Florencia llegó a Querétaro hace un mes; una señora bajita, de lentes, a quien se dificulta el andar que refleja los 79 años de edad y el recorrido de una vida que no ha sido fácil. Su rostro deja ver la angustia que le provoca recordar lo que dejó en Veracruz, algunos de sus hijos, nietos y demás familia que lucha todos los días por no ser víctima de la delincuencia que se apoderó de ese paraíso.

“Vengo de Veracruz, pero estoy con mi hija y me vine para acá porque me quedé sola, mi esposo murió y me quedan ellas, y gracias a dios ahí la llevamos, pero no ha sido fácil, con los años uno de queda sola y ahora ellas son las que me están apoyando”, indicó.

Hace algunos meses su esposo murió, tras un accidente que provocó la amputación de sus dos piernas. Arturo no alcanzó a llegar a esta ciudad, el plan era alcanzar este último deseo juntos.

Querétaro, como en todas las ciudades, presenta incidencias delictivas, -aquí también hay una lista de más de 200 desaparecidos- pero hay una grande diferencia, reconoce Florencia: en Veracruz los hijos salen y no saben si van a regresar.

Cuando habla de lo difícil que es la vida en tierras jarochas, se le quiebra la voz y un hilito de agua sale por el lagrimal, pero no deja que invada su cara, porque la seca inmediatamente con un trozo de papel.

Los que pasa allá es indeseable, familiares de Florencia sufrieron ese destino, no sus hijos o sus nietos, pero la preocupación es todos los días y a todas horas. En la última década le tocó consolar a algunos de sus vecinos o sus propios familiares, al ser alcanzados por la desgracia de la delincuencia.

“En Veracruz hay muchas, pero muchas cosas, y pues con la familia, los hijos que se desaparecen, se los llevan y ya no regresan —suspira y por momentos su vista se pierde, recuerda— es muy difícil, lo que se vive allá está muy feo, muy difícil”, expresa.

De apellidos Vera Villanueva, Florencia no profundiza en sus vivencias, es evidente que el dolor es más fuerte, a los 79 años le tocó vivir el momento más difícil este 2016, cuando perdió a su compañero de vida.

Más de 50 años unida en un matrimonio que dio paso a nuevas vidas, nueve para ser exactos; nueve hijos que por las circunstancias de la vida, la falta de educación, la falta de ganas de estudiar y, sobre todo, la falta de oportunidades laborales, decidieron emigrar a distintos sitios de Norteamérica.

Algunos se fueron a Estados Unidos, allá tienen su vida, sus esposos y sus hijos. Todos llegaron al funeral pero no con toda la familia, por lo que no conoce a todos sus nietos.

Unas semanas después de la muerte de su esposo, Florencia decidió llegar a Querétaro, dos de sus hijas trabajan en el estado, son las familiares más cercanas y las únicas, por ahora.

“Mi esposo se me murió, ya estaba enfermo pero luego de un accidente ya no salvó sus piernas, primer le cortaron una y queríamos traerlo para acá a Querétaro, pero ya no llegó, no aguantó, luego le cortaron las dos y ahí quedó”.

Pese a todo, se nota una mujer fuerte, con la depresión natural de quien dejó un pedazo de vida —tal vez el más importante— y la incertidumbre de llegar a una nueva ciudad.

Lo positivo: que el clima queretano ha favorecido notablemente su salud, el intenso calor del puerto estaba provocando dolores, casi intolerables, en las piernas; ahora camina mejor, pero le hace falta un bastón.

“Me he sentido mejor, porque allá hace tanto calor que mis venas y pies me estaban doliendo mucho y gracias a Dios el clima me está ayudando; pero sé que cuando llegan los fríos por acá también hace mucho frío, pero también allá, así que pienso que acá está mejor”, dice.

En una nueva ciudad, Florencia trata de adaptarse, de encontrar nuevas actividades, nuevos guías espirituales y también nuevas oportunidades. El viernes llegó al corazón de la Alameda Hidalgo, en el centro de la ciudad, en donde se celebró la jornada Jalando Parejo con el Adulto Mayor, programa que promueven las autoridades del municipio de Querétaro.

“Me invitaron en la parroquia, vivimos por la colonia El Sol y ahí la gente que acude nos invitó y me trajo una de mis hijas, porque ya tampoco puedo andar sola, además que ni conozco, y vine a ver si me pueden ayudar, dicen que ayudan a los viejitos, entonces vine a eso”, indica.

La petición de Florencia fue un bastón, pero no alcanzó, los ayudantes en el municipio le pidieron acudir a la siguiente jornada (en cuatro semanas más) para ver si alcanza uno de los apoyos asistenciales.

Ahora que vive en una ciudad diferente, también buscará a las autoridades de Secretaría de Desarrollo Socia (Sedesol) federal, para que sigan dándole el apoyo de 70 y más. Desde hace nueve años, dijo, está afiliada al programa con el que le dan mil 150 pesos bimestrales a manera de pensión.

“Tenía el 70 y más, ya me dijeron que fuera a Sedesol, traigo mis papeles y pues para que me paguen ahora por acá, porque ya casi lo entregan y no estoy anotada”, refiere.

El proceso podrá hacerlo en el Centro Cultural Manuel Gómez Morín, sitio en donde citan cada dos meses a las personas mayores, quienes esperan horas y en largas filas —algunas de ellas de pie—, para que les entreguen lo que por derecho les corresponde.

Son nuevos aires y también nuevas esperanzas, poquitas pero las hay, dice Florencia. Trata de superar el momento, pero ella reconoce que no será fácil, quisiera ser autosuficiente, pero reconoce que no es así. Su único deseo es encontrar paz y tranquilidad, aunque eso es relativo a sabiendas del riesgo que superan todos los días sus familiares en Veracruz.

“Yo lo único que quiero es que ellos estén bien, uno quiere que a sus hijos, a sus nietos no les pase nada, algunos que se quedaron en Veracruz, y yo le pido todos los días a Dios que me los cuide, a veces quisiera que también se fueran de ahí, pero ahí nacimos, crecimientos, vivimos toda nuestra vida. La situación económica está difícil y tampoco se puede decir: me voy y ya. Yo aquí estoy más tranquila, la ciudad está muy bonita y ahora me apoyo en mis dos muchachitas, pero una está sola y ahora sólo hay que echarle ganas”, finaliza.

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