María del Consuelo Hernández de la Cruz se considera una persona con suerte a pesar de que la vida no le ha mostrado la mejor de sus caras en ciertos momentos de su vida. Sin embargo, para esta vendedora de lotería que en 37 años ha ofrecido billetes premiados, la fortuna siempre ha estado a la vuelta de la esquina.

“Sí [he tenido suerte]. No sólo para mí, para mi familia, porque todos, gracias a Dios, él se los ha llevado a rendir cuentas pero no con estas enfermedades tan graves de hoy. Esa es mi suerte, además de vender los premios”, afirma mientras sonríe.

Sentada en una pequeña silla de madera azul, siempre atenta y servicial, María del Consuelo espera que los clientes se acerquen y se lleven su “cachito” o mejor aún, la serie completa.

Un hombre, adulto mayor, se acerca y pide billetes “para el sorteo de hoy”. Selecciona: dos billetes de cada una de las terminación, y unos cuantos más, hasta juntar 16. Son 160 pesos, cada “cachito” cuesta 10 pesos, es el sorteo más barato. El más caro cuesta 50 pesos y se vende bien, explica.

Recuerda que en 1979 conoció a Joaquín Muñoz Lazcano, quien vendía billetes de lotería en la esquina de 16 de Septiembre y Juárez, e hicieron una buena amistad.

“Luego este señor, grande de edad, se enfermó y no tenía familia en Querétaro. Cuando lo operaron lo acompañé al Seguro Social y después me lo llevé a mi casa para cuidarlo. Después dijo que ya no quería vender y le informó al secretario general de la Unión de Billeteros, a través de una carta firmada por él, donde le decía que me dieran su mercancía”, señala.

“¿Cuál tiene para hoy”, pregunta un hombre mayor a María, quien responde que son los billetes de la orilla de su puesto, formado por una red de alambre donde coloca las series, mientras que en un pequeño banco pone sus cosas, como una libreta y otros objetos personales.

María, de 73 años, dice que está solita pues su marido y sus dos hijos fallecieron. Uno de sus hijos, comenta, chiquito, mientras que el otro ya adulto, aunque joven. El único familiar vivo que tiene es su hermana mayor, de 87 años.

“Mi hermana llegó a Querétaro de cinco años de Tierra Blanca, Guanajuato, yo nací aquí. Mi hermana ya casi es queretana”, dice. Responsable, sostiene que en este trabajo no se descansa a excepción de los 16 de septiembre, 25 de diciembre y 1 de enero. Trabaja diario, pues en la semana hay cuatro sorteos.

Su jornada inicia a las 11:30 horas y termina a las 19:00 horas, depende del tiempo, pues si se presenta la lluvia se retira antes.

Orgullosa, afirma que ha vendido siete premios, uno de una cantidad millonaria cuando aún no se le quitaban los tres ceros al peso, en 1992. Después, en 1997, vendió un billete que ganó 2 millones de pesos.

“Nada más una persona, en 2009, me dio 10 mil pesos, pero ese dinero apenas me cayeron al centavo, pues en esa época operaron a mi hermana y la había inscrito al seguro, entonces lo use para eso. Gracias a Dios me sirvió. Fue el único, porque de los otros ‘cachitos’ nadie vino y se vendió toda la serie”, explica.

Clientes fieles

Apunta que aunque se vende bien la lotería, la mayoría de sus clientes son adultos mayores, de edad media; muy pocos jóvenes. Piensa que es porque no les gusta, o que juegan por tradición familiar, ya que sus padres compraban lotería.

Señala que para atraer a los jóvenes la Lotería Nacional lanzó un sorteo cuyos “cachitos” cuestan 10 pesos, para que le llamara la atención a las nuevas generaciones, pero ha sido poco el éxito del mismo, no así entre los tradicionales jugadores, que lo compran a la par que los sorteos cuyos billetes son más caros.

Precisa que Querétaro, a través de los años, ha cambiado, pues hay más habitantes, aunque muchas de las personas que llegan vienen a “hacer maldades”, aunque dice que en cualquier lado hay inseguridad.

Una mujer mayor se acerca y pregunta por los sorteos. María le dice que hay billetes para un sorteo el mismo día y para el domingo.

La mujer pide dos billetes “para hoy y dos para el domingo”. Elige la terminación de sus billetes que, de acuerdo a la tradición, siempre se eligen de acuerdo a un acontecimiento especial, como el cumpleaños de un hijo, o nieto, aniversario de bodas, o un número que se considere de la suerte.

Se acerca un hombre de mediana edad. Observa los números y los sorteos y pide tres billetes. María toma las tiras y corta los “cachitos” los extiende al comprador que a la vez le paga con billete y espera el cambio, para retirarse, esperando que haya suerte.

Con emoción recuerda cuando conoció el edificio de la Lotería Nacional, en la Ciudad de México, y aunque iban a las asambleas de la Unión de Billeteros, nunca la habían llevado a donde se realizaban los sorteos, aunque no pudieron ver cómo se llevan a cabo los mismos pues fueron en la mañana.

Indica que sólo reciben como prestación el Seguro Social, pero no reciben incapacidad cuando enferman, pues ganan por comisión y no son asalariados.

Agrega que de salud, en términos generales, se encuentra bien. Explica que sólo presenta la pérdida de agudeza en un oído, para lo cual se atenderá para que le den un aparato, y una catarata en un ojo, que también espera atender a la brevedad.

“Sí, tengo mucha suerte. No nada más para mí, para mi familia, porque se han ido a rendir cuentas al creador así, porque la ley estaba escrita. Te vas a ir así y así, pero no con estas enfermedades de ahora (como el cáncer, VIH).

“Siempre le pido a Dios que nos libre de esos males, porque es muy triste para la familia y para el enfermo. Eso le pido a Dios, que a esas personas les ayude, les dé fortaleza, y pues yo, me siento sana”, puntualiza la vendedora de lotería más “suertuda” de Querétaro, quien a pesar de los trances en su vida, sabe que siempre pasará algo que ayude a sortear esas vicisitudes.

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