UNAM Juriquilla

Desde hace una decena de años ha llamado la atención la presencia de ciertos contaminantes que se encuentran en las aguas y que se conocen como disruptores o alteradores endocrinos o contaminantes emergentes.

Estos contaminantes están presentes en muy pequeñas concentraciones en el agua, sin embrago, su impacto en el sistema hormonal puede ser muy elevado.

El sistema endocrino junto con el sistema nervioso y el inmune regulan las funciones en humanos y animales. Las hormonas influyen en los mecanismos de regulación, desarrollo, crecimiento de los organismos. Entre las principales glándulas endocrinas podemos mencionar a la pituitaria, la tiroides, el páncreas, los testículos y los ovarios. Algunos de los órganos y tejidos bajo control endocrino incluyen a las glándulas mamarias, los huesos, los músculos, el sistema nervioso y a los órganos reproductores femenino y masculino.

Tanto la Comisión Ambiental Europea como la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos han clasificado a los compuestos alteradores endocrinos como sustancias que causan efectos adversos a la salud de un organismo como consecuencia de cambios en la función endocrina. El catálogo de alteradores endocrinos es muy amplio y crece día a día. Dicho catálogo comprende desde sustancias que se encuentran de manera natural en el medio ambiente hasta productos químicos sintetizados por el hombre. Estos contaminantes se generan en nuestros hogares o en la industria; pasan a las aguas residuales; posteriormente a los ríos, lagos y pozos; y posteriormente nos regresan en el agua que utilizamos para consumo.

La presencia de contaminantes emergentes en las aguas residuales es uno de los retos pendientes en el control medioambiental.

El mayor problema son las bajas concentraciones y por ello la mayoría de los procesos de tratamiento de aguas no los elimina. Gracias al desarrollo tecnológico de los últimos años en métodos de detección avanzados es que sabemos de su presencia en las aguas. De este modo, se han identificado numerosos compuestos alteradores endocrinos tanto en aguas residuales como en ríos y otras corrientes superficiales e, incluso, en aguas potables tratadas. El control de estos contaminantes resulta particularmente difícil debido a la gran dispersión de sus fuentes de emisión que van desde los residuos domésticos, hospitalarios e industriales hasta los vertidos procedentes de la actividad agrícola y ganadera.

Para degradar y tratar eficientemente las aguas que los contienen son necesarios nuevos bioprocesos, como los biorreactores con membranas. En estos procesos de tratamiento de aguas, las bacterias llevan a cabo la degradación de la contaminación (materia orgánica) presente en el agua. El agua limpia es separada de las bacterias por medio de filtros o membranas. Se ha evidenciado que las bacterias de lento crecimiento son capaces de biodegradar eficientemente los contaminantes emergentes y es, justamente, con los reactores de membranas donde crecen este tipo de bacterias.

De este modo ya existe tecnología para degradar estos compuestos presentes en las aguas, pero además de tecnología es necesario el uso de sentido común. Tomemos un ejemplo ilustrativo: el caso de los compuestos conocidos como nonilfenoles que son usados en la industria. Estos compuestos ya están prohibidos en Europa y muy regulados en Estados Unidos. En nuestro país se usan sin ningún control. Así surge la siguiente reflexión: ¿no sería más sensato regular el uso de los contaminantes que tratar de eliminarlos por medio de procesos costosos? 

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