1.- Un mago en apuros. Un mago despliega un truco, es decir un artificio, para producir efectos realistas, según el diccionario. Un truco de magia, como el ‘destape’ escenificado por el presidente López Obrador: a) para distraer al público de los saldos reales de su gestión, b) para despistar a los ya alineados, de dentro y de fuera, en los proyectos sucesorios de los suyos, y c) para intentar la restauración del orden en su equipo maltrecho, desestabilizado por su estilo de mando y, todavía más, por el reparto de culpas del trágico desplome del Metro.

El primer truco del verano fue crear la ilusión de abrir, antes de llegar a la mitad de su sexenio, la lucha por sucederlo en su grupo gobernante. Confiado en su reconocido dominio de las mañas o habilidades de un oficio –otro significado de truco en el diccionario– y en este caso, del oficio de mago del ilusionismo con fines de acumulación y prolongación del poder, el cálculo del presidente parece expresar que sólo él decidirá su sucesor, y eso si decide ser sucedido.

Pero, así como el mago del frac se puede ver en apuros si en lugar del conejo le sale del sombrero un gato que tras devorar al roedor va sobre la paloma envuelta en la chalina, así también parecen asomar los colmillos de al menos un par de seres dispuestos a desafiar una artimaña que no les favorezca del mago de palacio. Y ahora con casi un trienio para reventar la función e irse a otra carpa –o para vender cara su resignación– una vez exhibida la nula credibilidad de este viejo truco del futurismo que ya no les funcionó a los presidentes priístas de las pasadas tres décadas.

2.- Ardid. Truco también es, en una acepción más del diccionario, un ardid, como el de los miércoles de quién es quién en las mentiras de la semana. El ardid de esta otra definición se utiliza para el logro de un fin. Y en este punto, un primer fin sería profundizar en el proyecto de aniquilar –por la descalificación permanente y la hostilidad del poder– las funciones de la prensa de supervisar y exhibir sesgos y vicios de los poderes, funciones ejercidas apenas en las últimas décadas, de manera extendida, por el periodismo mexicano. Se abriría así paso al fin último del ardid: no el regreso al cuasi monopolio de décadas atrás de la definición de las conversaciones de la gente, a través de medios coludidos, sino la implantación totalizadora del monopolio de la voz única de un autócrata, en el modelo mañanero, sólo que sin el contrapeso que hoy aún subsiste de la prensa independiente del poder.

3.- Aprendices de brujo. Una probadita de este futuro indeseable se puede anticipar en la generación de climas para el tercer truco de la temporada. En el modelo Telesur de Caracas, medios dependientes del gobierno se colman de publirreportajes con ataques arteros, juicios sin pruebas ni matices, acusaciones temerarias contra los expresidentes en el patíbulo de palacio. Todo para popularizar una consulta popular –que no alcanza popularidad– a fin de que el pueblo decida –en las cuentas del régimen– la condena al odio y a la destrucción, en bloque, del pasado ‘neoliberal’, incluyendo las incipientes instituciones democráticas, una prensa más libre y las bases de una economía más próspera, surgidas o reforzadas en ese periodo. En la hoguera oficial, gobernantes y simpatizantes de los avances –obviamente, no sin tropiezos ni desvíos– de aquellos años, sólo nos quedará la exaltación del único hombre público justo, el presidente, como quedaría confirmado en el siguiente truco: el referéndum de marzo próximo llamado a crear una atmósfera propicia para que el hombre permanezca en el poder el tiempo que exija su condición de único ser capaz de culminar su transformación. Suena familiar. Aprendices de brujo con sus tristes trucos de distracción y destrucción.

Profesor de Derecho de la Información. UNAM.

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