Nacieron para llevar alegría a los hogares más humildes de Amealco de Bonfil, pero décadas después se convirtieron en el emblema de todo el estado de Querétaro.

Las muñecas artesanales bautizadas con el nombre de Lele, se fabrican por decenas en su tierra natal, Amealco; donde mujeres como Hermelinda Maximina Antonio, sostienen a sus familias gracias a la elaboración de las tradicionales muñecas.

“Desde que yo era niña mi mamá nos hacía de estas muñecas para jugar, y ahora lo hago yo, y todos los integrantes de mi familia, hombres y mujeres”, cuenta.

Trabajo artesanal centenario

Desde las primeras horas del día, Hermelinda y su suegra Dominga Isabel, comienzan a coser los cuerpesitos de tela que darán forma a las muñecas; trabajan en un pequeño taller familiar, en el que también laboran hombres y mujeres de todas las edades, todos familiares.

“Aquí, en el taller familiar, trabajamos parejo mujeres y hombres, unos se encargan de hacer ‘piecitos’, otros las ‘manitas’ y otros los ‘vestiditos’, mi sobrino también viene y trabaja aquí en las tardes”, comparte Hermelinda.

Este es sólo uno de los muchos talleres familiares en Amealco, donde se dedican a fabricar las artesanías tradicionales, pues desde que Lele se convirtió en Patrimonio Cultural del Estado de Querétaro, la venta de muñecas ha aumentado entre los turistas locales y extranjeros, aunque en voz de las artesanas, “aún queda mucho trabajo por hacer”.

El taller donde Hermelinda y su familia elaboran las muñecas, es una pequeña habitación construida a unos cuantos metros de su casa; ahí guardan los materiales necesarios, sus máquinas de coser, mismas que compraron a través de un programa del gobierno municipal para apoyar la elaboración de artesanías.

Todos los días elaboran muñecas, aunque los horarios de trabajo cambian dependiendo de sus actividades, pues los más chicos asisten a la escuela y los adultos trabajan fuera de casa o se encargan de labores domésticas.

“Trabajamos a veces en la tarde, a veces en el día, porque por ejemplo yo participo en el comedor de la escuela, tengo mis actividades pero siempre vengo a trabajar varias horas aquí al taller, de estas muñequitas depende mi familia, somos como 10 integrantes y todos trabajamos en el taller, nos dividimos las actividades, hacemos más o menos 200 muñequitas a la semana, ya sea para pedidos o para venderlas por fuera”, explica.

Herencia familiar

Hermelinda elabora muñecas artesanales desde que tenía ocho años, aprendió el oficio de su madre, quien también realizaba este tipo de muñecas para venderlas y sostener a su familia; por eso la muñeca Lele representa más que una forma de empleo para Hermelinda, es una forma de vida con el que está fuertemente vinculada.

Desgraciadamente, aunque las artesanas realizan este tipo de muñecas con amor y dedicación, saben que el regateo a su trabajo es parte de todos los días. La artesana reconoce que las ventas han mejorado desde el nombramiento de la muñeca Lele; no obstante, el regateo sigue presente en la clientela.

“Los precios que nosotros damos no es lo que realmente vale la muñeca, nosotros hemos tenido que rebajarle mucho porque la gente nos dice que están muy caras, y es porque no entienden que es un trabajo hecho con las manos, que nos lleva muchas horas y que necesita paciencia. A la gente le pediría que tomara en cuenta nuestro trabajo y que [no] nos quiera pagar menos, son artesanías que hacemos con mucho amor. Ahora que existe Lele sí han mejorado las ventas, pero lo que se tiene que acabar es el regateo.

“Desde que yo era niña mi mamá hacía estas muñecas, era lo que teníamos de juguetes, mi mamá las hacía para venderlas porque la muñequita siempre se ha hecho para sostener a las familias”, dice.

De hecho, el regateo en la venta diaria es lo que ha impulsado a las artesanas a cambiar su forma de vender las figuras; en el caso de Hermelinda y su suegra, son pocos los días en los que venden en la vía pública, pues han optado por elaborar las muñecas, en su mayoría, bajo pedidos.

Hermelinda Maximina comenta que sus clientes son futuros novios que quieren obsequiar estas muñecas el día de su boda, o familias que buscan souvenirs para bautizos, quince años y algún otro tipo de evento social.

De esta forma, las artesanas fijan un precio por sus muñecas y garantizan la venta de —al menos— 50 de estas artesanías, dependiendo de las necesidades de sus clientes.

“Cada muñeca tiene un precio de acuerdo al tamaño y al trabajo que lleva, la mayoría cuesta 250 pesos y si una de ellas lleva un bordado o una espira más elaborada o con más detalle cuesta 400 pesos. Yo ya casi no salgo a vender porque es muy difícil, yo mejor me concentro en los clientes que, por ejemplo, me hacen pedidos para una boda o un bautizo, así hago las muñequitas con la ropa o colores que ellos me digan. Es un trabajo muy laborioso por eso tratamos de asegurar las ventas, para no perderle, cada muñeca se tarda en prepararse unas cuatro horas”, expresa.

Para esta familia de artesanas, la muñeca Lele no sólo es un ícono estatal o la embajadora de la cultura queretana, sino que es parte de su historia familiar y la herencia más importante que ha pasado de generación a generación.

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