Tener discapacidad no te hace una persona con mayor o menor valor, únicamente te hace diferente y diferentes somos todos, reflexionó Miguel Ángel Ferrer López, quien a sus 43 años comienza un nuevo negocio luego de que el anterior tuvo que abandonarlo tras sufrir una lesión de cuadriplejia.

Cuenta que hace 3 años 8 meses, una camioneta lo sacó de la carretera, el coche volcó, él salió proyectado del vehículo y debió ser remitido al hospital Lomas Verdes, de la Ciudad de México, por una lesión incompleta entre las vértebras cervicales 6 y 7.

Durante un mes sus hermanos se turnaban para cuidarlo y el pronóstico era que solo podría ser capaz de mover el rostro.

Tres personas debían ayudarlo a bañarse en la cama, de la cual no podía moverse para no afectar más la médula espinal, situación que le provocaba tal sentimiento de impotencia que solo podía llorar.

A los dos meses de su operación recibió apoyo del grupo Vida Independiente México, para que se familiarizara con el manejo de una silla de ruedas.

Al mes siguiente empezó a recibir terapia en el Centro de Rehabilitación Integral de Querétaro (CRIQ), primero enfocada a recuperar sensibilidad, después a tratar las contracturas y, finalmente, para generar movilidad; atención que le brindan el médico Arceo, la fisioterapeuta Xitlali y la terapeuta de médula espinal Guillermina.

Por un amigo se enteró de la existencia del Centro de Capacitación y Talento Empresarial (CCTE), en el que le donaron su silla de ruedas mecánica, herramienta necesaria para desarrollar fuerza en los brazos, también lo llevaron a subir puentes y cruzar calles, todo siempre con asistencia.

La pandemia le impidió salir de casa, hasta que un día decidió “rodar” por su cuenta; se bajó por la rampa de su banqueta “iba rebote y rebote en el empedrado, ya cuando llegué al pavimento le empecé a dar, obviamente al paso”.

Por casi dos años, Miguel Ángel intentó continuar con su labor de contratista especializado en la instalación de piso epóxico industrial, pero el trabajo disminuyó, hasta que otra persona ocupó su lugar en la compañía.

Para mantener a sus hijos: Ángel David, de 18 años; Joel, de 16; José Daniel, de 15, y Ana Sofía de 3, recibió apoyo tanto de su familia como de la familia de su esposa Evelia. También recibió ayuda de amigos para garantizar que no les faltara comida.

La necesidad de aportar dinero lo llevo a, primero, vender tunas cuando fue temporada, después, Don Ricardo, a quien antes compraba pan, le ofreció llevarle producto todos los días, a precio especial, para que pudiera obtener algo de ganancia.

Su madre y su esposa enseguida apoyaron la idea, la primera le ofreció poder instalarse en la entrada de su casa, que, por estar muy cerca del mercado de Lomas de Casa Blanca, le daría mayor oportunidad de tener clientela.

Sus hijos mayores se opusieron, pero ahora ya lo promocionan con sus amigos y también a través de grupos de WhatsApp.

Se programó para, en las mañanas, salir a rodar y a su terapia. De 17:30 a 21:00 horas atiende el puesto, en el número 504, entre la 17 y la 10, a donde hasta sus amigos “de rodada” van a visitarlo.

Le encantaría hacer pan, hasta ha visto tutoriales, pero la fuerza de sus manos es poca. Hay veces que tomar un billete le representa una gran dificultad, además, el pan que vende es muy rico, lo que, considera, le ha permitido hacerse de una cartera de clientes.

Por ahora no tiene muchas ganancias, pero lo que obtiene ya es una ayuda, admite al recordar que se vio obligado a vender toda su herramienta para tener dinero.

Entre sus metas está practicar deporte de manera constante; del CCTE lo invitan, junto a sus compañeros de “rodada”, a participar en las prácticas de deporte adaptado, pero entre los principales problemas destaca la carencia de transporte especializado.

En una ocasión, una compañera de “rodada” convenció a varios de irse por su cuenta al Parque Querétaro 2000, tras salir, llegaron a eso de las 20:30 a la parada, les dieron las 22:00 sin que llegara el transporte especial, su amiga los trató de convencer de usar el camión normal, pero era imposible, pues carecían de fuerza en las manos para sostenerse.

Pensaron en un Uber, pero sólo cabrían dos personas y una silla de ruedas, el viaje sería demasiado caro, así que terminaron por pedir ayuda a un familiar para que pasara por todos.

Al analizar su vida sabe que tuvo suerte: siempre ha contado con apoyo y logró superar “el duelo” que provoca perder la movilidad; hay quienes al paso del tiempo aún lloran cuando les dicen “discapacitados”, no pueden superar el coraje y el dolor.

Aún no entiende la postura de la gente ante la discapacidad, mientras que algunos ni se molestan en ayudar cuando se requiere transitar, por ejemplo, por las difíciles calles del centro, otros creen que una persona en sillas de rueda que disfruta del parque está pidiendo limosna; al principio le molestaba que le dieran una moneda, pero en el CCTE le explicaron que es ayuda que nace del corazón, de ahí que la acepta, pero casi siempre la entrega en la alcancía de la iglesia.

Remarcó necesario cambiar la mentalidad sobre la discapacidad, la mayoría de sus compañeros se las ingenia para trabajar; una de sus amigas realiza tejidos para ganar dinero, declaró al enfatizar que estar en silla de ruedas no hace mejor o peor a las personas, sólo las hace diferentes.

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