Tras la llegada de competidores como Uber y Cabify a Querétaro, el interés por adquirir placas de taxi bajó, coincidieron choferes y propietarios de taxis convencionales, al exponer que es más barato comprar un coche del año y afiliarse a una de las empresas que ofrecen servicio mediante aplicaciones.

Taxistas refieren que la entrada al mercado de estas plataformas impactó en la demanda de servicios por parte de los usuarios y generó un menor interés entre quienes, en algún momento, pensaron adquirir un juego de placas.

“Mucha gente, y yo estoy dentro de ese grupo, estamos con la idea de comprarnos un coche [para uso ejecutivo, porque el carro nos cuesta 190 mil pesos y las placas 350 mil, entonces, mejor me compro el carro. Yo en lo personal eso es lo que voy a hacer”, afirma Miguel, quien actualmente renta un juego de placas en 5 mil pesos mensuales.

En Querétaro, las placas de taxi se cotizan en el mercado negro desde 300 hasta 600 mil pesos y la renta de las mismas oscila entre 60 y 70 mil pesos anuales.

Miguel refiere que el precio promedio de placas a la venta va de 300 a 350 mil pesos, aunque por lo general quien las vende integra el precio del vehículo, ofreciéndolas “en paquete”.

“Te suben las placas a medio millón de pesos porque no te las venden solas. Te las venden con todo y carro. Los 350 mil pesos es el precio neto de un juego de placas, pero regularmente el que te las vende no se queda con nada. Por eso se incrementa”, expone.

Y añade: “Por lo regular son carros en muy mal estado, que tienen muchos años de trabajo. Un carro que a lo mejor cuesta 30 mil pesos te lo dejan caer en 100 mil, pero la bronca es que el que quiera placas se las venden con todo y carro. Casi nadie te vende las placas solitas.”

El vehículo que conduce Miguel es propio; sin embargo, por utilizar las placas de alguien más eroga 60 mil pesos cada año, que equivalen a una renta mensual de 5 mil pesos, el promedio que pagan quienes trabajan bajo este esquema. Hay quienes pagan este monto mes con mes y otros que lo liquidan cada año, dependiendo las condiciones de cada contrato.

Regulación

Uber inició operaciones en la Zona Metropolitana de Querétaro en junio de 2015 y al mes siguiente Cabify abrió su sistema. Inicialmente, el gobierno estatal declaró ilegal la operación de estos servicios e incluso procedió a confiscar unidades, para posteriormente iniciar con la regulación de los mismos.

En este proceso taxistas de diversas agrupaciones manifestaron su rechazo ante lo que consideraron una competencia desleal, realizando diversas protestas en plazas públicas de la ciudad. Se denunció que la operación de estas aplicaciones redujo los ingresos de los taxistas tradicionales entre 20% y 40%.

El 7 de abril de 2016, el Congreso local modificó la Ley de Movilidad estatal, permitiendo la operación de servicios de transporte privado de pasajeros. Se estableció que, a fin de prestar este servicio, la vida útil de los vehículos no debería ser mayor a cuatro años; los permisos tendrían una periodicidad anual y un costo aproximado de 4 mil pesos, y los operadores de los mismos se harían cargo de un seguro a terceros, registrando el servicio ante el Instituto Queretano de Transporte.

Nuevo servicio

Darío tuvo contacto con Uber y Cabify en la Ciudad de México y, posteriormente, en Querétaro. Antes de que surgieran estas aplicaciones, trabajó tres años como taxista.

Considera que el éxito de estas plataformas en ciudades como Querétaro obedece a un servicio de taxi caro y deficiente; por lo que se debe promover un control tarifario, autos en buen estado y localización de vehículos vía satélite.

“Habrá algunas excepciones, pero en Querétaro el servicio de taxi es muy caro y malo. Un taxi amarillo te puede llegar a cobrar diferentes tarifas por un mismo trayecto. En el caso de las aplicaciones, al menos en el caso de Cabify, la tarifa es fija. En Uber es variable en relación con la demanda y disponibilidad que haya en la zona. Si tú me preguntas por qué tienen éxito estas aplicaciones, te diría que por la simple y sencilla razón de que estás viendo quién te lleva y cuánto es el estimado que te va a cobrar”, sostiene.

Expone que el ingreso a estas aplicaciones no implica un costo para los interesados; no obstante, los vehículos son sometidos a revisiones visuales y mecánicas, con las que se corrobora que están en óptimas condiciones.

Detalla que, en ambos casos, se aplican exámenes psicométricos a los choferes, prueba que en Uber tiene un costo de 500 pesos, el cual se liquida en varios pagos.

“Haces un examen de 50 preguntas en relación a tus gustos y preferencias. Uber cobra. Cabify no, te manda el link de un portal de recursos humanos donde te aplican el reactivo”.

Ingresar un vehículo, en el caso de Uber, podría tardar menos de un mes y hasta tres o cuatro meses en el caso de Cabify.

“Uber no te pide nada más que el coche se tratable. Cabify sí te pide corbata, camisa y una atención de cinco estrellas, porque con base en el trato que le des al cliente y la calificación que tú obtengas puede ser que te llegue un bono de mil o de mil 500 pesos”, dice.

Estas aplicaciones se manejan por metas diarias y descuentan a sus socios un porcentaje que, en ambos casos, ronda la quinta parte de lo que registra cada vehículo inscrito.

Indica que si al final del día reúnes mil pesos, 20% es de Cabify o Uber y del resto se debe considerar la manutención del vehículo y gasolina. El excedente es la ganancia o utilidad.

Las metas oscilan en mil pesos diarios, pero para lograr esta cantidad los conductores deben laborar largas jornadas.

Él, por ejemplo, debe trabajar entre 12 y 16 horas diarias y, con ese desgaste físico, reconoce que es probable que en algún momento dado pueda ocurrir un accidente por el cansancio. Refiere que hay compañeros que utilizan sustancias para poder rendir lo necesario.

“Para un taxi amarillo es muy sencillo llegar a esa base, porque no tiene quién verifique cuánto es lo que se cobra a los clientes durante un día; en el caso de una aplicación no. La situación laboral de Cabify es muy dura. Son muchas horas las que tiene que pasar un conductor Cabify para lograr una meta”, agrega.

La principal ventaja que el conductor encuentra entre un servicio y otro es la parte de la seguridad. Destaca que a través de estas aplicaciones se identifica al cliente, disminuyendo el riesgo de ser víctima de un asalto.

Para Darío nunca fue viable hacerse de una concesión de taxi por los altos costos que se manejan: “Es carísimo poder hacerte de un título de concesión y de unas placas de taxi. Te están vendiendo prácticamente un carro”.

Mercado negro

El mercado negro de las placas de taxi siempre ha existido, en razón de que regularmente las concesiones son otorgadas a gente vinculada con el gobierno en turno, señala el analista legislativo Héctor Parra Rodríguez.

Afirma que hay quienes han capitalizado las concesiones, siendo éste un problema de fondo que no ha querido resolver la autoridad.

“El problema es que siempre se ha tolerado el mercado negro y no se hace la investigación correspondiente para saber quiénes son los que hacen negocio con concesiones que son públicas. Las autoridades no han querido regular para que no haya la concentración de concesiones en unas cuantas manos y esto hace que el mercado negro pueda darse con facilidad. Algunos, sexenio a sexenio, reciben como obsequio una concesión y terminan vendiéndola en este mercado a 300, 400, 500 y hasta 600 mil pesos”.

Agrega que la autoridad se hizo de la vista gorda permitiendo la inclusión del servicio ejecutivo. Considera que Uber y Cabify operan fuera de la ley y, bajo el argumento de prestar un servicio entre particulares, el gobierno los deja hacer negocio “campechanamente”.

Sostiene que estas compañías, con cobertura internacional, han invadido diversos países y, en México, varios estados, como Querétaro.

“El dueño de la plataforma se convierte en patrón y todo aquel que tenga un vehículo se debe sujetar a sus condiciones; son ellos los que deciden quién entra. El transporte privado sigue siendo ilegal, porque no existe la disposición jurídica que así lo contemple y en la Constitución se establece que el transporte público es regulado por los gobiernos de los estados. Aquí es donde la autoridad ha sido tibia y, desde el sexenio pasado, se ha lavado las manos. No ha querido poner solución a ese problema.”

Apunta que, ante el crecimiento irregular de la población, principalmente en la zona conurbada, la demanda de servicios de transporte sigue siendo basta, por lo que no resulta sencillo terminar con el mercado negro.

“Aquel que dice yo ya no quiero mis placas, las voy a vender, tranquilamente las vende en este mercado negro y el que gana es un tercero, con una concesión que otorga el gobierno”.

Taxis: una necesidad

Además de pagar 60 mil pesos cada años por placas de taxi, Miguel “N” debe pagar 10 mil pesos por el refrendo vehicular y 300 pesos del curso que les solicita la autoridad.

“La ventaja del Uber es que sacas tu carro y lo pones a trabajar de volada, con menos inversión. Vas y abres tu crédito, pagas tu mensualidad de 5 mil pesos y te genera mucho más ingreso. En el taxi normal tienes que tener medio millón a la mano para poder empezar”.

Asegura que, pese a ello, hay gente que sigue comprando placas, pensando en que son una inversión: una especie de patrimonio.

Miguel no ve como escenario posible que a futuro dejen de circular los taxis tradicionales, pues se trata de un servicio de primera necesidad. Finalmente, el transporte público es lo que “mueve a la raza” y no hay manera de que desaparezca algo que la gente necesita.

“Le estarías quitando el medio de transporte a la gente. Querétaro está creciendo en desmedida, está llegando gente a lo cañón y toda la gente necesita transporte. Es más fácil que lleguen más métodos de transporte a que se quiten los taxis amarillos”, concluye.

Google News

TEMAS RELACIONADOS