NATAL.— Las lágrimas de Oribe Peralta se camuflaron con las innumerables gotas de lluvia que le cayeron en el rostro, pero los ojos enrojecidos le delataron. No era para menos. El Tricolor había anotado por tercera ocasión sobre el húmedo césped de la Arena das Dunas, primera que le contaron.

Hermoso debut de la Selección Mexicana en la XX Copa del Mundo, con el corazón y el temple como principales armas. Victoria demasiado apretada (1-0) para lo que fue el trámite, valiosa en pos del sueño de clasificar a los octavos de final. Éxito a prueba de todo, incluso las pifias de los silbantes y el despiadado clima.

Eso explicó el llanto del Cepillo, secundado por compañeros, entrenador y miles de mexicanos en las tribunas. Fue el sollozo más dulce, el de la liberación.

Quedó demostrado durante la media hora final, en la que retumbaron los “oles” y el drama desapareció. Camerún siguió con vida por simples caprichos arbitrales. Siempre fue artificial.

Peralta desconectó a los domados leones, tras aquel rebote del meta Charles Itandje. Giovani dos Santos volvió a coquetear con el gol tras la mágica jugada de Héctor Herrera, mas su disparo careció de fuerza, virtud que caracteriza al lagunero más lagunero. Para cuando el defensa Nicolas Nkoulou intentó llegar al esférico, Peralta ya corría sin freno a celebrar la anotación (61’).

El llanto fue inevitable. Néctar de la gloria probada por Miguel Herrera, quien descargó toda su frustración en unos cuantos segundos. Volvió a ser El Piojo que muta en un ser incontrolable bajo la lluvia. Hasta sus auxiliares sufrieron para abrazarlo. Quería gozar su momento.

Las pifias del asistente Humberto Clavijo fueron simple anécdota, pero exprimieron corazones durante la primera mitad. Ninguno como el de Gio, quien se quedó con las ganas de estrenarse como goleador mundialista.

No le importó que su nombre no fuera el de las mayores letras en la marquesina cuando celebró con su socio preferido. Oribe fue quien supo lo que es anotar en el máximo evento futbolístico del planeta… Y lo hizo a la hora cero.

La anemia ofensiva fue curada con una buena dosis de tónico compuesto por inteligencia, entereza, calidad y mucha paciencia. La racha sin estremecer las redes adversarias concluyó en 254 minutos. Justo a tiempo.

Dulce partido 50 del Tricolor en copas del mundo. Treceava victoria, primera sobre un representativo africano.

Los verdes mostraron síntomas de mejoría desde el silbatazo inicial. El problema es que les costó llegar al marco camerunés y, cuando lo hicieron, el veloz hombre de la banda comprobó que no sólo basta ser rápido para estar en un Mundial. Hace falta tener buena vista.

Y la de Clavijo es defectuosa. Le anuló dos anotaciones legítimas a Gio. En ambas argumentó fuera de juego. Inexistentes.

Mazazos que cimbraron, mas no derrumbaron al Tricolor. Ni siquiera cuando el delantero Benjamín Moukandjo encontró aquel balón dentro del área mexicana. Los latidos se detuvieron una fracción de segundo… Hasta que Guillermo Ochoa detuvo el cabezazo sin problemas.

El Tri es sublíder del Grupo A en Brasil 2014 y suma cinco presentaciones mundialistas sin conocer la derrota.

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