Continúo con la frase latina: dicebamus externa die: decíamos en días pasados… Según ha señalado la experiencia humana, siempre el camino hacia abajo es más cómodo que cuesta arriba. Sí, es una verdad insondable porque ya había camino hacia el Molino Rojo, que bien mirado, es el más directo del centro de nuestra ciudad a dicho punto.

Pudiérese decir que el culpable de la vía alterna fue el Marqués, ¿la causa? Consideró que la mayoría de la gente no respetaba ni siquiera el agua que bebía y si realizaba su obra hidráulica de forma terrestre volvería el problema, así que resolvió cruzar el valle elevando el paso del agua —acueducto— preservando tan preciado líquido y ahí fue donde, sin querer, marcó otra ruta.

Finalizada la obra en 1735, poca gente caminaba por ahí, salvo quienes laboraban en la Hacienda Carretas, no obstante, con toda seguridad más de alguno acudió a esos parajes como excursión.

Pasó el tiempo y en 1915 el general Federico Montes, a sugerencia de Venustiano Carranza, abrió “La Calzada de las Lágrimas”, porque “…convendría a Querétaro una vía amplia, como el Paseo de la Reforma de México, que llevara de forma rápida a todos aquellos que quisiesen ir a los baños de La Cañada”.

Desde luego que para ese entonces no solamente teníamos transporte urbano que era el tranvía de mulitas, sino que, como principio de paseo, llevaba a los excursionistas a esos baños por un recorrido que era toda una experiencia, por cuanto pasaban cerca de las huertas de San Isidro, y quien no obtenía algún membrillo, lo menos era un ramo de hermosas flores de temporada.

Prontamente se dio a la tarea de derribar las casas que comprendían varias cuadras dejando a los vecinos del lugar con solamente lo que llevaban puesto, según viejas crónicas.

El camino rodeó “el tanque del agua” y siguió rumbo a La Purísima. Era una avenida que iba por solamente el lado norte de los arcos, amplia, sí. La gráfica adjunta es elocuente, nada más considérese las dimensiones del fresno derribado con la criatura sentada junto al tronco.

Andando el tiempo llegó el sistema motorizado y le adaptaron un motor al tranvía por lo que le llamaron “el motorzón”, término muy queretano. No mucho después arribó el camión de pasajeros y transitar por las calles queretanas no le fue muy sencillo, así que los ojos de la autoridad se fijaron en esta calle y determinaron que convendría abrirla en forma… y así fue que tuvimos una vía rápida, amplia, a la vera de los arcos, para ir a Hércules y La Cañada de manera más rápida, aunque con más vuelta, misma que resultó ser detalle sin importancia.

Seguramente más de una persona con algunos años de edad dirá solamente: O témpora, o mores: qué tiempos, qué costumbres.

Hoy transitamos por ahí con tanta rapidez que ni volteamos a ver los arcos. Quienes lo hacemos sí nos llama la atención de ver que la franja superior, que es la cañería de agua, desde su construcción estuvo pintada de blanco, denotando con ello que se trataba de agua potable y ahora está quedando color café, café claro, pero café al fin. ¿Será porque finalmente ya no lleva mayor cantidad de agua e ignoramos si es potable la que aún corre por ahí?

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