Marcelino Rubio Juan Diego, junto con su esposa, Juana González Talavera, viajaron desde Paracho, Michoacán, para una consulta médica de la mujer. Él, músico de profesión, narra que han pasado días difíciles en Querétaro, pues el dinero es poco y no pueden pagarse un hotel. En su carrera como músico, Marcelino ha tocado en festivales Cervantinos, junto con músicos queretanos. “No tengo sus números, pero si los veo me conocen”, dice.

La pareja está sentada en una banca del jardín Guerrero. Dos maletas están a un costado. Almuerzan en la misma banca. Si necesitan un baño, el ex palacio municipal es una opción.

Marcelino explica que tuvieron que venir de Paracho a ver a una doctora para que atendiera las dolencias de Juana, quien tiene una afección en la cadera.

Dice que la primera noche la pasaron en un hotel, pero el costo de la habitación es oneroso para ellos. Tienen que recurrir al albergue Yimpathi, donde pasaron la noche. “Es un lugar muy limpio. Yo pensaba que no, porque por aquí nos dijeron que no fuéramos, porque estaba bien sucio. Está mejor que el hotel donde nos quedamos. En el albergue nos dieron de cenar anoche, y en la mañana nos dieron de desayunar. Nos pasamos aquí todo el día”, señala.

Juana no puede caminar mucho por su afección, por lo que no pueden moverse mucho de la zona. Apenas unos metros. La mujer, incluso, se sienta de vez en cuando en el suelo. Para “matar” el tiempo saca un tejido y comienza a trabajar en el.

“Vamos a ver lo que dice la doctora, si nos quedamos unos días más o qué cosa, si nos podemos ir y nos pone otra cita, porque dice que no será fácil el tratamiento. Tiene desviada la columna, porque levantan cosas pesadas, o se caen, o por el exceso de trabajo”, asevera.

Juana habla por teléfono con una de sus hermanas. “Me dijo que no estuviera tanto tiempo sentada, que me mueva, pero no puedo mucho”, dice la mujer. Juana da unos pasos para allá y para acá. Se cansa de estar sentada en la banca metálica.

Marcelino narra que además el hecho de salir de Paracho es caro, pues la línea de autobuses más económica cuesta el pasaje más de 500 pesos. Aclara que sus hijos les ayudan pero los gastos son muchos.

Marcelino narra que conoció Querétaro hace unos años, cuando tocó, con el grupo musical en el cual participaba, en Carrillo y en La Cañada, pero como los llevaban de “pisa y corre”, no conoció la ciudad totalmente.

“Nosotros tocábamos pasodobles, marchas, valses, música clásica. En La Cañada tocamos pura música clásica. En Carrillo Puerto no tanto, era más música comercial, fue durante tres días. El grupo se llamaba ‘La Felicidad’. Ya se acabó. Éramos como 30 músicos. Tocaba el clarinete”, precisa.

Actualmente, Marcelino da clases de música en su natal Paracho. Sus alumnos son principalmente niños y adolescentes, a quienes introduce a este arte, que enaltece el espíritu.

Narra que desde los 12 años se dedica a la música, cuando migró a Tlaxcala para hacer sus estudios en una escuela especializada. Actualmente está semi retirado, pues de vez en cuando toca en algunos lugares.

Dice que a donde van de manera frecuente es a la zona de Tierra Caliente, en Michoacán, a donde la música es muy socorrida. Pero la mayoría de su tiempo lo dedica a la enseñanza.

Indica que la música ayuda a alejar a los niños y los jóvenes de conductas de riesgo. Alimenta en ellos el sentido musical, algo que les hace bien, la música es respetada. “En lugar que los niños estén en malos pasos, en drogadicción, o robando, mejor están en la música”.

Dice orgulloso que varios de sus alumnos, que tuvieron la iniciación en la música con él, ahora estudian o son egresados de Bellas Artes, de Morelia. Algunos, incluso ya son maestros de música, “salieron buenos”.

“Se siente bonito. Ahorita tengo hasta señores que les enseñé de niños música, ahora son hombres casados. Donde me ven, me hablan, me invitan a comer, toda la familia. Tengo muchos alumnos. Unos buenos, otros malitos, pero tenemos muchos alumnos”, agrega.

Marcelino explica que aunque cuentan con Seguro Popular, las consultas y las citas en los hospitales son más lentas y tardan muchos en dar las citas. La doctora, dice el hombre, los regañó porque no le han brindado la atención adecuada a Juana, pues se debió de atender tiempo atrás.

La pareja, con 22 años de casados, tiene dos hijos en común. De su primer matrimonio Juana tiene cuatro hijos, mientras que Marcelino procreó con su primera mujer, de la cual enviudó, 10 hijos, cinco mujeres y cinco hombres.

Todos se dedican a la música, los 10, enfatiza orgulloso Marcelino, mientras mete las manos en los bolsillos de la chamarra azul que lleva puesta, pues el aire frío de la capital queretana aún cala.

Añade que por sus incursiones en Querétaro y por participar en ensambles musicales con queretanos lo conocen, pero lamentablemente no cuenta con los números telefónicos de sus colegas, por lo que no ha podido buscarlos.

Mientras, Juana y Marcelino, esperan en la banda del jardín Guerrero a que lleguen las siete de la noche, para poder ingresar al albergue y estar una noche más en Querétaro, en espera que la doctora que atiende a la mujer le diga cómo progresa su estado de salud.

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