Ana es una joven menonita de 22 años de edad que vende galletas con miel preparadas por su mamá en su natal Zacatecas. Mientras los indiferentes automovilistas se detienen un minuto y medio ante la luz roja del semáforo, que les impide avanzar en la esquina de Constituyentes y Pasteur de esta ciudad, la muchacha de ojos azules y cabello rubio con sombrero, ofrece bolsitas de galletas por veinticinco pesos o dos por cuarenta, como alternativa de sobrevivencia.


Ana, la joven menonita, al igual que una docena de jóvenes más, la mayoría pertenecientes a la milenaria etnia otomí, casi no habla español puesto que su lengua materna es el idioma alemán; Ana comparte la isla de este crucero multicultural, representante de la pobreza extrema, con vendedores de bolsas de basura, juguetes, chicles, periódicos, limpiaparabrisas; en sintonía con sus compañeros, serpentea entre los vehículos ofreciendo galletas. Una vez que los motores rugen para salir en estampida en busca del siguiente semáforo rojo, Ana retorna a la esquina de la calle con pasos lentos, al igual que la tribu otomí que la acompaña sin dirigirse la palabra; además, ¿en qué idioma podrían establecer lazos de comunicación? Tal vez en castellano, que es la lingua franca en esta esquina de nuestra ciudad de Querétaro.


Ana, la joven menonita, es de intensos ojos azules que hacen juego con su vestido que le llega hasta los tobillos; es delgada y alta. Sobre su rubia cabellera lleva un sombrero blanco de ala ancha con un hermoso listón rojo que ondea bajo los intensos rayos solares que calientan el asfalto en el que se posan sus huaraches de plástico.


Ana dice ser de Zacatecas, con imperceptible voz también menciona que viene con su familia a los cruceros de esta ciudad a vender barras de queso y galletas y que cada quince días regresan a Zacatecas a surtirse de mercancía. Sus palabras son muy escasas, medidas, sólo de vez en cuando su faz se ilumina de manera momentánea con una imperceptible sonrisa.
En general todos los menonitas que llegan a nuestra ciudad a vender galletas y quesos son parcos al hablar, debido a que han decidido no establecer relaciones con los otros, con los diferentes a ellos, ya que forman un grupo endogámico.


Ana hunde sus raíces culturales en Europa. Los menonitas reciben este gentilicio por Menno Simons, un sacerdote católico del siglo XVI del movimiento cristiano anabaptista, originado como expresión radical de la Reforma Protestante de Lutero. En 1873 buscando vivir al pie de la letra como lo dice la Biblia, emigraron al continente Americano y llegaron a México en 1920.


El sueño de Ana, la joven menonita, es vender por lo menos un paquete de galletas cada vez que los automovilistas se detienen durante un minuto con treinta segundos en esta esquina de la Alameda Hidalgo en la que, bajo los intensos rayos solares, se manifiesta otra forma de la queretanidad. Sin embargo, la mayoría de las veces, Ana sólo se topa ante la indiferencia de los conductores que no voltean a mirar a esta bella flor nacida en el asfalto.

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