Llegué a vivir a Querétaro hace apenas unos años, como muchas personas que se mudan impulsadas por circunstancias que solemos resumir con la frase “así se dieron las cosas”. Sin embargo, estas “cosas” son, en realidad, procesos económicos y sociales que catalizan la atracción de recursos y personas hacia la ciudad.

Como recién llegada, he observado con detenimiento las costumbres locales, y una, en particular, ha llamado mi atención: la frase “en mi casa, que es su casa”, emblema de las buenas maneras queretanas. Esta expresión, incorporada en conversaciones cotidianas, simboliza una hospitalidad que, contrariamente a un creciente discurso “antiforáneo” en ciertos círculos, evidencia la naturaleza acogedora de la sociedad queretana. A pesar de las voces que asocian el aumento de inseguridad y tráfico con una supuesta llegada masiva de foráneos, la realidad es que Querétaro ha integrado con éxito a familias de distintas partes del mundo y de México, enriqueciendo su oferta gastronómica y ampliando sus oportunidades.

De acuerdo con el último censo de población, en los últimos cinco años han llegado a Querétaro inmigrantes de diferentes países, incluyen Estados Unidos (6 mil 490 personas), Venezuela (2 mil 590) y Brasil (702), así también, países en otros continentes, como España (497), Alemania (464) e India (122). Las razones principales de esta migración fueron aspectos familiares, laborales y de vivienda. Además, la migración interna ha sido significativa, con un alto número de personas llegando desde la Ciudad de México (40 mil 100 personas), el Estado de México (36 mil 100) y Guanajuato (16 mil 600), entre otros estados de la República mexicana.

La hospitalidad queretana se extiende a los visitantes. Según datos de la Secretaría de Turismo, mientras que en 2010 el estado recibió poco más de 1.25 millones de visitantes, en 2019, justo antes de las afectaciones por la pandemia, la cifra ascendió a más de 2.52 millones. Estos visitantes, en su mayoría turistas nacionales (más del 90%), aprovechan no sólo las vacaciones, también los fines de semana para disfrutar los diversos atractivos del estado, como la belleza de su Centro Histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad; la majestuosidad de la Sierra Gorda, y las experiencias únicas que ofrece el semidesierto queretano con sus Pueblos Mágicos y viñedos.

No obstante, para que Querétaro preserve su reconocida hospitalidad ante el arribo de inmigrantes y visitantes, resulta crucial adoptar políticas de sustentabilidad genuinas, que prevengan que el progreso económico ensombrezca tanto la calidad de vida de sus habitantes como la riqueza de su patrimonio cultural y natural. Las regulaciones en el desarrollo inmobiliario y turístico necesitan ser más que gestos superficiales; deben ser inteligentes.

“Las regulaciones en el desarrollo inmobiliario y turístico necesitan ser más que gestos superficiales; deben ser inteligentes, diseñadas para limitar el impacto ambiental, preservar los recursos no renovables y evitar una gentrificación que desplace a las comunidades locales. Para esto, es vital promover una economía inclusiva que beneficie equitativamente a queretanos, migrantes y, especialmente, a las comunidades indígenas. Esto exige medidas concretas, bien pensadas y concertadas, no sólo discursos políticos.

Querétaro, mi casa - que es su casa-, no está en riesgo de ser víctima de su propio éxito, como han proclamado algunas voces. Más bien, se ha visto amenazada ante la falta de políticas eficaces para prevenir la expansión descontrolada y dispersa de la ciudad, reducir el uso excesivo del automóvil y revertir los costos sociales y ambientales que se generan cuando las inversiones públicas solo benefician a unos cuantos. Este desafío demanda una acción colectiva consciente y dirigida, que busque el bienestar común y la sostenibilidad a largo plazo, asegurando que Querétaro siga siendo un hogar acogedor para todos”

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