Los días de asueto de esta Semana Santa me han abierto el espacio para leer Escasez: el porqué tener tan poco significa tanto, del economista Mullainathan y el psicólogo Shafir. Ambos son líderes en sus campos y tratan algo que absolutamente todos enfrentamos sin importar edad, raza, religión, posición económica o género: la escasez. Su enfoque es diferente y explican cómo la escasez afecta el modo de pensar. La definen como tener menos de lo que sientes necesitar.

En el estudio de economía la escasez es lo que motiva conductas colectivas e individuales en un mundo donde los recursos son finitos. Cómo organizar la asignación de estos recursos escasos para fines alternativos es lo que ha ocupado a la historia de la humanidad: desde la tradición, el mando, la planificación centralizada y el desarrollo de los mercados. En este trabajo los autores ilustran cómo la escasez afecta el modo de pensar de las personas, su lógica y consecuencias. Aunque para el economista la escasez física se presenta en todo; el sentimiento de escasez no es el mismo. La conducta cambia al acercarse el límite de la entrega de un trabajo.

Un académico que se excede en compromisos de investigación y consultoría se asemeja a la persona que sobrepasa su capacidad de pago. Mientras que el primero no puede dejar de mantenerse ocupado hasta el punto de llegar a quedar mal, al segundo le es prácticamente imposible abstenerse de la tentación de comprar algo que han puesto en oferta, lo cual lo mantiene sobreendeudado hasta hacerlo caer en el incumplimiento de pagos por compromisos previamente adquiridos. Ambos enfrentan la escasez, en un caso la restricción es la del tiempo en el otro financiera, y su mente se enfoca para salir adelante, aunque la misma escasez puede provocar escasez de ideas.

Si bien en este libro no se aborda cómo los gobiernos encaran la escasez durante la lectura no pude dejar de remitirme a la manera de pensar sobre las escaseces que enfrentamos, y de cómo desde el poder público se van creando estados de ánimo y sensaciones colectivas para ignorar la escasez que está ahí. Especialmente no pude pasar por alto cómo los hallazgos petroleros, con altos precios del crudo derivaron en un fuerte incremento de ingresos públicos que afectaron la forma de pensar colectiva y particularmente la de los gobernantes. No hay mejor frase que resuma el cambio de actitud frente a la escasez como la que pronunció el presidente López Portillo con “aprender a administrar la abundancia”. Es difícil tomar las decisiones adecuadas cuando se distorsiona la realidad. Es más fácil posponer.

De igual forma, otro boom petrolero ha ocasionado el retraso de reformas, pues no hubo sensación colectiva de escasez. El fuerte aumento en la producción de petróleo, que inició desde fines de la década de los 90 y culminó en octubre de 2004, cuya caída en la producción fue compensada con altos precios de petróleo, ha sido un segundo boom petrolero acompañado de múltiples programas sociales que han expandido el Estado de bienestar.

La crisis global con su gran recesión y un ajuste al precio del petróleo, donde crujieron las finanzas públicas en 2009, fueron un recordatorio. Las bajas tasas de crecimiento económico con poca generación de empleo son muestras de que a la economía mexicana le faltan transformaciones para estar bien organizada. Por ello la importancia de llevar a buen puerto las reformas estructurales que se han emprendido y que aún faltan por concretar. Si aprendimos una lección, ésta debe ser que la escasez seguirá presente.

Economista

Google News