Memo sonríe cuando le dicen que él, al igual que sus compañeros conductores de pipas, se volvieron los héroes de la ciudadanía, pues gracias a ellos el combustible llega hasta las gasolineras.

Dice que no puede hablar mucho, pues los soldados que cuidan la puerta de la Terminal de Almacenamiento y Despacho (TAD) de Pemex lo observan, y teme represalias. En estos días esas instalaciones se volvieron un asunto de seguridad nacional.

Afuera de la terminal están estacionadas cinco pipas de doble remolque. En dos de las unidades descansan dos hombres. Uno de ellos dice no ser el operador: “El chofer está adentro”, dice el hombre.

En otra unidad, Memo ve su teléfono celular. Descansa mientras de reojo ve a los militares que resguardan desde la semana pasada las instalaciones de la central de Pemex, desde que la crisis de abasto de combustible se recrudeció en el estado.

“Son especiales [dice sobre los militares]. Ahorita nos están viendo”, dice mientras de reojo observa a la media docena de soldados que a unos 25 metros observan todos los movimientos.

“No me quiero meter en problemas. Ellos no saben… nosotros llevamos muchos años trabajando aquí, sabemos cómo es el movimiento [de las cargas de combustible]), nos hemos dedicado a esto desde hace mucho”, dice Memo, un hombre de aspecto rudo, pero con voz tranquila, y expresiones verbales bien articuladas.

Vigilancia militar

Los militares, quienes desde la semana pasada se hacen cargo de la vigilancia de las instalaciones de Pemex, están en la puerta de la TAD, donde reciben a los camiones cisterna que llegan cargados con las gasolinas que todos los ciudadanos queretanos esperan encontrar en las estaciones de servicio de la capital y del estado.

“¿Quién es usted? ¿Qué quiere?”, pregunta de manera seca un cabo a un recién llegado, quien se identifica, recibe informes de dónde es la recepción y se retira de ahí.

Personal civil de Pemex tiene “una junta” a un costado de la reja. Sus actividades ahora son seguidas por los militares, quienes dentro de las instalaciones de Pemex destacan por sus uniformes verde olivo con camuflaje y sus cascos amarillos.

Dentro de las instalaciones, media docena de pipas se pueden observar desde la calle. Uno de las trabajadores dice, con una reja de por medio, que no se pueden tomar fotografías al interior de las instalaciones y que, además, son vigiladas por elementos de seguridad federal.

Los uniformados federales portan el clásico color azul marino de las corporaciones policiales, aunque no portan siglas ni escudos de la Policía Federal.

Mientras los choferes esperan a descargar sus unidades, otros llegan al lugar. Maniobran los dobles remolques cargados con combustible, que ahora debe de ser trasladado por carretera, con el riesgo que conlleva manejar los dobles remolques cargados de combustible, ya que pueden provocar graves accidentes o ser víctimas de los asaltos.

En la puerta, los militares no dejan de observar a quienes se acercan o estacionan en los lugares cercanos. Hay hermetismo, incluso nerviosismo entre el personal militar.

La vigilancia federal se nota más relajada, pero no por eso distraída. Los elementos federales, casi no prestan atención a quienes llegan, pero después de unos minutos observan sus movimientos y, “discretamente”,toman el número de placas de los autos estacionados en las inmediaciones de la TAD.

Otro doble remolque llega al sitio. Espera indicaciones de los militares, quienes son los encargados de dar el paso a las instalaciones de Pemex a cada uno de los conductores con sus cargas.

Memo luce cansado. Espera dentro de su camión, bajo los rayos del sol que calientan el aire poco a poco. Con paciencia espera su turno para ingresar a la TAD. Desde la calle se ven al menos dos unidades descargando hidrocarburos, bajo la supervisión de los militares de verde olivo y cascos amarillos.

Regreso paulatino a la normalidad

Mientras tanto, la mayoría de las gasolineras de la capital dejaron de registrar largas filas de automovilistas esperando cargar combustible. La única que presenta esta situación, es una estación de servicio ubicada en la lateral de Bernardo Quintana, a la altura de la colonia Carretas. Otras gasolineras operan con normalidad.

Algunas, las menos, permanecen cerradas. Tal es el caso de una ubicada en avenida Constituyentes. Otra más en Los Arcos, a la altura de la entrada a Milenio, donde el despachador de gasolina dijo que les habían afirmado que llegaría una pipa el martes por la tarde, pero hasta el miércoles a mediodía aún no se “aparecía”.

En algunas gasolineras los despachadores dicen que sólo les han surtido “verde” (Magna), pero que en los próximos días tendrán de la “roja” (Premium).

Incluso, las calles de la ciudad se ven más transitadas. A las horas pico ya se puede apreciar la carga vial “normal” en la ciudad en días laborales.

arq

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