Mucho se habla de lo vertiginoso que resulta el modo como vivimos hoy día en el mundo y de la manera que, ciudades como la nuestra, se expanden. La velocidad con que lo hacen es algo que de ninguna manera podríamos siquiera imaginar hace un par de décadas por más visión que se pudiera tener en aquel entonces. Cualquier expectativa de entonces fue ampliamente rebasada y basta recorrer una tarde de domingo la zona conurbada para constatarlo.

En contraparte, hay seres que viven a una velocidad distinta y si los observamos, poco o nada les importa que lo hagamos, ellos se mueven a su propio ritmo y nada en el entorno les hace cambiar de opinión, como lo muestra este personaje de la imagen, a quien  no le corre ninguna prisa. Tal vez, deberíamos aprender un poco de ellos y sin colocarnos en ninguno de los extremos, ajustar la velocidad social para seguir moviendo esta ciudad hasta donde desea la mayoría de quienes aún disfrutamos habitarla.

Reza el dicho: Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre. Encontrar la velocidad adecuada requiere permanentemente respeto, tolerancia, civilidad y hospitalidad. Utilicemos estos valores y ajustemos nuestro cinturón ciudadano de seguridad para participar activamente en la carrera cotidiana de este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

Google News