Cuando Perla Ernest tenía sólo tres años de edad, comenzaron los primeros síntomas de tartamudez; esta condición se hizo tan grave que, cuando tenía 18 años, ya no podía pronunciar dos palabras juntas, prácticamente vivía incomunicada. Sumida en la desesperación, Perla intentó suicidarse en repetidas ocasiones.

Cansada de vivir con esta condición, desarrolló su propio método para ayudar a personas en su misma condición, y fundó Proyecto Ernest, donde ayudan a superar casos severos de tartamudeo.

“Nadie pide nacer con tartamudez”

Nadie sabe a ciencia cierta de dónde o por qué surge la tartamudez en una persona, cuenta Perla Ernest en entrevista para EL UNIVERSAL Querétaro; lo que sí se sabe, dice, “es que es una condición con la que nadie pide nacer y; sin embargo, cuando se tiene se debe aprender a vivir con ella”.

Perla intentó superar esta enfermedad catalogada como severa, con un sinnúmero de especialistas, pero con ninguno obtuvo resultados; la respuesta vino de ella misma, cuando comprendió que la tartamudez debe tratarse desde varias aristas, y no encasillarse en un sólo método.

Así pues, desarrolló su propio método para superar esta condición, y una vez que notó resultados, se propuso ayudar a los demás fundando Proyecto Ernest, escuela por la que han pasado 500 personas con tartamudez, y que han superado su condición.

“Trabajar por sí sólo el tartamudeo con ejercicios de respiración, orales o con terapias no es suficiente, se debe trabajar de forma conjunta, es una condición multifactorial. Yo estuve incluso medicada y nada de eso funcionó, había veces que no podía ni juntar dos palabras. Hasta que yo misma tuve que ser disciplinada y constante con los ejercicios que hacemos ahora en el programa, son cuatro días de entrenamiento en donde controlamos la tartamudez de acuerdo al control de la respiración diafragmática y la sincronización del habla”, comparte Perla.

El caso de Mónica Márquez

El tartamudeo de Mónica también comenzó a los tres años de edad, su madre pensaba que, según la creencia popular, darle a la niña un baño de flores y agua caliente curaría cualquier signo de tartamudeo, y según su familia dio resultado, hasta que la tartamudez volvió cuando Mónica entró a la preparatoria.

Hoy, Mónica es madre de familia, sus hijos tienen entre 17 y 19 años. Confiesa que su situación nunca fue tan severa, y que nunca le impidió comunicarse con los demás; sin embargo, también acepta que el tartamudeo le causó varios problemas en su juventud.

“Había una señora que trabajaba en la casa que decía que la tartamudez se me quitaba con un baño de agua y flores, entonces mi mamá me metió en una tina, me puso a jugar con las flores y dice que se me quitó, yo no recuerdo haber tenido esta condición de niña, yo lo recuerdo más o menos como a los 18 años, que fue cuando volví a tartamudear cuando iba en la preparatoria.

“Entonces buscamos terapias de muchos tipos, me ponían piedras dentro de la boca, ejercicios para hablar con un palito y con cajeta, te ponen a decir trabalenguas, porque piensan que es algo físico, y poco a poco uno se da cuenta de que el tema es muy emocional, algo que siempre está presente”.

Mónica inició hace unos meses su tratamiento en Proyecto Ernest, y asegura que hoy vive sin tartamudez.

Jenny Lucena también lo superó

También Jenny Lucena acudió a Proyecto Ernest, dice que en cuatro días notó resultados inmediatos, aunque asegura, no se supera la tartamudez de un día para otro.

“A veces sí tengo algún bloqueo, a veces tartamudeo, pero no se compara, ya no es tan notorio como antes, lo más importante es que ya estoy comunicando con la gente lo que yo quiero decirles. Llamando por teléfono pido alimentos, hago citas, antes hacer eso era muy difícil para mí, era muy estresante, me ponía nerviosa al momento de conversar con alguien, y ahora sé que eso no me debe detener”.

Como es la constante, Jenny comenzó a tartamudear a los tres años de edad, cuando su mamá notó que tenía problemas para comunicarse con sus compañeros y maestros. El problema se agravó en la secundaria, cuando los profesores la ponían a leer en voz alta, y todos notaban su condición de tartamudeo. Incluso le negaron el acceso a una de las secundarias por no considerarla lo suficientemente competente, comparándola con los demás niños de su edad.

Se estima que 1.5% de la población a nivel mundial vive con la condición de tartamudez. En México son aproximadamente 1 millón 200 mil personas las que viven con este padecimiento , según información recabada por Perla Ernest, fundadora del proyecto.

bft

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