Gracias a los estudios que se han hecho con perspectiva de género y feministas, desde diferentes áreas de conocimiento de lo humano, como por ejemplo la filosofía, la psicología, la sexología, la antropología, la historia, entre otras, sabemos que, en nuestro contexto neoliberal, hay en funcionamiento una industria global de la comercialización del sexo y el placer.

La industria de la pornografía es la plataforma de lanzamiento para la actual normalización de la industria del sexo en Occidente.

En palabras de la investigadora y catedrática Sheila Jeffreys, en su libro La industria de la vagina, “la pornografía convirtió a la industria del sexo en algo cool”.

Desde su emergencia y paulatina consolidación hasta nuestros días, el tema de la pornografía como fenómeno y hecho cultural ha sido estudiado desde diferentes costados con perspectiva de género y feministas.

Hay todavía un debate sobre cómo pensar la pornografía y el lugar que ocupan los cuerpos y las figuras de las mujeres.

Están por un lado las mujeres que consideran que hay un poder de emancipación, subversión y libertad sexual.

Por otro lado, hay mujeres que hacen énfasis en que la pornografía no es inocua y cosifica los cuerpos.

En una nota que publicó el periódico español El País, donde se realiza una entrevista a Amarna Miller, la actriz porno más famosa de España equipara su trabajo al de un obrero que “coloca ladrillos”.

Cito aquí un breve fragmento de la entrevista difundida en la página web de ese diario, pues resulta interesante, porque Amarna hace una propuesta desde su posición como integrante del movimiento feminista:

“Mi profesión no tiene que ver con mi ideología. Las mujeres llevamos siglos oprimidas, se nos ha dicho cómo tenemos que amar y de qué manera tenemos que follar”.

“Hoy, por primera vez tenemos la posibilidad de hacernos dueñas de nuestra sexualidad”. Reconoce que la pornografía convencional está hecha “por y para hombres”.

“Me encantaría rodar únicamente porno feminista, pero no me llegaría ni para pagar media factura a final de mes. Yo hago como todos, vendo mi fuerza de trabajo como lo hace un obrero cuando levanta una pared de ladrillo”, menciona en la nota.

El porno al que le gustaría dedicarse a Miller es lo que denomina feminista o ético, en el que “los actores y actrices son tratados en igualdad de condiciones, se debe valorar su trabajo, sentirse cómodos en su participación en la escena, tiene que estar dentro de un marco legal que regule su trabajo y las prácticas que realizar deben ser seguras y consensuadas”, reproduce de memoria Amarna, que defiende que el porno no es sórdido.

“Siempre he sido una persona muy sexual y con la líbido muy alta. Hacer algo relacionado con el sexo siempre había estado en mi cabeza”, asegura Amarna , que tenía estos pensamientos antes de alcanzar la mayoría de edad.

“No es que no tenga miedos, es que los venzo para hacer lo que me pida el cuerpo y no lo que me impone la sociedad”.

Al cumplir los 18 años comenzó a enviar mensajes a productoras españolas. No le convenció nada de lo que le dijeron.

Estudió Bellas Artes y descubrió la fotografía. Retrató a sus amigas desnudas, dio un paso más y, entonces, quiso probar.

“Creé mi propia productora, rodé, controlé las grabaciones y di el salto delante de las cámaras”, señala.

En la cabeza de cualquier interlocutor brota, siempre, una pregunta: “¿Y tú familia?”.

Miller derriba la ofensa rápidamente: “Uno no puede vivir soportando los miedos de lo que dirá mi familia, mis futuros empleadores o mi novio… yo vivo según mis propias decisiones”.

Lo peor de la pornografía, dice, es el estigma que conlleva dentro de la sociedad”.

Defiende también que dedicarse al porno le ha dado “libertad geográfica y de horarios, he descubierto prácticas sexuales y corrientes ideológicas, me permite llevar a cabo fantasías y me da libertad económica”.

Pero también está la parte negativa: “Estoy harta de ser la actriz porno que lee a Nietzsche, la que deja bellas artes y se dedica al porno, harta del estigma social, no soy una ninfómana, no me acostaría con cualquiera”.

Puedo mencionar que la pornografía en tanto fenómeno y hecho cultural, en sus diferentes modalidades, y en tanto rama de la industria del sexo, puede tener diferentes lecturas, interpretaciones y resonancias.

Por ello, es importante recuperar las opiniones de diferentes posturas al respecto, que incluyan tanto a los consumidores de dicho material, expertos de diferentes campos científicos, y actrices y actores, que permita una visión global sobre el tema.

No se trata de enunciar sólo que la pornografía sea mala o buena y argumentar una postura, sino enfatizar cuáles son algunos de los efectos y consecuencias que tiene en nuestra sociedad actual.

El erotismo y la sexualidad implican actos que deben sostenerse en la base del respeto mutuo, el cuidado de nuestra pareja y el cariño, por lo que considero deben ser pensados desde la óptica de una ética de la erótica.

Dicha ética, pienso, debe partir y tener como base la información y los datos que la población requiera.

El reto que yo ubico desde mi trabajo cotidiano como psicólogo clínico es: cómo hacer llegar esta información a la población para lograr desmentir y derribar tabúes, con la finalidad de ampliar nuestro horizonte en lo que implica el vasto mundo de la sexualidad y el erotismo en los seres humanos.

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