La sociedad debe de romper con el estereotipo de que los transgéneros solamente se dedican al sexoservicio, el trabajo en estéticas y espectáculos travestis. La comunidad transexual debe de comenzar a tener una visibilidad en otros espacios, como los educativos, afirma Ilsa Aguilar Bautista, primer mujer transgénero reconocida en Querétaro.

Socióloga de carrera, Ilsa, de 26 años de edad, sentada en una banca del Centro Cultural “Manuel Gómez Morín”, dice que le ha tocado vivir en carne propia la discriminación, pues en dos empleos tuvo episodios que vulneraban sus derechos humanos.

La primera ocasión, narra, fue cuando trabajaba en una cadena de cines, antes de iniciar su cambio de género, pues le “recomendaron” cortarse el cabello, lo cual no sólo rechazó, sino que además denunció ante la Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred). Posteriormente, en una institución bancaria también sufrió segregación, pues no le dejaban usar el baño de mujeres.

Fue a los 17 años de edad, cuando le diagnosticaron ser portador del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), que se inició también en el activismo. “Sabemos que el VIH se transmite por tres vías: sexual, sanguínea y perinatal. Adquirí el VIH por tener relaciones sexuales de riesgo. Esto habla de las vulnerabilidades de las que somos objeto las personas transexuales, o al menos de las que fui objeto”.

Agrega que “ví las relaciones sexuales como un punto de afectividad y empecé a refugiarme en ello. Por eso no exigía el uso del condón. Ya esto lo he trabajado y lo he dicho en varios espacios de sensibilización de VIH. Fue un momento que me acercó a grupos de autoapoyo”, pues a nivel institucional no había atención.

Explica que todas estas experiencias la fortalecieron, al ver la relación que tenía la discriminación con la violación de sus derechos humanos, lo que la motivó a ingresar a la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), cuando tenía 21 años de edad.

“La universidad fue como el espacio para mí mucho más sencillo, más fácil, de tener una transición más marcada, porque fue cuando comencé con mi tratamiento de reemplazo hormonal. Posteriormente, estaba por terminar mis clases en la universidad, me acerco al Registro Civil, a finales de 2013, a solicitarles que modifiquen mi acta de nacimiento”, indica.

Así, comienza una batalla legal por tener su documento con su nueva identidad, para dejar de ser Salvador y ser Ilsa. Pasaría un año para que pudiera obtener su acta de nacimiento. Después, el cambio de todos sus otros papeles fue más sencillo, incluso obtener su título como socióloga por la UAQ.

Asevera que Querétaro como ciudad crece día a día, que interpreta como una señal de que los queretanos quieren que la capital y el estado sigan creciendo, pero ese desarrollo no debe ser sólo en lo económico, ya que se tiene que crecer también en lo social.

Dice que la prioridad para la comunidad transexual es tener un reconocimiento legal, para que sean visibles jurídicamente, “para que cuando vayamos a tocar puertas laborales, no nos estén negando el uso del baño de mujeres, por ejemplo, a las mujeres transexuales porque su identificación dice que es hombre”.

Comenta que a pesar de contar con la capacidad y talento para desarrollar un determinado trabajo, aún persiste la discriminación laboral, alimentada por los referentes culturales, por lo que deben de cambiarse estas etiquetas. “Tenemos que generar referentes culturales que comiencen a vernos a las personas transexuales en otros espacios que no sean sexoservicio, estéticas o espectáculos travestis. Además, el reconocimiento legal de la identidad le da seguridad a las demás personas”.

Agrega que la legalidad y el reconocimiento de estas identidades no heterosexuales es importante, para evitar la discriminación que se presenta en la sociedad y en algunos círculos.

“Cuando se reconocen los derechos de una persona, se reconoce que la vida de la misma es valiosa. Lo legal nos da la posibilidad de decir: esta vida es posible, y por lo tanto le vamos a dar herramientas para su desarrollo”, acota.

Ilsa dice no tener problema con las definiciones, pues al hacer un cambio de sexo en sus documentos se siente reconocida, aunque la ley solo contempla dos sexos. Indica que “Ilsa” nació en su pubertad, cuando comienza a notar sus preferencias, así la identidad de género se fortalece.

Apunta que el cambio de sexo respondió a prácticas de discriminación, pues “el hecho de tener una categoría de hombre en mi acta de nacimiento, y que ese era el trato que se me estaba dando, pero no me ajustaba a esa categoría, motivaba el señalamiento, las burlas. Siempre estaba esa exigencia de cumplir con el rol de ser hombre”.

Al no cumplir con ese rol, explica, se construye esa categoría de transexual, para cambiar de sexo y género.

Falta atención médica para sector. Por otro lado, dice que desde el punto de vista médico, tampoco cuentan con el apoyo para realizar los tratamientos adecuados cuando deciden llevar a cabo tratamientos de reemplazo hormonal, que orillan a la automedicación, con consecuencias negativas a la salud. “Los espacios de salud no ofrecen programas específicos de atención para personas trans. Si quieres iniciar tu tratamiento en Querétaro, por ejemplo, tendrías que ir a un médico privado, un endocrinólogo, o automedicarte”, sostiene.

Asimismo, las cirugías también son un punto de alarma, pues se hacen tratamientos clandestinos, al recurrir a aceites y otras sustancias que dañan el organismo y minan su salud.

Precisa que lo más cercano a atención para la comunidad transexual, es un programa que se lleva a cabo en la clínica especializada Condesa, en la Ciudad de México, pero en Querétaro hace falta atención especializada para darle seguimiento a los tratamientos hormonales.

Añade que esto es muestra de nueva cuenta de la vulnerabilidad en la que viven los transexuales, pues no hay respuesta de las autoridades gubernamentales, por lo que prácticas discriminatorias prevalecen.

Además, puntualiza, que las personas no heterosexuales, que incluye a las transgéneros, son visibilizadas en la nota roja de los diarios, de manera desvalorizada, lo que deja de lado que detrás está la vida de una persona.

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