Originario de Tuxpan, Veracruz, Mauricio Magaña Morales ha recorrido México y el mundo. Su gusto por los barcos y la pintura lo llevaron a lugares tan lejanos como Turquía, Rusia y Australia, así como a radicar en Italia, Estados Unidos y Canadá, pero siempre su lugar favorito fue México. Hace cinco meses, que visitó Querétaro, se enamoró de la ciudad, en donde, dice, la gente es más receptiva al arte, en niveles de algunas ciudades europeas, lo que lo beneficia como artista plástico.

Señala, mientras observa su trabajo artístico y cuida que no caiga por el viento que sopla en la capital queretana, que salió de su tierra natal a los 16 años de edad, para irse a vivir a Chiapas, luego a Quintana Roo y la Ciudad de México.

“Me encanta viajar y tuve la oportunidad de hacerlo en barcos y recorrer el mundo de 1983 a 1991. Me la pasé en los cruceros. Primero trabajé en plataformas, luego trabajé en buque tanques y luego en cruceros. Por ser del mismo estado de Veracruz, desde niño anduve en lancha. Mi papá se dedicaba al campo, pero cuando vendió las tierras se dedicó a la pesca, se compró un barco pesquero, entonces se iba con los marinos muchas veces”, indica.

Los barcos son parte importante de su vida, dice, y en los mismos pudo recorrer América, Europa, África, Australia, Medio Oriente, pero siempre extrañaba su país, a pesar de vivir en el extranjero, “no comparo a mi país con otro lugar. Podrán decir de París muchas cosas, Barcelona es preciosa, pero adoro a mi país”.

Mauricio dice que cuando trabajaba en los barcos también se dedicaba a pintar, pues en sus ratos libres lo hacía para no aburrirse, y en los puertos se salía a vender su trabajo.

Comenta que los europeos están mucho más sensibilizados hacia las expresiones artísticas “y en esta caso me encantó Querétaro porque eso sentí aquí, la gente tiene esa sensibilidad por el arte, hablando de la música, danza, todo lo que en la capital [Ciudad de México] está decayendo”, señala.

Subraya que los espacios en el estado, de acuerdo a lo que ve, como museos y galerías son muy abiertas, a diferencia de la capital.

Se extinguen los espacios artísticos

Explica que los espacios públicos en la Ciudad de México son cada vez menos, pues los jardines de arte se están terminando, comparados con los que había hace unos años. Mauricio expone sus pinturas en el Jardín Guerrero, donde la gente se detiene a ver su trabajo. Les llama la atención, le preguntan cómo los hace, qué técnica usa y los materiales que utiliza para su elaboración.

Un par de jóvenes se acercan a ver las pinturas miniatura que vende y que llaman la atención por la delicadeza del trabajo. Les dice que las postales son a 10 pesos, una ganga, si se toma en cuenta el trabajo realizado.

“Yo no conocía esta ciudad tan hermosa y sus alrededores. Conozco casi toda la República, pero esta parte del centro no la conocía. Unos primos que son de Guanajuato compraron una casa en Juriquilla y me preguntaron si me gustaría estar ahí, les dije que sí, y me encantó inmediatamente”, enfatiza.

Agrega que en estas fechas está viendo la posibilidad de vender su casa en la Ciudad de México y mudarse a Querétaro definitivamente. Incluso ya ve algunas propiedades que pudiera comprar para quedarse de manera definitiva aquí. “Otro más que llega aquí, así que me disculpan”, dice Mauricio, mientras suelta una carcajada ante su comentario. “Al final de cuentas todos somos mexicanos, estamos en nuestra nación mexicana”, abunda.

El hombre platica y al mismo tiempo observa que su trabajo artístico no se lo lleve el viento frío que sopla en la ciudad.

Añade que para trabajar sencillamente se inspira en hacer las cosas, no postergarlas, ya que cuando se piensan tanto terminan por no hacerse, por lo que prefiere poner manos a la obra en lugar de dedicarse a la contemplación.

Dice que en ocasiones ve cosas o recuerda sus viajes y de ahí se inspira para trabajar. “¿Recuerdos de mis viajes? La madre de mis hijos que es rusa”, señala mientras vuelve a soltar una carcajada fuerte. Alla es el nombre de su ex esposa, pues están divorciados desde hace siete años, a quien conoció en uno de sus viajes. Fruto de ese matrimonio tiene dos hijos, uno de 27 y otro de 14 años, Román y Vladimir. Ellos viven en la Ciudad de México y se dedican a la música, pues Alla es concertista de piano y ellos heredaron ese gusto de su madre.

Mauricio indica que a su actual pareja la conoció en la escuela de artes, pero por esas raras cuestiones de la vida, a pesar de que él estaba enamorado de ella, no pudieron materializar esa relación en su juventud.

“La conocí cuando tenía 19 o 20 años. Nunca perdimos la amistad. Yo me enamoré de ella y un día le presenté a un amigo y ella se enamoró del amigo y yo me quedé bailando. La vida me llevó a conocer a otra personas. Luego su esposo falleció, nos volvimos a encontrar hace cuatro años, nos dimos la oportunidad y aquí estamos. Al final de cuentas se nos concedió”, precisa.

Añade que ella no es tan “aventada” como él y no sabe si decidirá mudarse a Querétaro.

Mauricio puntualiza que su futuro en el estado lo augura maravilloso, pues la ciudad le gusta mucho, aunque nunca la había pensado como lugar de residencia.

“Había pensado en otras partes, ya me quería salir de la Ciudad de México. Había elegido mi estado, Veracruz, irme a Xalapa. Estaba viendo propiedades allá, también estaba viendo Cancún, porque tengo familiares allá, pero lo curioso es que mis primos de Guanajuato me dijeron que me viniera para acá. Le dije a mi esposa que me venía a Querétaro y aquí estoy”, dice.

Agrega que no había pensado en Querétaro pero conocerlo le gustó mucho y se decidió por quedarse aquí, pues la ciudad es muy cultural, algo que le gusta mucho.

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