En silencio, solo, pensando en sus necesidades y las de la Estancia del Migrante González y Martínez, Martín Martínez, su fundador, sube cajas de alimentos a una camioneta ya con algunos ayeres. Víveres que diferentes tiendas le donan a través del Banco de Alimentos de Querétaro.

La pick up, dice Martín, fue donada por una organización alemana de médicos, junto con otra unidad en 2012. Le es útil para ir a las tiendas de San Juan del Río que apoyan su labor de ayudar a los migrantes en el camino, aunque moverse en la misma también es costoso, pues es un vehículo grande.

Por las mañanas, la Estancia del Migrante luce vacía. Una patrulla municipal de Tequisquiapan vigila la zona. Los oficiales afirman que los migrantes, a su paso por la localidad, no se meten en problemas y que son muy tranquilos, solo están unos días u horas y siguen su camino hacia Estados Unidos.

Una vieja locomotora que vio mejores tiempos también vigila la vieja estación Bernal, donde se hace mención que para México son 204 kilómetros, mientras que para Estados Unidos son más de mil los kilómetros por recorrer.

La Estancia del Migrante se ubica a un costado de la vías del tren, lugar estratégico para ayudar a los migrantes que vienen de Centroamérica y cruzan de sur a norte el país en búsqueda del sueño americano.

Los ladrillos de este refugio tienen escritos los nombres y fechas del paso de migrantes, además de su nacionalidad. Son un registro, una bitácora del paso de los migrantes, pero además son una prueba de vida, por si algún paisano, un familiar o un amigo, a su paso por ahí lee el mensaje y así pueda saber que a pesar de los peligros del camino, su ser querido sobrevive.

Para sostener a la Estancia del Migrante se necesita de mucho apoyo. Martín señala que en un inicio, hace 16 años, él y su familia ponían de su dinero para solventar los gastos, pero con el tiempo aumentó el número de migrantes y fue imposible, por lo que recurrieron a pedir apoyo de diversas organizaciones. Martín, en la pick up recorre las tiendas de cadenas comerciales, “de lunes a sábado, es el recorrido en las tiendas de San Juan del Río. Es un donativo manejado por el Banco de Alimentos de la Ciudad de Querétaro, es lo fuerte que tenemos para asistir en esta problemática”, explica.

A pesar de que el domingo no recorre las tiendas, acude a la parroquia de Colón, donde el padre Mario González, presidente de la Asociación Civil, trabaja en la sensibilización de la grey que, dice, responde muy bien al llamado de ayudar a los migrantes.

Camisa de manga corta, jeans y tenis, es el atuendo del hombre que hace dos años ganó la Medalla de Honor a la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos Nelson Mandela, que otorga el Congreso del estado.

La batea de la camioneta luce a medio llenar, aunque en su interior van varias bolsas grandes de pan, recipientes de aceite, cajas de jugos, refrescos, entre otros alimentos que por la tarde, junto con 19 voluntarios, se ofrecen a migrantes que pasan por esa zona de Querétaro en su peregrinar a Estados Unidos, la tierra prometida.

Las instalaciones de la Estancia del Migrante junto a las vías del tren son apenas unos cuartos, pero cuentan con un albergue, donde pueden atender de mejor manera incluso a mujeres que viajan con sus hijos, algunos de apenas unos meses de edad. Asimismo, llegan a recibir a adultos mayores que se arriesgan a viajar los más de dos mil 600 kilómetros que separan a Centroamérica de Estados Unidos.

“La Estancia a un lado de las vías es sólo como un centro de acopio, para operar cerca de las vías. Pero tenemos un lugar para que pasen la noche o se queden uno o dos días”, abunda.

Mientras carga la camioneta con alimentos, algunos en buen estado, pero que por políticas de las cadenas comerciales ya no pueden estar en los pisos de ventas, comenta que en coordinación con organizaciones amigas del estado de Hidalgo, con el que mantiene comunicación, se coordina para saber cuántos migrantes pasarán, a qué hora y en qué tren, por lo que ya tienen listo el apoyo que van a ofrecer a hombres, mujeres y niños que viajan en los vagones del tren. “Ya sabemos los tiempos y recorridos y ahí estamos. Si es a la una o las dos de la mañana, que es cuando normalmente paran los trenes aquí, se aprovecha ese momento para abastecer de alimentos”, subraya.

El “bip, bip” de los montacargas de la tienda se escucha atrás de Martín. La actividad de carga y descarga en el andén no para. Los empleados del segundo turno llegan y ven a Martín con curiosidad. Los que lo conocen ya saben a qué va. Los demás se marchan con la duda.

La afición al Cruz Azul no se niega ni se oculta. Por todos lados la camioneta evidencia que su conductor le va a La Máquina, al equipo de La Noria. Incluso al interior de la misma algunos escudos de ese equipo aparecen.

De sol a sol

Precisa que en la estancia no hay descanso, pues como puede abrir a las 10:00 horas y cerrar a las 22:00, puede ser que esté hasta altas horas de la madrugada, en espera de los migrantes. “Tengo que salir a las siete y media, ocho de la mañana, para alcanzar a hacer el recorrido (por las tiendas). Inmediatamente después de que se hace el recorrido, como a la una y media, llegamos y separamos los productos. Hay unos que ya están dañados, algunos ya no sirven, el pan hay que separarlo, o hay que cocinar”, explica.

Agrega que en estos días el albergue está vacío, pero no por eso no debe de ayudar, pues los migrantes pasan durante todo el año. Al sitio de hospedaje muchas veces llegan familiares de los migrantes por ellos. Son personas que ya la libraron, que ya llegaron a Estados Unidos y saben que su familiar está en México, en un lugar que se llama Tequisquiapan y acuden por ellos, para llevarlos con mayor seguridad a aquel país.

No son criminales

Marín lamenta que en los últimos años la criminalización de los migrantes haya aumentado, pues aunque de siempre se les ha visto de esa manera, los ataques mediáticos han ido en aumento. “En Querétaro la imagen de los migrantes es una imagen de criminales. Ahí el gobierno ha dado pie a eso. Son personas que no son delincuentes. El único delito es pasar por México”, enfatiza. Señala que incluso en Tequisquiapan dicen que todo lo malo que pasa es culpa de los migrantes, cuando en realidad no hay casos registrados de migrantes extranjeros que hayan violado la ley.

Destaca que los migrantes sólo buscan un poco de alimento, agua, ropa y medicamentos para seguir su camino, pero a tal grado ha llegado la criminalización que los acusan de que son quienes roban los trenes.

Manjares del camino

Martín señala las latas de refrescos y explica que en Honduras, por ejemplo, un refresco en lata cuesta lo equivalente a 50 pesos mexicanos, por lo que es valorada por los migrantes, que no suelen consumirla con regularidad.

Añade que los panes en Honduras son más pequeños, como los minis que se venden aquí, por lo que una pieza de pan también es valorada. Ni se diga un pastel, pues en Centroamérica sólo los consumen en temporadas muy especiales, como Navidad. Puntualiza que falta mucho por hacer a favor de los migrantes en México, pues son pocas las personas comprometidas con esta causa, que todos los días salen a apoyarlos, a brindarles comida y un refugio, además de ropa y un fármaco para sus males.

Martín sube a la camioneta y se dirige a Tequisquiapan. Apenas es la primera parte de su jornada, que se puede prolongar 14 horas o más, de las cuales tendrá sólo unas cuantas para descansar.

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