Con poco apoyo de las autoridades municipales e incomprendidos por los vecinos de los talleres, los cantereros de El Marqués se niegan a dejar morir su oficio, a pesar de la baja en las ventas y el riesgo a su salud por el polvo que desprende la piedra al trabajarse y que se aloja en sus pulmones, pues “polvito es polvito”.

Salvador Velázquez labora en un taller de cantera en La Cañada desde hace 17 años, en un oficio familiar y que saben daña su salud de manera irremediable, pues el polvo que suelta la cantera cuando se pule termina en los pulmones de los artesanos.

“La única enfermedad que lleva aquí y no es de ahorita, es de siempre es el polvo. Toda la gente que trabaja en esto se ha muerto de (enfermedades) de los pulmones y respiratorias. A la hora que se está puliendo se absorbe el polvo, aunque se tape. Polvito es polvito y sí pasa”, explica el canterero.

Recuerda que mucha gente de edad que toda su vida se dedicó a trabajar la cantera murieron de afecciones pulmonares, como el caso de su padre, quien falleció de un padecimiento respiratorio.

Indica que cuentan con el servicios médicos a través del Seguro Popular, además de hacer las cosas con cuidado, pues se usan sierras y pulidoras muy grandes y que pueden dañar de manera severa la salud.

Salvador no para de trabajar. Platica y toma una de las piezas que labora. Dice que es un encargo para una casa particular en Irapuato. Cada vez que se traslada entre las piedras y herramientas, sus pies levantan una capa de polvo fino que baja suavemente hasta asentarse.

Los ojos se irritan con el polvo y es imposible no toser o estornudar ante la presencia de fino residuo de la cantera. Esa es una de las razones por las que los talleres de cantera son cada vez más escasos, pues los vecinos no quieren uno de estos negocios a su lado, por la misma situación.

El taller donde labora Salvador es flanqueado por viviendas particulares en ambos lados, aunque enfrente no tiene vecinos, pues es un gran lote baldío, cubierto de vegetación.

Los siete hijos de Salvador estudian. El mayor está a punto de concluir su bachillerato “y hasta ahí”, dice el canterero, pues le tiene que dar educación a sus vástagos que vienen detrás. Tres de sus hijos están en la primaria, tres en la secundaria y el mayor en bachillerato, pero uno saldrá de la secundaria e ingresará a bachillerato, mientras que uno dejará la primaria para iniciar la secundaria.

Indica que a su hijo mayor no piensa llevarlo a trabajar al taller, pues “para eso le da uno estudios, para que busquen en otros lados. Que si les gusta esto tampoco se los voy a quitar, pero se les da estudio para que no trabajen tanto como uno”.

Afirma que trabajar la cantera es remunerado decorosamente, pero conlleva muchos riesgos a la salud, pues a la larga mina la salud, aunque se trate de hacer con la mayor precaución.

Salvador fue el hijo pródigo de la familia, pues era el único que no se dedicó a la cantera desde siempre, pues antes fue comerciante, trabajando en mercados, pero cuando se casó y llegaron los hijos, con necesidad de más dinero tuvo que optar por la cantera.

Contra el estrés. El hombre de mediana edad, asegura que el trabajo es como una terapia contra el estrés, pues cuando se tiene gusto por lo que se hace no es pesado, además de que sirve para olvidarse de los problemas.

“Cuando tengo algo, vengo aquí a trabajar y me sirve para olvidarme de la cosas. Además hay que venir tranquilo, porque si lo hace uno enojado, le pegas muy fuerte a la piedra y la rompes”, indica.

A pesar de que hay maquinaria para trabajar, muchas veces por falta de espacio y recursos no se puede comprar, por lo que buena parte del trabajo se hace “como en la vieja escuela”: a mano.

En el taller donde labora Salvador hay un torno para hacer ciertos acabados, aunque en su mayoría los trabajos se hacen a mano para que no pierdan su valor artístico. “La figura si se hace a mano, las hojas, pero los moldes se sacan en la maquinaria, que saca todo lo redondo”, asevera.

Comenta que la imágenes religiosas y humanas se hacen totalmente a mano y tardan hasta una semana en hacerla, aunque en algunos casos con prisa, puede hacerse en cuatro.

“Por eso luego dicen que está muy cara la cantera, pero es que no ven el trabajo que hay detrás. Cuando se tiene maquinaria y se hace más rápido se puede abaratar el costo”, añade.

Subraya que los cantereros que se ubican en la comunidad de Escolásticas pueden dar más barato porque tienen talleres y fábricas con maquinaria moderna y todas las herramientas necesarias.

Asimismo, acota: “tienen más que nada el apoyo del gobierno que les ha ayudado a hacer sus talleres. Aquí según nos iban a apoyar a hacer, pero el alcalde de El Marqués nos prometió eso, pero no. Ni terreno para trabajar ni nada”.

Explica que tienen una cooperativa, cuyos representantes han visitado al alcalde, quien en “campaña nos venía a visitar casi a diario. Y ya quedó y vamos a buscarlo y siempre dicen que no está, que no tiene tiempo. Ahí está el comité, ahí está la directiva, pero dicen que no tiene tiempo”.

Enfatiza que el oficio de los cantereros está en peligro de desaparecer por la falta de apoyos del gobierno, pues necesitan un lugar especial para trabajar y no afectar a los vecinos que se molestan por los residuos.

“Pone uno un tallercito, y los vecinos de las casas de a lado ya se enojan por el polvo, y por eso mucha gente (cantereros) ya no quieren trabajar, ya muchos se van a la fábricas. Pero si el gobierno nos pusiera un lugar a todos los que trabajamos esto, se iría para arriba, y si nos ayudara con un poquito de maquinaria, mejor”, precisa Salvador.

Acota que la mayoría de los cantereros lo que piden es un lugar para trabajar, pero enfrentan el obstáculo de que no hay un sitio a modo, por lo que piden un espacio llevar a cabo su oficio.

Ya no es negocio. Mario Velázquez tiene 35 años trabajando la cantera en La Cañada, y es herencia familiar, pues su padre se dedicaba al mismo oficio, y poco a poco fue tomando las herramientas de su progenitor, a quien acompañaba a trabajar.

Recuerda que anteriormente se trabajaba solo la cantera de La Cañada, aunque ahora el material lo traen de un sitio cercano a Coroneo, Guanajuato, e incluso del estado de Hidalgo.

Precisa que la cantera local “no se presta para hacer figura, pues es muy dura. Se usa para las calles, banquetas, para eso se trabaja mucho la cantera de aquí. Ahorita Colón estuvo metiendo mucha cantera en sus calles, en Soriano. Yo estuve vendiendo para la Sierra”.

Sin embargo, lo que más afecta a los cantereros que se ubican a pie de carretera fue la modernización de la vialidad hacía La Cañada, pues antes se ubicaban cercanos al camino y la gente se podía detener, hecho que con el nuevo trazo ya no sucede, aunque coincide con Salvador, en que la falta de apoyos gubernamentales en buena medida propicia la extinción de ese oficio que representa parte del legado cultural y artístico de El Marqués y Querétaro.

“Todavía hay mucha gente trabajando, pero no hay muchos que se dediquen a la escultura. Aquí, en La Cañada, seremos unos 10 los que quedamos, pero ya no hay. Por lo mismo de la carretera, por lo mismo que no hay apoyos en donde se trabaje”, puntualiza.

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