Corregidora, Qro.

“Yo tengo ocho meses sin caminar, ya que por casualidad de la vida me entró el virus de la tuberculosis a un hueso”, relata Aarón, quien también comparte que su tratamiento médico concluye este mes, por lo cual hay una luz de esperanza que lo lleve nuevamente a caminar “para volver empezar y retomar la vida que tenía antes”.

Con tristeza expone que este 2020 será imborrable en sus recuerdos ya que, además de este golpe que lo dejó pegado a una silla de ruedas, también se sumó la pérdida de su mamá.

La vida le cambió en instantes

“Cuando me enfermo también se muere mi mamá, la verdad es que no acababa de asimilar una cosa cuando ya tenía otra, no sé si lloraba por lo mío o por lo de mi mamá, pues por haber sido hijo único todo lo relacionado con mi mamá era mi responsabilidad, por eso agradezco a mi esposa que me hizo favor de resolver todos los trámites que se hacen para los difuntos, pues yo no podía hacerlo por la condición en la que estoy”, dice al exponer su dolor y tristeza reflejados en sus ojos cristalinos.

Aarón Montalvo vive en el municipio de Corregidora y previo a su enfermedad trabajaba en una empresa gasera como gerente de operaciones, “era un puesto de confianza, pero después de que me sucedió esto perdí el trabajo, la vida me cambio de un momento a otro y ahí fue donde me quedé desprotegido”, rememora.

Previo a la pandemia por el Covid-19, recuerda que sintió un dolor lumbar y después no pudo mover las piernas debido a que “el virus de la tuberculosis le entró a un hueso”.

Con nostalgia recuerda que antes de su enfermedad trabajó en empresas como Petróleos Mexicanos (Pemex) y también jugó futbol americano, un deporte de contacto y de mucho desgaste físico, pero ahora su vida es un contraste debido que para moverse e ir a sus terapias médicas necesita ayuda de su esposa, hijo y también de personal especializado.

Los martes y viernes acude a recibir tratamientos especiales a la Unidad Básica de Rehabilitación (UBR) que opera en esta demarcación, ahí lo atiende la psicóloga y una fisioterapeuta, pero su traslado se complica debido a que su casa se localiza en una calle con una pendiente muy empinada, que por su trazo complica el acceso de todo vehículo automotor.

Debido a esta condición, llega hasta su casa Israel, quien maneja una camioneta que ha sido adaptada con una rampa mecánica para trasportar personas con discapacidad.

Esta unidad -propiedad de la UBR que opera el DIF municipal de Corregidora-, entra hasta la cochera de la amplia casa de Aarón, y ahí ya lo esperan para maniobrar y subir al paciente con su silla de ruedas y sujetarla a unos cinturones especiales.

Al estar a bordo de este vehículo especial, acompañado de su inseparable esposa, Aarón, a quien se le ve sonriente y de buen ánimo, platica y comparte sus experiencias sin quitarse su un cubrebocas rojo: “no siempre ando de buen humor, eso no se da siempre, por eso he tenido que recibir ayuda de la psicóloga”.

Su enfermedad, expone, se dio antes de que llegara la pandemia, “las piernas las tenía muy delgadas y las terapias han servido para tomar forma y volumen. Dicen que el virus ya no está en mi cuerpo, pero ahora es fortalecer el cuerpo y evitar que se debilite más, ahora ya muevo las piernas gracias a la terapia física, lo único que me hace falta es pararme”

De su profunda voz ronca se escucha con firmeza decir a Aarón que este mes termina su tratamiento: “necesito caminar para volver empezar y retomar la vida que tenía”.

Servicio personalizado

Gloria Ortiz Colchado, jefa de la UBR de Corregidora, detalló que esta institución ofrece servicio especializado para personas con discapacidad, “nuestra unidad se encuentra equipada con elevador, es una rampa mecánica y también tiene cinchos que permiten sujetar sillas de ruedas”.

Agrega que la unidad vehicular está adaptada para que también viajen personas que utilizan muletas o tengan dificultades para sentarse:

“Se tiene capacidad para transportar a 15 personas y hasta tres sillas de ruedas. Se utiliza para mover a los pacientes que vienen de las comunidades y colonias muy apartadas, los usuarios son principalmente población vulnerable que, por su situación física, no pueden trasladarse en el transporte público, pero que además no tienen recursos para pagar los servicios de un taxi privado”.

Destaca que la camioneta que recibieron como donación del DIF estatal va hasta la casa de los pacientes y los lleva a la UBR para que les den sus terapias y después se les regresa a sus casas nuevamente.

Por este servicio, precisa, piden una cuota de recuperación simbólica a los usuarios, mientras que las camionetas privadas que prestan servicio de este tipo cobran hasta 700 pesos por el viaje sencillo y mil 400 pesos por el viaje redondo o completo.

Israel Quezada Sánchez, el operador de esta unidad que de lunes a viernes recorre las comunidades y colonias de esta demarcación, transporta a un promedio de 70 personas por semana para llevarlas desde sus casas a la UBR y regresarlas posteriormente a sus lugares de origen.

“Desde las 8:40 de la mañana empiezo a recoger pacientes para que lleguen a su cita a las 10. Los espero a que terminen y los vuelvo ingresar a la camioneta y se les lleva a sus domicilios, nos vamos despacito, a 60 kilómetros por hora, para que nuestros pacientes no se lastimen más”.

“Es satisfactorio ayudar y escuchar la palabra ‘gracias’ después de que vamos por ellos [los pacientes] para que puedan acudir a sus citas y después regresan contentos por recibir terapia que les ayudará a los problemas de sus discapacidades o una lesión que tengan. El contacto con la gente a la que se ayuda es muy bonito”.

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