Refugiándose del sol, entre banderas de México y otros objetos alusivos a las fiestas patrias, una familia de comerciantes hace lo que puede para que sus hijos de 6 y 8 años no dejen de estudiar.

Saben que debido a la contingencia sanitaria por Covid-19, ahora las clases son a través de internet o por televisión abierta, pero en su casa no tienen ni televisión, ni computadora, mucho menos una tableta o conexión a la red.

Así que la madre de familia, Araceli Macario de 27 años de edad, lleva a todas partes unos antiguos libros de texto para que sus dos hijos, Cristian y Evelin, repasen las lecciones que les enseñaron en la escuela el año pasado.

“Dicen que las clases se pueden ver en la televisión pero pues nosotros no tenemos ni tele, ni computadora, no tenemos nada de eso, le digo a mis hijos que por lo menos se pongan a leer los libros que les dieron el año pasado en la escuela, no tenemos más”, comenta.

“No puedo ayudar a mis hijos, yo nunca fui a la escuela”, relata.

Mientras su madre arma banderitas, organiza sombreros y trompetas tricolores, ambos niños abren los viejos libros de texto y se encuentran con actividades ya contestadas, lecturas subrayadas y ejercicios que ya no saben cómo resolver. Tienen muchas dudas, pero nula ayuda.

“Yo nunca fui a la escuela, con mucho trabajo puedo leer, y sé leer muy poquito. Mis hijos me dicen que les ayude con sus tareas, a contestar los libros pero les digo que yo no sé, yo no fui a la escuela, son ellos los que me enseñan las cosas que aprenden con sus maestros”.

“Luego vemos pasar a los otros niños con sus celulares o con sus tabletas y mis hijos me preguntan ‘mami, ¿qué es eso?, ¿Cómo se usa?', les digo que no sé, no sabemos nada de esas cosas”, añade.

Araceli Macario es comerciante desde los 10 años de edad, recuerda que desde muy pequeña viajaba con su madre -también comerciante- a distintas ciudades para vender artículos de temporada en su pequeño puesto ambulante. Por estas razones y debido a la pobreza en que vivía su familia, ella nunca pudo estudiar.

Aprendió a leer gracias al programa Plaza Sésamo, mismo que veía en las televisiones de un aparador, en un negocio de electrónicos.

Ahora, la suerte de sus hijos Crsitian y Evelin, de 6 y 8 años, respectivamente, es distinta; con apoyos del DIF acuden a la escuela en Querétaro; representa una oportunidad que su madre nunca tuvo.

Sin embargo, la contingencia amenaza con destruir los cimientos que los dos pequeños comenzaban a construir en su educación. Sin clases presenciales, ambos niños se han quedado sin posibilidades de seguir estudiando.

Su hijo mayor cursa, por segunda vez, el segundo año de primaria, por lo que dice Araceli, es muy importante que se ponga al corriente con lo aprendido en la escuela para que no curse nuevamente ese ciclo escolar y logre pasar de grado.

Para esto, dice, es vital el apoyo de los profesores, pues ella no está en condiciones de ayudarlos a contestar lecciones o hacer tareas.

“Mi niño es la segunda vez que cursa este año, él va en segundo; le ha costado un poquito de trabajo y por eso no le permitieron pasar al siguiente grado, ya llevan 5 meses sin ir a la escuela y extrañan mucho a sus maestros porque ellos les saben explicar las cosas, les dicen cómo hacer los trabajos”, platica.

“Hay días en que estamos por aquí vendiendo nuestras cosas y pasamos por su escuela, ahí en Altamirano, y los niños nomas van a ver si ya está abierta, pero pues sabemos que no la van a abrir pronto, mis hijos extrañan mucho sus clases como las tenían antes”.

Con apoyos del DIF, tanto Cristian como Evelyn se trasladaban a la escuela en un camión de la misma institución, y a las 6 de la tarde Araceli los recogía para ir a casa. Ahora debe llevarlos siempre con ella y con su esposo, incluso a otras ciudades, pues son itinerantes para tener mayores ventas.

Luego de 5 meses sin clases presenciales, la familia de Araceli no ha tenido contacto con autoridades del DIF, ni tampoco saben si tendrán algún tipo de apoyo para que los niños puedan tomar clases en línea o por TV.

La familia de comerciantes es originaria de Santiago Mexquititlán, perteneciente al municipio de Amealco, pero desde hace un par de años rentan un pequeño cuarto en Querétaro. Actualmente venden artículos alusivos a las fiestas patrias, instalaron su pequeño puesto ambulante en Plaza Constitución de la capital queretana.

“Nosotros somos de un pueblito, se llama Santiago Mexquititlán, allá no tenemos ni siquiera luz o agua, muy poquitas familias tienen televisión, yo creo que nadie tiene computadora, o quién sabe, por eso nos venimos a Querétaro para que los niños puedan ir a la escuela; ojalá que lo de las clases [presenciales] se arregle pronto, los niños extrañan mucho a sus maestros, a sus compañeros”, comparte la madre de familia.

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