La señora Oliva Juárez Rosales tiene una razón poderosa para participar en el 31 aniversario de la Feria del Mole y la Tortilla de Santa María Magdalena: lo hace en homenaje a su hermana Angelina Juárez, quien falleció este año y quien le enseñó a preparar mole.

Oliva se prepara, al igual que toda la comunidad para su fiesta anual, que tiene como escenario la plaza principal de la demarcación.

Un altar tiene la imagen de la patrona del la localidad y que le da su nombre. Le hacen los últimos arreglos, mientras un cantante ameniza la espera de los habitantes que esperan el momento en el que se reparta el mole elaborado por la misma gente de la comunidad.

En la plaza, a ritmo de canciones de Juan Gabriel, dan vueltas los vendedores de globos, helados y paletas, en los típicos carritos que cada vez son menos comunes de ver en las calles de la ciudad.

Otra vendedora arroja burbujas al aire y algunos niños se reúnen a su alrededor para perseguir las pompas de jabón. Junto a ella se instala el vendedor de paletas acarameladas.

Luego llega el algodonero ofreciendo sus dulces productos. La feria comienza a tomar forma, mientras el cantante anuncia que estará otro rato con los asistentes.

Las calles cercanas a la plaza se cierran a la circulación de automóviles. Para llegar hay que caminar un par de cuadras, lo que permite al visitante pasar frente a los puestos de pan, tradicionales de las festividades.

La feria se declara inaugurada. Las campanas del templo de Santa María Magdalena repican, mientras los participantes comienzan a servir los platos de mole, rojo y verde, para los comensales que ya se saborean el tradicional platillo.

Cuando las campanas dejan de escucharse, el fondo de la fiesta es la cumbia Encontré la cadenita, de la Sonora Dinamita.

Oliva dice que lleva preparando mole aproximadamente 25 años. Su hermana fue quien le enseñó. Los ojos de la mujer se humedecen al recordar a su recién fallecida hermana. Explica que llevaba 20 años de no participar en la feria, pero este año, para recordar a Angelina, quien murió el mismo día de su cumpleaños, a los 69 años. No era asidua a la feria, pero le gustaba mucho hacer mole, cuenta.

A Oliva la ayudan su hija, su nuera y su cuñada a preparar el mole, trabajo que comenzaron en la mañana, para que a mediodía estuviera listo para ser degustado por los comensales que llenan la plaza de Santa María Magdalena.

Griselda Reséndiz Valdez, Sandra Elizabeth Pérez Juárez y Pueblito Ramírez son las mujeres de la familia que le ayudaron a elaborar y servir el mole. En cinco horas hicieron tres kilos del platillo.

Llegado el momento de repartir, las mujeres trabajan de manera coordinada para servir los platos. Una reparte el arroz, otra coloca las piezas de pollo, sirve las tortillas y una más sirve mole. Todo lo hacen de manera sincronizada.

Las filas en los diferentes puestos son largas. Las primeras en terminar son dos mujeres que llevaban aguas frescas y que en cuestión de minutos repartieron cientos de vasos, que los visitantes agradecen, por el calor que se siente.

En otro costado de la plaza, Graciela Torres prepara la masa para las tortillas. Es de distintos colores, pero el más llamativo es la masa de chocolate. Graciela no sólo hace mole, también hace las tortillas a mano.

Dice que las tortillas son también de fresa, para que tenga mejor sabor el mole. La gente se arremolina alrededor de la mesa de Graciela, pues las tortillas recién hechas son un atractivo más para los visitantes.

La entrega del mole comienza cuando los jueces del concurso del mole, cuya modalidad se inaugura este año, terminan de degustar en todas las mesas, que son atendidas por familias enteras que participan en la tradicional fiesta de la comunidad, que con los años se convierte en referente del tradicional platillo en el estado.

Cuando la gente recibe su plato, busca un lugar donde sentarse. Buscan las sombras de los árboles, las jardineras, las bancas, al mismo tiempo que buscan una tienda para comprar un refresco o un agua. En algunas mesas también sirven refresco.

Una cantante ameniza el evento, luego de que la pirotecnia estalla, pues una fiesta sin cohetones “como que no sabe”, dice una mujer que sostiene un plato de mole verde, mientras busca un lugar para sentarse junto con sus tres hijos.

Las cazuelas de barro poco a poco se quedan vacías, aunque todavía hay muchos comensales formados en las diferentes mesas. Algunos terminan y se notan contentos con lo degustado.

Los habitantes de Santa María Magdalena este día festejan, ríen, hacen suyos los espacios públicos, crean comunidad, conviven con sus vecinos, olvidan los problemas. Olvidan que el nombre de Santa María Magdalena se asocia con inseguridad. Este día todos se dan la mano para honrar a su patrona y a toda su localidad.

La fiesta sigue, amenizada por una cantante que interpreta canciones de Los Ángeles Azules, grupo originario de otra localidad con muchas tradiciones, Iztapalapa, en la Ciudad de México.

La fiesta continúa, el mole espera y no se pueden dejar enfriar las tortillas recién hechas.

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