Ivonne Méndez tiene 28 años, es originaria de Tlacolula de Matamoros, Oaxaca, y desde hace poco más de diez años cambió su residencia a la capital queretana. ¿La razón?, la inseguridad que vivía —y vive— su estado desde hace muchos años.

En medio del bullicio de uno de los laboratorios de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), Ivonne comparte con EL UNIVERSAL Querétaro algunos de los pasajes más importantes de su infancia, adolescencia y de las razones por las cuales decidió establecerse en esta entidad y convertirse en una nueva queretana.

Alrededor, los futuros ingenieros se pasean con sus batas de un lado a otro, como si se les fuera la vida en ello. Llevan y traen herramientas, materiales e instrumentos que servirán para realizar sus investigaciones. Entre el ruido de máquinas y el golpeteo de materiales, Ivonne se abre paso para ingresar a una oficina en la que comienza a compartir detalles de su pasado y de su nueva vida.

Es licenciada en Comunicación y Periodismo por la UAQ, a la que le agradece todo: su formación profesional y el haber encontrado el amor entre sus pasillos.

Salió de Oaxaca en 2006, un año muy complicado y que registró fuertes movimientos sociales, en los que la Asociación Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) fue protagonista de una serie de violentos enfrentamientos en contra del entonces gobernador Ulises Ruiz Ortiz, de quien pedían su salida.

A unos 20 minutos del municipio de Tlacolula de Matamoros —uno de los 570 ayuntamientos que integran este estado—, se encuentra la capital. Los padres de Ivonne decidieron que era la mejor opción para que ella estudiara la secundaria y preparatoria, después de cursar la primaria en su pequeña comunidad.

En aquel 2006, faltaba poco para que ella concluyera la preparatoria. En ese entonces, apenas se atrevía a conducir el auto que sus padres le prestaban. Un día mientras se dirigía a su escuela, sorteando barricadas, tuvo que detenerse repentinamente cuando vio a varias personas huir desesperadamente. Frente a ella, un grupo de sujetos detuvieron un vehículo del transporte público, lo voltearon y le prendieron fuego.

“Oaxaca parecía una zona de guerra. Iba con unos amigos. Cuando pasó esto fue impactante, sí me asusté. Esa situación fue catastrófica para Oaxaca en cuestión de seguridad y educativa, por eso decidí salir y venirme a Querétaro”.

Las historias de violencia, inseguridad, asaltos, secuestros y extorsiones se volvieron cada vez más comunes, cada vez más frecuentes. “Se puso muy fea la situación”, recuerda.

Tenía claro que, una vez que concluyera el bachillerato, deseaba estudiar la licenciatura en Comunicación y Periodismo y el complicado entorno social fue determinante para que empezara a buscar alternativas fuera de Oaxaca. Su primera opción fue irse a la Ciudad de México, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la segunda posibilidad era la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.

Al final se decidió por la UAQ. Ayudó el hecho de que una de sus tías ya tenía algunos años radicando en San Juan del Río.

De piel morena, ojos grandes y expresivos, recuerda que la primera vez que conoció la ciudad de Querétaro le llamó la atención el ambiente de tranquilidad y la limpieza de sus calles. Fue inevitable compararla con la ciudad que dejó atrás. “Sí era para mí estar en Querétaro, me tenía que quedar en la UAQ y me quedé”.

Así, con 18 años de edad, el 2006 fue el año en el que se atrevió a salir de su comunidad para cambiar su destino y llegar a Querétaro para convertirse en una profesional.

El primer paso

“Tlacolula no es el mundo, salgan”, es uno de los grandes consejos que Ivonne recuerda de sus padres. Una recomendación fuera de lo normal si se toma en consideración su entorno social y cultural, en el que un porcentaje alto de la población de su comunidad nunca sale de su lugar de origen y, mucho menos, una mujer.

“Creo que venir de una comunidad de Oaxaca y atreverte a ir a la capital [del mismo estado] aun cuando está muy cerca, es un paso muy importante, porque muchos deciden quedarse y no salir de ahí”, dice.

Hace una pausa profunda para hablar un poco más de doña Inés, su madre, quien dice, fue la primera mujer de su familia que se atrevió a buscar otros rumbos “para buscar algo diferente”. Era originaria de la mixteca oaxaqueña y con ese espíritu guerrero, atrevido y emprendedor llevó a sus hermanos a Tlacolula e incluso los apoyó con sus estudios.

Doña Inés , indica, era enfermera y en algún momento, junto a su esposo Marcelo, fue comerciante. La forma de ser de su madre marcó la personalidad de Ivonne, ya que desde muy pequeña la enviaban a la capital oaxaqueña a tomar diversos cursos.

“Me subía al taxi o camión con siete años y me mandaba a hacer cursos. Muchos se sorprendían que me mandaran solita a la capital; eso me hacía sentir bien, me sentía grande. Iba a la Casa de la Cultura a hacer natación, atletismo, danza contemporánea o computación”, comenta.

Quizá por esto siempre tuvo la certeza de que quería hacer algo más, estudiar en un lugar distinto a Oaxaca y la inseguridad terminó por detonar esta intención.

Nueva etapa

Después de aprobar el examen de admisión a la UAQ, Ivonne comenzó una nueva etapa en su vida. Con el apoyo de sus padres, aceptó los retos que le marcaría Querétaro.

Así llegó el año 2009. Mientras estaba inmersa en sus actividades académicas cotidianas, ocurrió un hecho que marcaría su vida y la de su familia: su madre murió, víctima de un grupo de sujetos criminales, quienes —lamenta— ya se encuentran en libertad después de un breve espacio en la cárcel.

Ivonne no habla mucho sobre este suceso, quizá porque aún duele haber perdido a su madre en esas circunstancias; no obstante, dice que, cuando se sienta lista para ello, escribirá detalladamente todo lo que sucedido, un poco para dar voz a las cifras, a los fríos números de desaparecidos, secuestrados y violentados del país, porque “atrás de cada número y de cada cifra hay una historia, hay una persona”.

Después de este hecho, su padre y su hermano Roberto tomaron la decisión de salir de Oaxaca y seguir los pasos de Ivonne, para comenzar una nueva vida también en Querétaro.

A pesar del dolor y de la ausencia, logró terminar la licenciatura en Comunicación y Periodismo en la UAQ. Logró concluir una maestría en Diseño e Innovación en la misma Universidad e inició la carrera de Artes Visuales en la Facultad de Bellas Artes, a la que ha puesto una pausa por cuestiones laborales.

Actualmente trabaja en el Departamento de Diseño e Innovación de la Facultad de Ingeniería, en donde se desarrollan proyectos financiados por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la propia Universidad.

Roberto, su hermano, estudia música, también en la UAQ, lo que significa que su vida familiar gira en torno a esta institución, algo que la hacer sentir comprometida y, al mismo tiempo, agradecida con su alma mater, por lo que intenta en todo momento retribuir con su esfuerzo y dedicación.

“La Universidad es mi casa, me ha dado la oportunidad de crecer personal y profesionalmente y, sí, quiero devolverle algo a Querétaro, a la Universidad y también algo a Oaxaca”.

Tímidamente habla de su pareja, Gerardo, quien es originario de Zacatecas y desde hace tres años también decidió vivir en el estado.

“Jamás pensé coincidir con alguien que no tuviera una formación similar a la mía. Siempre dije que norteño, peludo y que escuchara banda no era para mí y, mira, aquí estamos, juntos desde agosto de 2015”, cuenta echando una mirada cómplice a Gerardo, quien la acompaña.

Puerta de posibilidades

Gerardo tiene 26 años, nació en Hacienda Nueva, a unos 15 minutos de la capital del estado de Zacatecas. Es Ingeniero Civil, egresado de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Vive en Querétaro desde el 2013, año en el que también decidió salir de su lugar de origen para estudiar la maestría en Vías Terrestres en la UAQ.

Los motivos que tuvo Gerardo son muy similares a los de Ivonne: la inseguridad y la violencia, aunque en esta parte de la república son propiciados por los potentes y peligrosos cárteles de la droga que dominan la zona.

La falta de oportunidades para encontrar un empleo provoca que los jóvenes se sientan atraídos por grupos criminales para distribuir y vender droga y “ganar dinero fácilmente”.

Gerardo lamenta que esto se haya convertido en un estilo de vida entre los zacatecanos, quienes incluso fanfarronean si pertenecen a tal o cual célula del crimen. “Me tocó ver convoyes de 10 o 15 camiones armados a plena luz del día y ¿tú que haces?, sólo agachar la mirada y seguir de frente. Vivir en una ciudad donde tienes miedo, yo creo que no es vivir”.

Ahora, Ivonne y Gerardo comparten espacios, intereses, objetivos y proyectos comunes en su nueva ciudad, Querétaro, esa que los ha acogido, les ha abierto las puertas y en donde han encontrado posibilidades de desarrollo. En ella han decidido establecerse de forma permanente y a ella quieren aportar lo mejor de sí mismos, para agradecer y retribuir de alguna manera.

“Muchos de los que llegamos a Querétaro queremos triunfar. Salimos por algo y llegamos por algo, sería importante no perder de vista eso y traer las cosas buenas de los lugares de los que venimos e impactar positivamente en los demás, para hacer comunidad”, señala Ivonne. Y ha empezado a hacerlo, pues es parte de un grupo multidisciplinario de estudiantes y académicos que impulsan el programa Humui 1+ Todos, que con una aplicación móvil busca crear conciencia e incentivar la participación a través de pequeñas acciones; la recompensa son “monedas sociales” y la satisfacción de contribuir a la construcción de una sociedad mejor.

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