El domingo 19 de mayo de 2024 quedará marcado en la memoria colectiva de México como un día de contrastes y tensiones. Mientras se llevaba a cabo el tercer y último debate presidencial, y miles de ciudadanos se congregaban en la Marea Rosa en el Zócalo de la Ciudad de México, el país vivió su jornada más violenta del año, con un total de 104 homicidios dolosos registrados. Este escenario plantea interrogantes urgentes sobre el estado de la seguridad y la democracia en nuestra nación.

Es innegable que la inseguridad sigue siendo una de las principales preocupaciones de los mexicanos. Ante los mínimos esfuerzos del gobierno por combatir el crimen organizado, los homicidios dolosos no han disminuido. De hecho, el día del debate y la Marea Rosa se convirtió en un trágico recordatorio de esta realidad: mientras los candidatos discutían propuestas y los ciudadanos ejercían su derecho a manifestarse, la violencia seguía cobrando vidas en las calles de todo el país.

El crimen organizado ha infiltrado gran parte del territorio nacional, con un preocupante 80% en manos de grupos delictivos. Esta situación plantea un desafío monumental de cara a las próximas elecciones del 2 de junio: ¿Cómo puede llevarse a cabo una jornada electoral libre y justa en un país donde los criminales ejercen tanto poder?

La pregunta esencial es quién decidirá el futuro de México: ¿serán los ciudadanos libres, ejerciendo su derecho al voto en un entorno seguro y democrático, o serán los criminales, imponiendo su voluntad a través del miedo y la violencia? Esta cuestión fundamental define el carácter mismo de nuestras elecciones y el rumbo de nuestra democracia.

En un contexto de violencia y temor, es comprensible que surjan dudas sobre la integridad del proceso electoral. ¿Podemos confiar en que nuestros votos serán respetados y que el resultado reflejará verdaderamente la voluntad del pueblo mexicano? Esta incertidumbre es la sombra que planea sobre las elecciones, y es una responsabilidad compartida asegurar que la democracia prevalezca sobre la violencia y la intimidación.

Frente a este escenario, la respuesta de Xóchitl Gálvez ha sido con la responsabilidad de abordar este desafío con seriedad y determinación. Su mensaje para tener un México Sin Miedo va más allá de las promesas de campaña y los discursos políticos, es un plan concreto para combatir la inseguridad y fortalecer el estado de derecho en México.

En última instancia, la respuesta a la pregunta de quién decidirá el futuro de México recae en cada uno de nosotros. Como ciudadanos, debemos reafirmar nuestro compromiso con la democracia y la justicia, y exigir que el gobierno esté a la altura de esta responsabilidad histórica. Sólo votando por Xóchitl Gálvez podremos construir un país donde la libertad y la seguridad sean una realidad para todos.

El día del debate y la Marea Rosa nos recuerda que, a pesar de los desafíos que enfrentamos, hay esperanza en la unidad y la determinación del pueblo mexicano. En este momento crucial de nuestra historia, debemos mantenernos firmes en nuestra convicción de que un México mejor es posible, y trabajar juntos para hacerlo realidad.

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