El olor a los ingredientes se mezcla en uno solo. Milanesa, huevo, salchicha, queso, pan dorado, atraen a los peatones, quienes seducidos por el olor y por el hambre de media mañana, entran a la tortería Filos, para calmar el apetito.

Sobre avenida Pasteur se ubica una de las muchas torterías con este nombre, que ya es una marca registrada, y que para muchas personas son una opción para comer, de manera relativamente barata.

Al interior del local hay cuatro mesas cuadradas, color café, que se complementan con sillas de plástico, color rojo. En un muro está el menú y los precios. La Cubana es la más cara: 70 pesos, pero promete llevar de todo. Una de estas tortas bien puede ser para dos personas, e incluso hasta tres, si su apetito no es tan voraz.

Sin embargo, hay opciones más económicas. Las tortas sencillas cuestan entre 35 y 25 pesos, dependiendo de los ingredientes, aunque todas son de las mismas proporciones.

Sólo un mesa está ocupada por un joven que lentamente come su torta de milanesa. Le pone rajas y da otra mordida, para de inmediato tomar un trago de su refresco y perder la mirada en el horizonte, que en este caso llega al fondo del local, donde está un fregadero de un lado, y del otro la mesa donde dos trabajadores preparan algunos de los ingredientes de las tortas, sincronizadas y quesadillas que también ofrecen a los comensales.

Su ubicación, rodeada de tiendas de muebles para baño, algunas refaccionarias y a unas cuadras de una tienda de autoservicio, hace que sus clientes sean variados y durante toda la semana, además de la gente que transita por Pasteur para hacer alguna diligencia y que busca “echarse algo a la caja de los guajolotes”.

Ricardo Feregrino es el encargado de las Filos desde hace ocho años, aunque como tortero tiene 15, explica, mientras prepara dos de milanesa para llevar, que el nombre de Filos lo trajeron de la Ciudad de México a Querétaro, por lo que se maneja casi como una franquicia, por la que tiene que pagar una suma de dinero, aunque sin revelar la cifra, dice que es poco.

A diferencia de otras franquicias, en esta Ricardo es libre de poner su estilo a las tortas, pues eso es lo que caracteriza a cada tortero. Las tortas que preparaban están listas. Un hombre toma los dos platos y los lleva a una mesa, donde una mujer espera. Apenas los platos están en la mesa, ambos comensales “le hincan el diente” a sus respectivos platillos, que han dejado una huella de aceite en el plástico que se usa para cubrirlos.

Ricardo explica que la torta que más se vende es la Caprichosa, que lleva milanesa, pierna y queso oaxaca, combinación que sería desaprobada por cualquier bariatra, pero que en la calle y con hambre “merece un altar”.

En unos minutos las cuatro mesas ya están ocupadas y los pedidos se multiplican. Además, hay una barra donde algunos clientes se pueden sentar para comer su torta y beber su refresco, que de lata vale 13 pesos.

Las de milanesa son las más pedidas. Ricardo, originario de Amealco de Bonfil, toma cada pieza de carne, ya empanizada y la coloca en el comal con aceite (mucho aceite) donde en cuestión de tres minutos está cocida.

Al mismo tiempo, un puño de queso de puerco se funde en la otra división del comal, a donde también se calientan las dos mitades de la telera, de tamaño mayor que una tradicional y a las cuales ya se les puso mayonesa, lechuga, jitomate y aguacate.

El número de tortas que prepara al día es variable, “depende mucho del día, unas 100 o 200 diarias, 150 es variable”, explica Ricardo, quien señala que su jornada de trabajo es de las 8:00 a las 20:00 horas, con un tiempo para comer y descansar.

El local abre de lunes a domingo, pero él descansa los domingos, día que utiliza para jugar futbol en Amealco, a donde viaja cada fin de semana.

No para de hacer tortas. Los cliente fluyen y el negocio gana.

Uno de sus compañeros toma los pedidos y le dice de qué van las tortas, al tiempo que va preparando el pan para la nueva orden.

Casado, con tres hijos, de 19, 17 y 14 años de edad, el mayor ya se dedica a las tortas, en otro local de Filos, de las que abundan, y cuyo éxito, a decir de Ricardo, es “porque están sabrosas”.

Precisa que cuando llega la hora de comer no siempre se prepara una torta, porque hostiga siempre lo mismo, por lo que junto con sus compañeros se piden otra cosa para comer, de los locales cercanos al suyo o “compramos, pollo, preparamos algo, algunos bisteces”.

Recuerda que cuando llegó de Amealco aprendió a hacer tortas en la capital del estado, que lo atrajo porque hay más movimiento y oportunidades de trabajo. Antes de llegar a Querétaro, Ricardo fue migrante en Estados Unidos, a donde iba y venía por temporadas, pero luego de unos años se “puso fea la situación” y ya no se fue.

Agrega que con el nuevo presidente de Estados Unidos (Donald Trump) las cosas se pueden poner “peor”, pues si cumple su amenaza de deportar a los migrantes en México no hay muchos trabajos.

Mientras eso pasa o no, Ricardo prepara una Cubana, la madre de todas las tortas, que apenas cabe un plato y que sin duda será un alimento completo para un cliente, aunque en unas horas puede ser que se apetezca algo más, “no por hambre, nada más por antojo”.

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