La plaza del mariachi, habitualmente desierta, está repleta de hombres vestidos con característicos trajes de charro. En medio de la explanada principal, un sacerdote detrás de un altar, sostiene entre sus manos un cáliz.

La misa se desarrolla a la mitad de la plaza, y simultáneamente, las tradicionales canciones religiosas son sustituidas por música mexicana. El motivo de la celebración es Santa Cecilia, la patrona de los músicos conmemorada cada 22 de noviembre por sus más fieles devotos: los mariachis.

Es cerca de medio día y la celebración ya ha comenzado. Se espera que se mantenga toda la tarde y hasta entrada la madrugada. La programación termina a las once de la noche, pero los asistentes reconocen que generalmente se extiende después de esa hora. Como parte del festejo, las canciones mexicanas no faltan y los asistentes acompañarán la velada con los antojitos y las bebidas de los puestos instalados desde temprano.

“La música es algo muy bonito, da muchas recompensas ser mariachi, pero no es tan fácil como parece”, afirma Joaquín Sánchez, integrante de una familia de músicos que toca el violín desde los siete años, además de la vihuela y el guitarrón.

Para él, la música se trae en la sangre y aunque sus padres, se opusieron para que se dedicara a la profesión familiar (principalmente por las dificultades económicas que representa) ser mariachi fue algo que desde nacer, aprendió.

Joaquín es músico profesional desde hace 26 años y sus cuatro hermanos al igual que su padre, se dedican a lo mismo. Dos de ellos tocan el guitarrón, y los demás tocan el violín y la vihuela. A la tradición familiar se unen los primos y los tíos que tocan de manera independiente en grupos de música.

“Mi papá no quería que fuéramos músicos, prefería que sacáramos carrera, pero no fue así. La música ya la traemos en la sangre y aunque uno quiera otra cosa, se dedica a eso que ya tiene […] la música es muy bonita, pero también tiene sus contras: desveladas, malpasadas, lluvias, calor… Todo eso lo tenemos que vivir”, dice.

Un grupo de mariachi cobra alrededor de 2 mil y 4 mil pesos por tocar en una fiesta o algún evento. En el caso de Joaquín, su grupo musical está compuesto por nueve personas, que deben estar disponibles las 24 horas. 60 minutos valen 3 mil pesos y las serenatas están a 2 mil.

“Hay temporadas altas y hay temporadas bajas. Es difícil decir cuánto ganamos, porque depende, es muy variable […] lo menos que he sacado ha sido 200 pesos por persona en una sola noche. Nos puede tocar una o dos eventos en un día o hasta cinco, es difícil de decir, porque las ganancias las repartimos entre todos. Por evento podemos sacar entre 300 pesos o 200, depende”, comenta.

La mejor temporada para los mariachis, es sin duda, el mes de diciembre. Joaquín explica que durante este mes, los paisanos de norte acostumbran a visitar a su familia para pasar las fiestas navideñas y el fin de año; además, las bodas, los bautizos y las primeras comuniones también se realizan en esta temporada.

El festejo de los músicos, inició desde ayer con el canto de las mañanitas a la patrona Santa Cecilia. En la explanada de la plaza, existe un altar dedicada a ella que todos los días del año, a excepción de hoy, se mantiene cerrado. El día de los músicos, el altar está repleto de flores y sobre una mesa de madera cubierta con un mantel blanco, hay escapularios y fruta presentada como ofrenda.

La tradición de la familia Sánchez también incluye a sus dos hijos. La más grande toca el piano y aunque a su padre le gustaría que tuviera una carrera, en parte también le gustaría que se dedicara a la música. Su hijo más chico, tiene dos años y desarrolló parálisis cerebral a raíz de un accidente, motivo por el que su padre duda que pueda dedicarse a la música.

“Primero me gustaría que mi hija sacará la carrera, porque para las mujeres es más difícil. Digamos que uno como mariachi, tiene que llevarse con mucha gente y después en las fiestas ya están tomados, y se le echan a uno encima. En casos extremos, nos quieren hasta golpear; pero todo eso, es parte del oficio. Uno tiene que aprender a lidiar con eso”, dice.

Los inicios de Joaquín en la música, fue en el coro de una iglesia. A partir de ahí, aprendió solo y únicamente tomó clases de violín con su hermano, porque ser el instrumento más difícil de ejecutar debido a la técnica.

“Tú no puedes poner tiempo límite a un instrumento, porque siempre estás aprendiendo nuevas cosas. Tienes que aprender siempre, es como las matemáticas, no tiene fin y sigue y sigue, sigue… hasta que te den tus facultades. No hay instrumento fácil, todos tienen su chiste. Lo importante es no dejar de practicar”, dice.

Los asistentes al igual que los músicos, esperan a que sea la una de la tarde para dar inicio al Festival con el grupo Queretanos, después de ellos, tocarán dos grupos de huapango, dos mariachis provenientes de Celaya, Guanajuato y el último número, es una banda proveniente de La Cañada.

No obstante, Joaquín se deberá de retirar antes de las ocho, debe continuar trabajando.

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