Desde hace varios siglos, en la calle Próspero C. Vega 10, una imponente finca con grandes ventanales y un enorme portón garigoleado siembra misterio e intriga entre las principales vías del centro de Querétaro.

El mito popular dice que fue sede de la Santa Inquisición, pues alguna vez se encontraron instrumentos de tortura, pero Jaime Zúñiga Burgos, cronista del municipio de El Marqués y quien se ha especializado en el tema, reconoce que dichos artefactos fueron colocados en la finca por los anteriores dueños para reforzar el ambiente de la misteriosa mansión.

La casona con decenas de habitaciones, torreón y varios patios y jardines, actualmente está deshabitada, ya que se encuentra a la venta en 60 millones de pesos. Son muchos los interesados, pero nadie ha concretado la compra del inmueble. ¿Será que la finca está condenada a albergar la soledad?

Falsos instrumentos de tortura

Según el cronista Jaime Zúñiga Burgos, el inmueble fue construido por el sacerdote Francisco Lepe a mediados del año 1700. Posteriormente vivió ahí Juan Caballero y Osio, quien fue representante del tribunal del santo oficio en Querétaro.

Después de él, la finca fue adquirida por Esteban Paulín, quien la compró al clero por 274 mil pesos. Finalmente, la casa fue vendida en 10 millones de pesos a la familia de María Laura Herrera Alcocer, originaria de Guanajuato, quien fue la última propietaria de la casona.

El lugar fue casa habitación, refugio para mujeres y escuela para señoritas; sin embargo, cuando llegó a manos de María Laura fue usada nuevamente como vivienda personal.

Y por si la historia de la finca careciera de magia e interés propio fue el doctor Esteban Paulín quien mandó fabricar instrumentos falsos de tortura para excitar la imaginación de sus invitados, los cuales gustaban de recorrer los pasillos.

“A esta finca se le conoce como Casa del Inquisidor, porque en ella vivieron personajes como Juan Caballero y Osio, representante de la Santa Inquisición, así como también lo fue el padre Lepe. Lo de las prácticas de tortura fue algo que alentó el doctor Esteban Paulín; él, como persona culta, le quiso dar ambientación a la casa y mandó hacer falsos instrumentos de tortura. Entonces en las cenas que organizaba, les hacía un recorrido a sus invitados por la casa, todo a media luz para dar más vida a las leyendas creadas por él mismo.

“Con el tiempo se encontraron un túnel mientras buscaban un supuesto tesoro y agregaron un mito más: la aparición de un fantasma y el descubrimiento de dos cadáveres que habían sido emparedados; así fue como todas estas leyendas fueron creciendo”, señala.

Entonces, ¿ocurrieron torturas en esta finca? La respuesta es no. De hecho, Jaime Zúñiga Burgos refiere que durante todo el periodo de la Santa Inquisición, en Querétaro sólo se tuvieron dos casos de supuesta brujería, y los acusados fueron juzgados en la Ciudad de México, de tal forma que no había oportunidad de que dichas torturas se realizaran en la casona.

Mansión de tristeza y soledad

Si es verdad que cada finca tiene personalidad propia, ¿cuál es el carácter de esta enigmática mansión? El cronista responde que dicha finca está llena de tristeza y soledad.

Jaime Zúñiga recuerda cierta magia entre la solitaria mujer María Laura y la enorme casona en la que vivió la última etapa de su vida. Parecía que ninguna quería separarse de la otra, pues cada vez que el inmueble estaba a punto de venderse, ella suspendía o cancelaba los contratos.

Pasó los últimos años de su vida mejorando y decorando la casa con muebles antiguos; vivía en una cápsula de tiempo donde daba vuelo a su afición por coleccionar antigüedades. A María Laura la encontraron ocho días después de haber fallecido. Su cuerpo fue encontrado inerte en uno de los pasillos secretos de la finca, un túnel que conectaba su habitación con otros sitios de la casa.

“La soledad es algo que no olvido. Es una finca inmensa con muchos misterios y tenía una propietaria completamente sola y triste. Si la casa tuviera personalidad propia, sería una triste. Yo la visité hace cinco años por ultima vez y recuerdo perfectamente cada sitio. Tiene lugares escalofriantes, imponentes, que yo no visitaría durante la noche. Y pensar que María Laura vivía sola ahí”, dice el cronista.

Recinto cultural de ensueño

La última propietaria de la conocida Casa del Inquisidor o Casa de la Inquisición quería que la finca se vendiera y se convirtiera en un recinto cultural, por eso siempre fue tan minuciosa al momento de atender a los posibles compradores.

Uno de los más interesados en transformar el inmueble fue el exgobernador José Calzada Rovirosa, pero su administración concluyó antes de concretar dicho proyecto.

“La casa es inmensa: tiene túneles, sótano, entresuelo, torreón, planta alta y baja; son cinco niveles en total, además de las decenas de habitaciones y más de dos patios y jardines. Es una finca que conserva su estructura original al 100%, no se ha modificado nada”, comenta Zúñiga Burgos.

Actualmente, el establecimiento continúa deshabitado, sólo abre sus puertas a posibles compradores que antes realizaron una cita previa. De esta forma, la sombría casona de Próspero C. Vega y 15 de Mayo protege, tras sus puertas cerradas, aquellos mitos y leyendas trasplantados por sus distintos propietarios a lo largo de los años.

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