Rosa María Spíndola Hernández dice que ella no es de Hércules, que Hércules es de ella, mientras sonríe y recuerda con su hermana, María Esperanza, los años en los que el barrio era un paraíso, con un río limpio y niños jugando en las calles.

Las hermanas, originarias de Hércules, esperan la inauguración de la Casa del Adulto Mayor de la delegación Cayetano Rubio. Fueron convocadas desde temprano y sienten un poco de hambre. Platican unos momentos de una viaje próximo, de algunos conocidos, de sus asuntos de diario, mientras esperan el inicio del acto protocolario.

“Hércules era un paraíso. Era la tierra de Jauja, con toda el agua que venía de El Socavón. Había muchos árboles frutales. Mi cuñada tiene un terreno grandísimo donde tiene hasta árboles de canela, porque de todo había, de todo. Era una tierra muy bendecida por Dios”, señala Rosa María.

La adulta mayor recuerda que los frutos de los árboles los cortaban de las mismas ramas, nadie se los vendía, podían tomarlos. La gente era buena, lo sigue siendo, subraya Rosa María, quien es secundada por su hermana, quien reafirma que lo dicho por su hermana es cierto.

Incluso narra que iban a nadar a la presa del Diablo, o a la atarjea que había en la fábrica de Hércules, que hasta la fecha es parte importante de ese tradicional barrio. “Tuve una infancia de lo más feliz”, agrega la mujer.

Apunta que “lo que más extraño de esos años es justamente el agua limpia que llegaba desde El Socavón, pues el agua es vida, de ahí dependía todo. Había muchos árboles, muchas flores, incluso”, indica, hasta amapolas, que llevaban a ofrecer a la virgen en mayo, antes de que supieran que se podían extraer sustancias narcóticas de ellas.

Dice que en Hércules nació y vive hasta la fecha, llevando a cabo toda su vida en el barrio. Precisa que fueron 14 hermanos y todos fueron muy felices en su infancia y su vida en el barrio.

Las hermanas recuerdan que la casa de su padre está en una parte alta de la colonia. Desde la Plaza Bicentenario señalan hacia uno de los cerros que rodean la zona. Recuerdan que desde una peña que sobresale tomaban una lámina y se arrojaban hacia abajo. El rostro de las mujeres se ilumina cuando recuerdan esos años. Comentan que en esa peña también subían a hacer sus costuras o manualidades que les dejaban en la primaria, ya sea para el Día de las Madres o el Día del Padre. También hacían su tarea, o subían a cantar, algo muy importante para la familia.

Rosa María precisa que sus hermanos cantan muy bien, y que sus nietos han heredado el don de la buena voz. Incluso, Casandra, nieta de María Esperanza, tiene tan buena voz que representará a los Cobaq.

María Esperanza y Rosa María platican también de las fiestas típicas de Hércules, como las de la Purísima Concepción. Hércules, dicen, es el único lugar donde se llama “Purísima”, pues en otros sitios se llama “La Inmaculada”, pero en Hércules les gusta hacer las cosas diferentes.

María Esperanza narra que “las fiestas duran nueve días, son nueve rosarios, y en todos hay fiesta, eso en el mes de diciembre.

Es la fiesta del Gallo, una de las más tradicionales de la también llamada Hermana República”. Dicen que la comida que se da esos días es de lo mejor. Los calditos de camarón son muy buenos, además de ponche, tacos sudados, atole, nieves, y todo lo que dan de comer en esas festividades, a las que no faltan.

María Esperanza y Rosa María subrayan que el barrio y su gente son muy valiosos, es gente de trabajo, de tradiciones, de fe, de familia, de respeto.

Ahora, la generación de las hermanas tendrá un espacio para recordar esos tiempos, para ocupar su tiempo libre —merecido después de una vida de trabajo— en ellos, en lo que les gusta.

María Esperanza dice que es importante que los hayan tomado en cuenta, pues por muchos años usaron una cancha de basquetbol, pero ahora tendrán su espacio. Asevera que ella acudía a hacer ejercicio, y en este espacio para adultos mayores podrá hacer otras actividades.

Le gustaría meterse a clases de baile, canto, manualidades. Desde hace siete años acudía a las clases en la cancha de basquetbol. Antes iba hasta La Cañada, trayecto que hacía a pie hasta el balneario de El Piojito, a las seis y media de la mañana.

Luego, alguien le dijo que ya no fuera porque ya era muy inseguro, por la cantidad de personas que bajaban del tren.

Añaden que como en todos los lugares de la ciudad, hay problemas, como algunos brotes de inseguridad, y que aumenta con la ausencia de los elementos de la Policía Municipal.

El acto protocolario de la inauguración de este espacio para los adultos mayores de la zona comienza, después de la espera de hora y media, pues la citaron desde temprano para el evento.

Las dos hermanas, pasada la molestia por la espera, y porque no han comido y no pueden “malpasarse”, se ven contentas. Recordaron tiempos pasados, los años de la infancia y la juventud, en un barrio que poco a poco cedió a la modernidad, al desarrollo, pero que se aferra a su pasado, a sus tradiciones.

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