U n timbre activado por un sensor en la entrada del local anuncia la llegada de los clientes. Don José Sosa Padilla, con 71 años, es la tercera generación al frente de la Sombrerería La Popular en Querétaro, aunque su hijo, José Sosa Delgado, ya también está involucrado en un negocio que ha permanecido activo 109 años. Más de un siglo de historia, de anécdotas, de ver como la ciudad se transforma al mismo tiempo que su sociedad.

Las necesidades y modas han cambiado, pero usar un sombrero es algo que trasciende con el paso de los años, un negocio que en palabras de sus propietarios “deja lo suficiente para vivir”.

En 1907 se fundó la Sombrerería La Popular en Querétaro, que en sus inicios era una sucursal de Tardan, una empresa fabricante de sombreros norteamericana que llegó a México en 1847, la cual sigue activa hasta la fecha.

José María Sosa Contreras, abuelo del anfitrión que recibe al equipo de esta casa editorial, fue miembro fundador de la sucursal en la que se desempeñaba en ese entonces como gerente.

En 1924, 17 años después de convertirse en un referente en el mercado por la distribución, servicio de lavado y planchado de sombreros en la región (no fabrican aunque si toman medidas para enviar a hacer diseños sobre pedido), el azar tiene un impacto directo para el futuro la empresa.

Un premio de lotería sirvió para que Sosa Contreras negociara con la familia Tardan, que en vez de ser una sucursal se convirtiera en una franquicia. “Mi abuelo decidió comprarle a la familia Tardan el negocio y con el premio que se ganó en la lotería —no muy grande el premio, asegura el entrevistado— dio el enganche y se quedó con la deuda, pero lamentablemente en enero de 1928 muere y mi padre, que era el hijo mayor heredó las riendas del negocio”, recordó el actual propietario.

Símbolo de elegancia a lo largo de la historia. En su momento, la prenda determinó el estatus social en todos los países. Desde aristócratas hasta la clase trabajadora, cada uno sabía a dónde pertenecía por lo que portaba en la cabeza y México no estuvo exento del encasillado; Querétaro menos.

Algo que en la actualidad ha quedado de lado, porque ahora la necesidad de un sombrero se debe sobre todo a las inclemencias solares y ambientales. En las ventas, también se han resentido los cambios.

Arraigo en el Centro Histórico. La Popular se instaló en su fundación en el local marcado con el número 13 de la calle Madero, sitio donde pasó décadas hasta que empezaron a experimentar el crecimiento citadino.

En 1971 cambiaron de domicilio al número 29 de la calle Juárez Norte donde duraron 10 años más, hasta que en 1981, se instalaron en su actual ubicación en la calle Independencia 98, que en aquel entonces eran la orilla del centro histórico. Ahí ya no tendrían problemas de estacionamientos (algo que cambió a los pocos años después), además de que el local era, con muchos esfuerzos, de su propiedad.

Pero las mudanzas no fueron un factor para que la familia Sosa cristalizara su deseo de mantener los mismos muebles con los que abrió la tienda en 1907, donde ahora se muestra una amplia variedad de sombreros, junto a un sinfín de aparatos y utensilios que con el paso de los años y la llegada de la revolución tecnológica han quedado olvidados, pero que en el lugar tienen su valía al ser parte intrínseca del paso de los años, de la sobrevivencia y evolución de un negocio, de un historia que se cuenta a través de sus vitrinas.

“Todos los muebles que tenemos son de esa época y fueron hechos por un ebanista llamado Enrique Beltrán. Un año después de que murió mi padre quisieron que desocupáramos el local y nos trajimos los muebles, los tuvimos que adaptar al nuevo local que era Juárez norte 39 y después aquí en Independencia”, explicó Don José, que platica —como dato familiar— que tanto su abuelo como su padre eran homónimos José María, pero él y su hijo, son sólo José.

El cine repercute en ventas. Arriba de grandes vitrinas donde están los sombreros en exhibición, están colocados diversos posters, algunos con las campañas publicitarias de Tardan o Stentson (las dos marcas de importación que se ofrecen en el lugar), ambas de Estados Unidos, y junto a ellas carteles de películas icónicas en las que el protagonista usaba un sombrero: “Casablanca” (1943) con Humphrey Bogart; “El bueno, el malo y el feo” (1966) con Clint Eastwood; hay una imagen de Al Capone, el gángster estadounidense, así como el cartel de la primera entrega de la saga “Indiana Jones” protagonizada por Harrison Ford, entre otras. “No tienes idea de la cantidad de sombreros que vendimos cuando salió ‘El bueno, el malo y el feo’, todos llegaban pidiendo un sombrero como el del ‘bueno’, todo apachurrado, pero todos querían verse como Clint Eastwood”, rememoró don José Sosa Padilla, quien vivió esa época en su niñez y juventud.

Otras películas que ayudaron a incrementar la venta de sombreros fue “El Topo”, de Alejandro Jodorowsky “porque saca un sombrero raro ahí que todos querían. También en el Día de Reyes fue muy popular una vez el sombrero del Llanero Solitario con su antifaz. De igual forma un detective de la televisión, Mike Hammer, vendió mucho y cambió la moda de los sombreros, que tuvo un modelo propio al adoptar el ala corta en vez de ancha que se usaba en ese entonces aparte de que fue muy popular porque siempre se agarraba a golpes y nunca perdía el sombrero”.

Las modas también han sido factor para el alza y baja de ventas a lo largo de los años. Antes, a decir de don José, “todo el mundo usaba sombrero, de calidades y estilos diferentes. Nosotros usábamos sombreros de fieltro, la ilusión de muchos de los clientes era subir de categoría al comprar un sombrero de fieltro, pero llegó la moda de los años 40, que era lucir el peinado moderno y los sombreros dejaron de usarse y dejaron de comprar”, detalló.

Sin embargo, es un negocio que le sigue dando para vivir a la familia Sosa, “no te puedo decir cuántos sombreros se venden al mes, pero sí te digo que no son los que yo quisiera”, aseguró el señor José entre risas.

Personajes. Al ser una prenda que marcaba el estatus social, la familia Sosa ha visto desfilar por su local a diversos personajes. “En su momento todos los gobernadores venían —relata el dueño de la sombrerería— pero una clienta que venía muy seguido era doña Teresa Rovirosa de Calzada, madre del ex gobernador José Calzada, quien siempre portaba tejana, muy guapa, para la que hicimos tejanas de colores especiales, se las encargábamos a Tardan, aquí se las entregábamos y siempre lucía muy bien. La primera actriz Jacqueline Andere también visitó La Popular”.

En el lugar hay sombreros desde 100 pesos los más sencillos hasta de 4 o 5 mil pesos, que son sombreros de edición especial por el centenario de la marca Tardan hecho en 1947.

Dato curioso. Don José sorprende con un dato singular. Las tallas pequeñas (54 y 55 centímetros del diámetros de la cabeza) que se usaban ahora ya no se venden. La evolución de la sociedad ha reflejado, según considera el encargado de La Popular, una mejor alimentación en el crecimiento de la parte superior del cuerpo lo que significa que se come mejor (o más) ahora que en el pasado, algo que ha servido también para vender sombreros de tallas que no se hacían antes como 63 o 64.

Preparan museo. Don José avanzó por el pasillo, cruzó el taller de sombreros y mostró un sombrero de copa de seda, un poco maltrecho pero su valor radica en el tiempo que ha sobrevivido ya que era usado en los años 20. Así, en el lugar hay bombines, el modelo Mike Hammer, un sombrero ruso de la Unión Soviética, la boina vasca, sombrero de los peregrinos de Santiago Compostela, un sombrero de picador que salió al ruedo, una montera de torero, de piloto aviador, una réplica de la prenda de El Sombrerero Loco de la novela Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll.

Incluso un sombrero de bebé raramuri son parte de la colección que tiene la familia Sosa, que está preparando la instalación del Museo del Sombrero aprovechando el cúmulo de historia que hay en el negocio.

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