Con la euforia de la victoria que consiguió la Selección Mexicana  frente a Alemania llegaron los “expertos”. Esos que aparecen en cada Mundial, en cada fecha FIFA, en cada torneo donde se presenta el Tri.

Tristemente en nuestro país, el futbol se divide en dos: quienes amamos este deporte y quienes lo odian, pero nunca pasa desapercibido. Y es que históricamente muchos políticos han usado al futbol como un medio para sumar puntos en sus campañas, hecho que ocurre cada 12 años o lo que es lo mismo cada dos mundiales. La idiosincrasia ha crecido de tal forma que los que odian al futbol afirman que es un distractor de masas.

¡La clásica!, afirman que nunca se pone atención a otros deportes más que al futbol, y aunque admito que es una lucha constante para los que nos dedicamos a informar, no es del todo cierta esta afirmación, si bien, el futbol se lleva los reflectores, siempre hay reporteros y medios que difunden lo que se hace en otros deportes.

El futbol es un fenómeno social, es algo que va más allá de la cancha, sino pregúntenle a Drogba que detuvo la guerra en su país durante el Mundial de Sudáfrica en 2010;  actualmente, Mohamed Salah es  una esperanza para el pueblo egipcio que vive con limitaciones de salud, economía y educación.

Sí admito que existen imbéciles como esos que quemaron la bandera de Alemania en medio del festejo o esos mexicanos que son noticia internacional por hacer alguna estupidez, seamos ciudadanos del mundo, ¡carajo!

Pero déjame decirte algo, a ti, al que se ha quejado desde el partido inaugural, si no entiendes que esta es una de las formas para unir a un pueblo al que han golpeado tan duro, sino sentiste nada al ver cómo Javier Hernández contenía las lágrimas al cantar el Himno Nacional, sino quedaste afónico al ver cómo un mexicano que pasó toda su vida luchando por estar en un Mundial se volvió protagonista en una cancha, ante una potencia y se volvió parte de la historia, estás en tu derecho pero entonces desconéctate por lo menos un mes, porque este sentimiento no lo vas a parar nunca.