La participación de la mujer en la vida política de México ha cambiado mucho desde aquel 17 de octubre de 1953, cuando apareció en el Diario Oficial de la Federación (DOF) un decreto que otorgaba a la mujeres el derecho de votar y de ser votadas para puestos de elección popular, entiéndase: diputadas, senadoras, presidentas municipales, gobernadoras y hasta presidentas.

Previo a este relevante hecho, hubo una larga lucha de mujeres y hombres a nivel nacional e internacional para que esto fuera posible. Los antecedentes en México, de acuerdo a datos proporcionados por el Instituto Nacional de las Mujeres, señalan que entre 1923 y 1925 en Yucatán, Chiapas y San Luis Potosí se concedió a las mujeres igualdad jurídica para votar y ser votadas.

En 1923, la primera mexicana que fue electa como diputada al Congreso local de Yucatán por el V distrito fue Elvia Carrillo Puerto; mientras que Rosa Torres se convirtió en la primera regidora en la ciudad de Mérida, Yucatán, el mismo año.

En 1936, por diversos conflictos en la política interna del municipio de Chilpancingo, Guerrero, Aurora Meza Andraca fue nombrada presidenta del Concejo municipal, cargo que ocupó hasta 1937; esto la convirtió en la primera mujer en la historia de México al frente de un ayuntamiento.

En 1947, durante el gobierno del presidente Miguel Alemán, se reconoció el derecho de la mujer a votar y ser votada sólo en los procesos municipales; ya en 1953, bajo el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines, se promulgaron en el DOF las reformas que extendían el derecho a todos los ámbitos políticos.

En 1965, María Lavalle logró convertirse en la primera presidenta del Senado de la República; en 1979, Griselda Álvarez se convirtió en la primera gobernadora electa, para el estado de Colima, y, en 1988, Rosario Ibarra fue candidata a la presidencia de México por el desaparecido Partido de la Revolución de los Trabajadores (PRT).

De acuerdo a Adriana Medina Espino, en su libro La Participación Política de las Mujeres. De las cuotas de género a la paridad (2010), el reconocimiento del sufragio femenino fue muy relevante, porque garantizó jurídicamente iguales derechos que los hombres para participar en la vida política y en los asuntos públicos del país.

La autora coincide que fue el resultado de muchos esfuerzos de varias generaciones, principalmente de mujeres, “quienes, apelando a los hombres de la clase política, buscaron superar los prejuicios y estereotipos de género que sostenían que las mujeres no tenían la capacidad para participar en la política. De tal forma que el reconocimiento del derecho de las mujeres mexicanas a votar y ser electas se constituyó en un elemento vital y un requisito necesario para el ejercicio de su ciudadanía”.

Asegura que si bien en México se han dado avances fundamentales, siguen siendo insuficientes para garantizar la participación política equilibrada y paritaria.

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