El misterio, simbolismo y valor cultural en torno a los ritos de la muerte están fusionados al interior del Panteón de la Santa Veracruz, constituido hoy como Museo de la Muerte. Fueron las epidemias del siglo 18 las que dieron paso a la creación de este cementerio, ahora patrimonio cultural por ser un espacio de exposición único en su tipo en México y que se ubica en San Juan del Río.

Cuando la epidemia del “cólera morbus” llegó a este municipio queretano, el cabildo autorizó en 1853, la creación de un cementerio alejado del pueblo para proteger de esta enfermedad a la población. Así nació el Panteón de la Santa Veracruz, que en poco tiempo se constituyó como un espacio reservado para el descanso de los difuntos pertenecientes a las familias de mayor prestigio, condición que duró poco, pues la enfermedad cobró más vidas en la demarcación.

“Al principio se enterraban personas de familias adineradas para que no se mezclaran con los indígenas sepultados en otros panteones; pero cuando la epidemia del cólera se propagó, se enterraron difuntos de todos los estratos sociales; hay registros en el archivo histórico que indican que la zona de tumbas se dividió en cinco clases sociales, para no mezclar a los ricos de lo más pobres”, explicó Neftalí Sáenz, jefe de Patrimonio Cultural

Su ubicación fue estratégica, creado sobre un peñasco orientado al poniente de la ciudad, a las orillas del poblado en el denominado Barrio del Calvario; sin embargo, desde este punto, ahora cientos de visitantes pueden apreciar el ocaso antes de caer la noche.

En 1867 fue clausurado este panteón, pues las abundantes muertes a causa de la peste, ocasionaron que rápidamente se saturara; el ultimo difunto fue depositado ese año. Cerca de 400 cuerpos fueron sepultados en este sitio.

Pasaron 114 años hasta que sus puertas fueron abiertas nuevamente para rehabilitar el espacio y años después crear el museo.

Constituido en la parte posterior de la capilla El Calvario, en el centro histórico de San Juan del Río, el panteón de la Santa Veracruz fue rescatado e inaugurado el 24 de junio de 1981

Sin embargo, fue hasta 1997 que se constituye como museo de la muerte; este panteón fue creado a un costado del templo religioso, siguiendo las creencias de que los difuntos llegaban más pronto al cielo estando cerca de la Casa de Jesucristo.

Ritos y leyendas yacen en el museo

Paredes, escaleras y el patio principal del inmueble albergan cientos de lozas con los nombres de los sanjuanenses cuyos restos aun descansan en este sitio. Para caminar entre las losetas se debe ser precavido para no profanar el lugar de reposo de algún difundo. En algunos nichos se realizó la exhumación y ahora sólo permanecen las placas como recuerdo de que en este panteón fueron sepultados.

Tumbas, nichos e iconografías son en conjunto la mejor representación del culto por los muertos en nuestro país, expresada en entierros, ofrendas y construcciones funerarias.

En este inmueble se puede apreciar la evolución de la mentalidad y de las prácticas rituales y religiosas que hay sobre el deceso del ser humano y la forma en que se concibe en la religión del valle de San Juan del Río y en el país.

La explicación histórica y cultural de la muerte se concentra en tres salas de exhibición al interior del inmueble, a través de las cuales se expone el tema mortuorio a lo largo de cinco momentos: la muerte en Mesoamérica, la muerte en el Virreinato, la muerte laica, la muerte en la cultura popular contemporánea y la muerte funeraria a través de iconografías.

Ritos funerarios prehispánicos, la reproducción de entierros y ofrendas hechos al Dios anciano, o Dios del fuego, así como altares tradicionales se exhiben también en esta salas.

Para fortalecer la información en torno a la muerte, en este museo de sitio están expuestas iconografías con temas religiosos y etapas del purgatorio y el infierno, aspectos que en la cultura y religión de México van ligados con la transición al otro mundo.

El jefe de Patrimonio Cultural explicó que este espacio actualmente tiene el objetivo de presentar a la muerte como fenómeno cultural que acompaña a la historia de la humanidad, los cambios en la manera de presentar los entierros en diferentes épocas y el simbolismo que manifiesta el pensar del ser humano en torno a este ritual.

Reposan sanjuanenses ilustres

El valor histórico que para San Juan del Río representa este museo va más allá de la explicación de la muerte, dado que en nichos y tumbas de este sitio siguen grabados nombres y apellidos de familias ilustres de este municipio.

Debido a que de manera original se creó este panteón para evitar la propagación de las epidemias, inicialmente fue reservado para sepultar a ciudadanos con condiciones económicas privilegiadas.

En este recinto descansan los restos de la esposa de Francisco Monroy Vélez (1895-1967) compositor, músico y profesor; así como de otros reconocidos ciudadanos cuyas nuevas generaciones aún permanecen en la ciudad.

Aunque la construcción de este panteón concluyó en 1860, la tumba más antigua data de 1857, justo cuando los habitantes de este municipio advirtieron la necesidad de crear una nueva zona para sepulturas.

Formas de entierro

En este museo, los visitantes podrán conocer las formas de enterrar a los difuntos de acuerdo con las culturas de la región, chupícuaro, otomí y chichimeca.

Fogata al centro: en la cultura chupícuaro se encendía fuego en forma cuadrada para ubicar los puntos cardinales, alrededor yacían los cuerpos como símbolo de los rayos del sol.

Empetatado: el muerto era envuelto en un petate y se le prendía fuego, se cree que de este ritual proviene la frase “se petateó” cuando coloquialmente se refieren a una persona que ha fallecido.

Entierro en vasija: en un recipiente de barro se enterraban los restos, la vasija representaba el vientre de la madre, en alusión a la madre naturaleza, a la cual regresaban quienes fallecieran.

Valor histórico en decadencia

Como cualquier monumento histórico, el Museo de la Muerte no ha podido escapar del daño que el paso del tiempo, las condiciones climáticas y el descuido ocasionan; las paredes de este inmueble cuentan con murales del siglo 19, que se han borrado a causa de la humedad, advirtió el jefe de Patrimonio Cultural.

El gobierno municipal proyecta el rescate de estos frescos, pero para ello se requiere la aprobación del Instituto Nacional de Antropología e Historia; algunas vigas del techo del inmueble requieren también mantenimiento, razón por la que el acceso al espacio está limitado en algunos meses del año para poder conservarlo.

El panteón de la Santa Veracruz, hoy museo de sitio, es considerado como una manifestación histórica y cultural del perfil de la sociedad sanjuanense de su tiempo y que va en evolución con la incorporación de exposiciones e información sobre las personas que en este sitio aun descansan.

En el inmueble se percibe una especial energía espiritual sobre la forma de entender la muerte y su culto funerario.

El arquitecto Guadalupe Perusquía, a quien se le asignó la construcción del panteón, supo desarrollar un lenguaje artístico en el que se combinan elementos litúrgicos sobre el tema de la muerte, manifestándolos en la escultura, la pintura y la poesía que se pueden observar en este espacio.

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