“La finalidad de nosotros, como ciegos, es tener un trabajo digno, porque cuando tenemos la discapacidad nos discriminan afuera, no tenemos un empleo tan fácil”, afirma Carolina Olvera, quien hace dos años formó el Instituto de Capacitación para Personas con Discapacidad AC, además de sostener un local donde se brindan distintos tipos de masajes por personas con esta discapacidad, quienes obtienen así ingresos para mejorar su calidad de vida.

El local, ubicado en Plaza de las Américas, anuncia desde su puerta que los masajes son dados por personas con discapacidad visual.

Al interior, una acogedora sala de espera recibe a los clientes, quienes pueden optar por masajes deportivos, digestivos, antimigraña, antistrés, relajante, reductivo, entre otros.

Carolina, mujer de no más de 35 años de edad y quien padece debilidad visual de nacimiento, es la mente detrás de la idea, la cual surgió ante una necesidad de tener ingresos, pero también de apoyar a los demás.

“Tristemente, aunque sepamos, en este caso la masoterapia, que estudiamos por cuatro años, y aunque teníamos los documentos del certificado y demás, al desplazarnos a buscar trabajo en los spa, se nos cerraban las puertas, porque aunque somos débiles visuales y alcanzamos a ver un poco; ante la sociedad somos ciegos. Desafortunadamente muchas personas tienen la idea de que los ciegos no servimos para nada, que solamente estorbamos”, indica.

Por ello, narra, hace cuatro años comenzó a trabajar pidiendo apoyos en asociaciones para poder fundar el instituto, con el propósito de apoyar a las personas ciegas y débiles visuales, y tras tomar los cursos —que para ellos sólo representan un cuota de recuperación menor— al cabo de un año puedan ofrecer masajes y desde sus hogares trabajar.

Carolina, mujer de tez y ojos claros, narra que nació con debilidad visual, lo que no sabía, pues pensaba que toda la gente veía como ella, además de no distinguir los colores, pues tiene atrofia del nervio óptico. Conforme pasaban los años su visión se fue haciendo más limitada. A la fecha sólo alcanza a ver a un metro de distancia.

Señala que en el local al día atienden en promedio a tres personas, aunque hay días que pueden ser hasta seis, a pesar de que la cultura de los masajes en el país no es amplia y se llega a malinterpretar. “Tiene propiedades muy benéficas que nos ayudan para diferentes enfermedades”, explica.

Asevera que la única herramienta que usan son sus manos, “a través del tacto, ya que perdemos la vista desarrollamos más el tacto, entonces empezamos a detectar cuando hay una contractura, alguna interferencia nerviosa que ocasiona un dolor en alguna parte de nuestro cuerpo, y es así como nos enfocamos”.

Comenta que cuando se empieza a perder la vista se quedan sin saber qué hacer, pero poco a poco sus otros sentidos se desarrollan más, como es el caso del oído y el tacto. Éste último les ayuda para la mosoterapia, donde con sólo poner las manos sobre la espalda pueden identificar donde hay contracturas musculares.

Sin embargo, la adaptación a una sociedad visual es complicada para ciertas actividades, apunta Carolina, quien refiere que el último curso que tomó lo hizo con personas que podían ver, por lo que tenía que buscar la forma de adaptarse a las clases.

Discriminación. Asevera que en términos generales la sociedad queretana es respetuosa de las personas ciegas y débiles visuales, aunque no falta quien los discrimine. Recuerda que en una ocasión, por el mercado de La Cruz se le cayó su teléfono, pero pudo ubicarlo en el piso y recogerlo. De inmediato se le acercó una joven que le dijo que se hacía “tonta, porque pasaba por ciega cuando sí podía ver”, a lo que le tuvo que explicar lo que era una persona con debilidad visual.

“No es fácil (vivir con una discapacidad), es un proceso muy largo. Hay que tomar ayuda psicológica para aceptarlo, porque ya una vez que lo aceptamos vienen las oportunidades, que quizá siempre estuvieron ahí, pero que no las veíamos, porque la depresión nos acaba”, abunda.

Los cursos, explica, no sólo se dan para personas ciegas y débiles visuales, pues no discriminan, pues la idea es que también aprendan a dar terapias y se les da un espacio para que los apoyen en lo que puedan, además de no tener una límite de edad, pues en el último se tenía un alumno de 18 años y otro de 70, por lo que no es impedimento, y nunca es tarde para aprender.

Forman un equipo. Junto con Carolina, María Dolores Gudiño, ofrece masajes. Ella perdió la vista a causa de la diabetes, aunque por un milagro, dice, recuperó un porcentaje de la visión.

Dolores se especializa en masajes en los pies y da clases de reflexología. Con estudios de auxiliar de enfermería y asistente educativa, ejerció sus profesiones en guarderías, pero desde hace siete años se agudizó su ceguera, por lo que se especializó en la masoterapia.

“Perdí la vista por la diabetes, pero Dios ha sido muy grande y maravilloso, porque con un tratamiento y fe he recuperado algo de visión. Esto es un milagro de Dios y la Virgen María. Pude recuperar un poco de mi vista. Para mí es mucho porque luego de vivir mucho tiempo en la oscuridad volví a ver otra vez”, apunta la mujer, quien dice que es casada “con un solo marido, porque es mucha inversión mantener a un hombre”.

Señala que el apoyo de su cónyuge, su hijo y sus padres ha sido fundamental en su vida, pues lleva 45 años enferma, cuando los médicos le pronosticaban que no viviría más de 20 años.

Otra parte fundamental del lugar es Antonio del Ángel, quien apoya visualmente, además de moralmente, pues es el esposo de Carolina. Sus actividades son principalmente de escritorio, y de recepción de los clientes.

Además de Antonio, quien fue militar, ha aprendido recientemente a dar masajes, pues aprovecha los cursos para también prepararse. “Es un poco complicado trabajar con personas débiles visuales, en ocasiones es detalloso, porque se tienen que buscar formas de explicarles las cosas”, apunta, aunque se siente bien por apoyar a su esposa.

Narra que se casó con Carolina hace siete años, tras siete años de amistad y cortejo, luego de conocerse en un evento militar, donde él acompañó a su padre y ella a uno de sus tíos.

Agrega que al principio no se dio cuenta que Carolina tenía una discapacidad, pues sus ojos lucen normales, lo que no ha sido impedimento para que lleven una relación estable.

Otra pieza del lugar es Leticia Torres, mujer joven quien también apoya en el servicio, además de hacer prácticas, pues también tomó cursos de masoterapia, lo que le permitió quedarse a ayudar en la labor que hacen a favor de ciegos y débiles visuales que buscan mejorar sus vidas ayudando a otros a mejorar las suyas.

INICIO VIDEO

FIN VIDEO

 

Google News

TEMAS RELACIONADOS