contratistas, pero ese es mi hit”, precisa, mientras ríe.

Agrega que su sueño es construir su propia privada, con todo lo que ello implica, como la urbanización, servicios y diseño general, para decir que la hizo “solita”.

Carolina suelta la carcajada cuando recuerda las fiestas del Día de Cruz, el 3 de mayo, día que tradicionalmente se celebra a los trabajadores de la construcción, y en el que está prohibido molestar a los albañiles.

“Los muchachos esperan ese día con mucha ansiedad. Para ellos es su día, saben que ese día, ni les hables, ni les pidas nada, y que de antemano sepan que al otro día no van a ir. Ese día, el 3 de mayo, y el 12 de diciembre, son los días que no los puedes tocar. Saben que se trabaja mediodía, si acaso, y luego la cerveza, la comida, la banda. Es muy buena la fecha”, precisa, aunque, añade, “los ingenieros empezaban un día antes”.

Parte del trabajo de Carolina es supervisar al personal y observar su buena conducta, por lo que en ocasiones ha tenido que regañar a un “mai” por lanzar algún “piropo” a alguna mujer que pasara por la obra en la que trabajaba.

“El respeto es siempre, no nada a las mujeres, sino a todas las personas. No porque sean albañiles, pueden andar diciéndole cosas a la gente. Más nosotras como mujeres éramos más estrictas”, asevera Carolina, quien en estos momentos lleva dos meses sin trabajar por cuestiones personales.

Puntualiza que en su trabajo, en campo, laboran ella y otra arquitecta, de nombre Flor, por lo que el apoyo que se dan mutuamente es esencial para una sana convivencia entre todo el equipo de trabajo.

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