Cuando Alberto Swindall Martínez tenía siete años, el cuerpo de bomberos ofreció una plática en el centro escolar al que acudía; este primer contacto bastó para que aquel pequeño, originario de la Ciudad de México, decidiera dedicar su vida a salvar vidas en esta institución.

Hace 20 años, Alberto llegó con su familia a San Juan del Río. La tranquilidad y las aguas termales de los balnearios con los que entonces contaba el municipio, conquistaron a sus padres, quienes decidieron probar suerte en este ayuntamiento queretano.

Infonavit Pedregoso fue el sitio elegido por su familia para radicar y Alberto corrió con la suerte de tener como vecino a Fernando Vázquez, quien años más tarde se convertiría en capitán de bomberos y quien también lo inspiró para participar en la academia de formación.

A sus 32 años de edad, Alberto y su familia se consideran sanjuanenses. En este municipio el joven pudo realizar lo que más le gusta y sus papás dedicarse a la actividad comercial.

Reconoce que las condiciones de tranquilidad que había en San Juan del Río cuando llegaron no son las mismas que ahora, jamás imaginó enfrentarse a incidentes como el del 25 de enero en la comunidad del Barrio de La Cruz, en donde pipas abastecidas de gas explotaron. Este accidente fue producto de la sustracción ilegal de combustible y Swindall fue uno de los bomberos que resultaron con quemaduras de segundo y tercer grado, pero esto no fue motivo para abandonar al cuerpo de emergencia, que se ha convertido en su segunda familia.

Su padre, Leandro Swindall Pérez, y su mamá, Elvira Martínez Rojas, acostumbraban salir los fines de semana y San Juan del Río se convirtió en su destino favorito, por su cercanía con la capital del país y su ambiente provinciano.

Llegaron a este municipio cuando las condiciones eran más favorecedoras para emprender negocios. Leandro aprovechó la situación económica de la demarcación e inició un modesto negocio de venta de herramientas; Elvira lo apoyó en el cambio de residencia, en busca de un sitio idóneo para el desarrollo de sus hijos.

Las hermanas de Alberto, Nancy y Evelyn, concluyeron sus estudios profesionales en San Juan del Río. La vocación de servicio también estaba latente en el corazón de Nancy, quien decidió estudiar enfermería; mientras que Evelyn formó una familia y decidió retornar a la Ciudad de México. A pesar de ello, el contacto con sus padres y hermanos es permanente.

Alberto no tenía claro qué quería estudiar, pero seguían firmes los sentimientos de servicio que en la infancia le provocaron aquellos hombres uniformados, que un día fueron a su escuela a ofrecer una plática sobre su labor.

En enero de 2012, tras muchos años de llevar consigo un sueño aún sin realizar, decidió ingresar a la academia de bomberos. Como muchos de sus compañeros, empezó desde cero, siendo elemento voluntario; hasta 2016 cuando recibió la oportunidad de ser incluido en la lista de los 12 vulcanos remunerados por la Junta de Agua Potable y Alcantarillado Municipal.

A pesar del apoyo económico, reconoce que la paga para los bomberos es mínima, en comparación con la labor de asistencia que realizan a favor de la ciudadanía. Por ello, reitera que lo suyo, más que una profesión, es una pasión y no tiene planes de abandonar esta actividad.

“Ahora que tengo la oportunidad de ofrecer pláticas en las escuelas, trato de transmitir lo que yo siento al ser bombero, los niños me preguntan cuánto gana un bombero, yo les digo, no es lo que gane, es lo que hacemos por los demás, lo que se siente en el corazón, eso es lo más importante para lograr ser un buen bombero”.

En un principio, los padres de Alberto fueron indiferentes a la capacitación que su hijo tomaba los fines de semana, pensando que se trataba de un pasatiempo que pronto abandonaría; sin embargo, a medida que la preparación seguía su curso, el interés del joven por ser bombero incrementaba, generando la preocupación de su madre, ante el riesgo de la actividad.

“Ellos nunca me prohibieron que fuera bombero. Al principio pensaban que acudía a una especie de club, después creció el temor en ellos de que algo me pasara; sin embargo, siempre respetaron mi decisión de dedicarme a esto y ahora me apoyan”, dice.

Dos meses antes de las explosiones de pipas de gas, enfrentó su primera situación de alto riesgo. En una bodega de la carretera hacia la comunidad de La Llave, un incendio de gran magnitud puso a prueba su temple y determinación de claudicar o continuar.

Mientras realizaba las labores para sofocar las llamas, Alberto quedó enredado entre los cables ubicados al interior de la bodega en donde ocurrió el incendio: “Fue cuando recordé la capacitación recibida, me quite la máscara, intente zafarme de los cables, que se incendiaron con un flamazo, y fue como pude escapar, ahí sentí que encaré a la muerte por primera vez”.

Esta no sería la única ocasión en que Alberto se enfrentaba a una contingencia de alto riesgo, bastaron unas semanas para que experimentara de nueva cuenta la angustia y el shock.

La noche del 25 de enero de 2016, los bomberos recibieron un llamado de emergencia sobre una presunta fuga de gas en el Barrio de La Cruz, nada más alejado de la realidad, pues cuando los vulcanos llegaron, una columna de fuego, que emergía de una bodega, les advertía del peligro al que se iban a enfrentar.

Las primeras explosiones en las pipas de combustible alcanzaron a incendiar dos patrullas de la Secretaría de Seguridad Pública, quemar a una oficial de policía y cuatro bomberos, entre ellos Swindall, quien sufrió quemaduras en su mano y otras lesiones en rostro y espalda.

A pesar de la gravedad del incidente, del que resultaron lesionados sus compañeros Marco Santiago, Arath Feregrino y Víctor Ruiz, decidió continuar en la corporación y aprender de lo ocurrido en el Barrio de La Cruz.

Sin embargo, el incidente cambio los planes de Alberto, quien en ese momento se encontraba estudiando Derecho, pero debido a la gravedad de sus lesiones, requería tratamientos permanentes y costosos, lo que lo obligó a elegir entre sus estudios o su salud.

Ha pasado un año de este accidente, ahora, recuperado física y económicamente, Alberto decidió dar un giro a sus planes de profesionalización. Dejó la carrera de Derecho y, actualmente, cursa la licenciatura en Ciencias de Seguridad, estudios en línea que ofrece la Universidad de Guadalajara.

También recibió capacitación en las normas oficiales de seguridad y protección civil. Además, adquirió una matrícula como consultor, otorgada por el gobierno estatal, lo que le permite ofrecer capacitaciones a quienes recién ingresan a la academia de bomberos y también brindar pláticas en centros educativos en busca de jóvenes que tengan el talento del servicio.

Alberto se siente feliz de vivir en San Juan del Río y de haber logrado alcanzar sus sueños a lado de los bomberos; está satisfecho por el aprendizaje que le dejó participar en incidentes como el ocurrido en el Barrio de la Cruz, para salvaguardar la vida de los demás.

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