El sonido de las sierras y esmeriladoras cortando las piedras es parte del paisaje sonoro de Escolásticas, comunidad del municipio de Pedro Escobedo donde sus habitantes se dedican, ya por un par de generaciones, a trabajar la cantera, haciendo obras de arte que van desde los 50 pesos, hasta el medio millón, de acuerdo a los gustos y deseos de los clientes, aunque en ello también les vaya la salud, pues el fino polvo que inhalan, a la larga, causa daños en el sistema respiratorio.

Es fácil identificar cuando se llega a la comunidad. La carretera está bordeada por los talleres donde los cantereros trabajan la piedra, donde tallan desde pequeñas fuentes de ornato, hasta grandes piezas que pueden llegar a pesar dos toneladas.

Esculturas de animales, como leones, caballos, rinocerontes, cocodrilos, delfines, tigres, osos, se lucen en los diferentes talleres que bordean la carretera y que son visitados por quienes desean tener una de estas piezas de ornato en su casa, o que buscan también la cantera como acabado de sus propiedades.

Leobardo Hurtado Guzmán trabaja a un costado del camino. Con cincel y martillo esculpe a una pareja abrazándose. La pieza alcanza los dos metros de altura. Poco a poco va tomando forma.

El hombre de 36 años explica que se dedica desde hace 20 años a trabajar la cantera. “Como es nuestra fuente de trabajo aquí, en la comunidad (de Escolásticas) nos nació trabajar la cantera. Se va uno envolviendo, llenado cada vez más de este arte. Comenzamos primero la parte de abajo y luego se va explotando la creatividad para hacer esculturas”, abunda.

Indica que para aprender este arte fue a través de la práctica y las nociones que se van teniendo, así como de observar a los mayores cuando hacían su trabajo, aunque también existan cursos de dibujo o en plastilina.

“A mí lo que motivó fue que veía que gente más grande lo hacía, entonces nosotros lo que vamos haciendo es tratar de mejorar cada vez más. Igual vienen generaciones nuevas. Tengo a mi hijo que tiene la noción, pero es ir mejorando cada vez más”, comenta mientras de fondo suena una sierra.

Escolásticas, lugar donde la cantera se transforma en arte
Escolásticas, lugar donde la cantera se transforma en arte

A un costado de la escultura en la que trabaja hay un gran bloque de cantera. Leobardo calcula que pesa alrededor de dos toneladas. Lo que para la mayoría sería un bloque de piedra, para el artesano canterero es un caballo parado en sus patas traseras.

“Uno ya se tiene que imaginar, cuando ve la piedra, qué es lo que se quiere hacer con ese bloque. Desde el momento en el que vemos el trozo ya estamos imaginando la figura que está ahí, para qué servirá. Hay que aprovechar ese pedazo de cerro, pero desde un inicio ya estamos viendo la figura”, dice.

Apunta que el trabajo que hacen los cantereros de Escolásticas se exporta, muchas piezas se van a Estados Unidos, principalmente, así como a algunos países europeos.

Ello ha derivado en que el material que se utiliza no sea solamente local, pues se trae material de lugares como Yucatán, Jalisco, Hidalgo, así como otros municipios del estado que abastecen de cantera. Además hay minas de cantera en Pedro Escobedo, que también es usada para la elaboración de las esculturas.

La jornada laboral del artesano comienza a las ocho de la mañana, concluyendo a las cinco de la tarde, con una hora de comida. Los sábado es mediodía, acuden un rato hasta la una de la tarde.

La mayoría de los clientes acuden los fines de semana, principalmente turistas que escuchan del trabajo en cantera que se hace en Escolásticas y que no quieren perder la oportunidad de visitarla.

Otros clientes, dice, ya vienen sobre un trabajo en especial. Son aquellos que quieren una decoración específica a su casa, para el jardín y la entrada de sus hogares. Esos clientes acuden entre semana y con un maestro canterero en especial, alguien que ya conocen, aunque en el lugar el trabajo lo reparten entre todos, pues a veces se piden ayuda para terminar un encargo y que todos tengan ganancias.

Leobardo recuerda que alguna ocasión fue el conductor de televisión Jaime Maussan a encargar unas esculturas relacionadas al fenómeno ovni, y aunque él no pudo participar, pues lo contrataron para hacer unas piezas en Oaxaca, supo que se hizo su pedido.

Aprendices de verano

Con Leobardo trabaja un joven aprendiz, Enoc Lemuel Bueno Luján. El joven de 17 años de edad, estudiantes de Bachilleres y que quiere estudiar ingeniería automotriz, está “montado” sobre una figura de un rinoceronte atacado por un león. Con una sierra, el aprendiz va haciendo la melena del felino.

“Tiene ganas de aprender, que vaya haciendo algo en las figuras. Hacer las melenas de los leones no es tan difícil”, dice Leobardo, quien explica que en esa figura ya llevan cinco semanas de trabajo, se tienen que hacer dos animales en la misma pieza y debe de tener sensación de movimiento.

Existen piezas que son más sencillas, como las imágenes de la Virgen de Guadalupe o San Judas Tadeo, “que son más comerciales”, y que como se hacen más seguido ya tienen la imagen y práctica.

Por su parte, Enoc Lemuel dice que lo que le llama la atención de trabajar la cantera es hacer figuras, aprovechando el periodo vacacional para aprender de quienes tienen más experiencia.

“Mi comunidad da provecho a Escobedo, pues lo que se hace aquí se va a todo el país, otras las llevan a Estados Unidos, algunas más a Europa”, explica el joven artesano, quien menciona que el interés de trabajar la cantera surgió de ver a otros habitantes de Escobedo. Enoc viene de familia de cantereros, pero su padre es lajero, hace las piezas para hacer los pisos.

El muchacho vuelve a su labor con la sierra, teniendo mucho cuidado en trabajar de manera adecuada la pieza, para no arruinar el trabajo de más de un mes.

Casi frente al taller de Leobardo, cruzando la carretera, está el taller de Carlos Ortega Bocanegra, quien desde hace 30 años se dedica a trabajar la cantera. El hombre explica que no hace esculturas, trabaja la cantera para pisos y acabados, como molduras para paredes.

“Cuando empecé prácticamente todo era manual, no había la maquinaria que hay ahora. Poco a poco fue entrando la maquinaria y ahora ya manual es poco lo que trabaja. La herramienta nos ayuda bastante”, indica.

Comenta que el trabajo es constante, con sus días mejores que otros, pero subraya que es el trabajo de la comunidad, todos se dedican a la cantera. Ejemplo de ello, es uno de sus hijos, de 12 años de edad, quien está empezando su periodo de aprendiz, mientras que su otro hijo estudia sicopedagogía.

Escolásticas, lugar donde la cantera se transforma en arte
Escolásticas, lugar donde la cantera se transforma en arte

Riesgos latentes

Sin embargo, el trabajo con la cantera tiene su riesgo, pues el polvo tan fino que se desprende cuando cortan la cantera entra directamente a sus pulmones.

Leobardo explica que “a pesar de que trabajamos al aire libre, el polvo sí afecta a nuestro sistema pulmonar. Usamos mascarillas, pero no nos protegen un 100%. El polvo, la herramienta que ocupamos, como las esmeriladoras con sierra de diamante, entonces si han llegado a pasar accidente, de que en donde se te vaya una herramienta de las manos… a donde te pegue te va a cortar el pedazo de carne”, precisa.

Además, agrega, “hay que tener maña” para mover la piedra, pues son bloques muy pesados, y en ocasiones algunos de sus compañeros han tenido accidente serios, incluso mortales, cuando las piedras se les vienen encima.

En tanto, cerca del taller de Carlos Ortega, Juan Orduñez Bocanegra está sentado sobre un pedazo de cantera. Utiliza un marro y un cincel, con los cuales golpea un trozo de piedra. Su voz es apenas perceptible cuando responde el saludo.

El hombre, de 70 años de edad, dice que tiene 45 años trabajando la cantera. Recuerda que antes, hace casi medio siglo los cantereros iban a otros lugares a trabajar

Narra que él se fue a trabajar Chihuahua, en la década de los setenta del siglo pasado. Además de que hizo algunos trabajos en la Ciudad de México. El hombre interrumpe constantemente la plática, debido a la tos que lo aqueja. Una constante en los cantereros más veteranos, cuyos pulmones, tras décadas de inhalar el fino polvo, comienzan a perder elasticidad.

El taller de Ismael Saldaña está en una de las orillas. En el mismo trabaja toda su familia. Dice que tiene alrededor de 30 años dedicado a la cantera. Su apunta, cortaba la piedra, no hacía figuras ni esculturas. Su voz aún es fuerte, aunque hay lapsos en los cuales se hace débil. El precio que pagan muchos por esculpir la cantera.

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