Maru Ramírez vende verduras y legumbres en el mercado de La Cruz desde hace más de cuatro décadas. Dice que los precios de algunos de sus productos han aumentado en las últimas semanas, pero no por el desabasto de gasolina, sino por las heladas. En general todos los productos del campo han subido sus precios, pero obedecen más a cuestiones climáticas y no tanto a la falta de combustible.

El puesto de Maru se ubica a un costado de la nave del mercado de La Cruz y de Garibaldi. Vende desde aguacates, cilantro, nopales, brócoli, hasta huitlacoche y granadas.

Los precios

La mayoría de sus productos son sensibles a los cambios de temperatura, lo que impacta en sus precios, aumentando los mismos. “A todas las hierbas las afecta el frío. Al cilantro, el epazote, la yerbabuena. Sí, también afectó muy poco la gasolina, pero ha sido por las heladas. Los fríos se tardaron en llegar”, dice.

No todo ha sido malo, pues hay productos que han disminuido de precio, aunque lo que llama la atención es el costo de algunos productos, como el chile serrano, que llegó a los 120 pesos, en algunos casos.

Maru señala que desde que tiene memoria ha vendido legumbres y vegetales en el mercado, pues desde niña se dedica al comercio. Agrega que se vende de todo un poco, no hay productos que se vendan más o menos que otros, “gracias a Dios, se vende todo”, dice la mujer.

En otras partes del mercado los clientes caminan por los pasillos. Llevan sus bolsas de tela, ven los precios de los diferentes productos y siguen caminando por los pasillos especializados en frutas, verduras, abarrotes y carnes. Es en estos locales donde los precios son más variables. En algunos, por ejemplo, el precio del kilo de bistec se puede encontrar desde 100 pesos hasta 170 en algunos otros.

“Ya estaban así los precios, no subieron por la gasolina”, dice un tablajero, mientras atiende a una clienta que pide tres cuartos de kilo de un corte, luego de escuchar que el costo del peso es de 180 pesos.

La molestia en muchos clientes se nota. Una pareja de adultos mayores expresan su molestia ante los precios altos. “Es criminal. Todo esto es criminal”, dice el hombre mayor mientras jala el carrito de mercado. “Cuándo se había visto el chile tan caro. 100 pesos el kilo de nuestro chile”, agrega mientras se retira molesto del mercado.

José Luis González Luna, vendedor de frutas y verduras en el mismo mercado, dice que los precios, en efecto, aumentaron los precios, pero fue desde diciembre del año pasado, cuando las temperaturas comenzaron a hacerse más gélidas que comenzaron a dispararse.

“Ha sido más por el frío, no por la gasolina. La gasolina no ha afectado tanto los precios”, indica, al tiempo que subraya que algunos productos, como el famoso chile serrano, tuvo un aumento del 200%, pasando de 30 a 100 pesos el kilo. Otro caso fue la papaya, que de 13 pesos el kilo, subió hasta los 20.

Asimismo, el jitomate, cuyo precio comenzaba a bajar, de pronto volvió a subir, llegando a 36 pesos el kilo. Muchos productos de la canasta básica subieron, agrega José Luis, pero ha sido por el frío.

Precisa que no cree que los precios vayan a aumentar por el desabasto de gasolina que registra el centro del país, pues además el abasto de combustible se regulariza paulatinamente.

Cuesta de enero y frío, los principales responsables

Añade que será el clima el factor determinante para la escalada o disminución de precios de algunos de los productos del campo. Mientras las ventas disminuyeron, pues la clientela que antes compraba un kilo de un chile, por ejemplo, ahora sólo lleva un cuarto de kilo, los necesarios mínimos para cocinar.

Ahorita viene la señora. Pregunta el precio, se le dice que 100 pesos, y decide comprar cinco chiles. Si te pedían un kilo, ahora te piden un cuarto, 100 gramos. Si antes se llevaban una papaya, ahora sólo se llevan la mitad”, enfatiza.

Los ingresos de José Luis disminuyeron por la baja de ventas, pero reconoce que como son alimentos y son de primera necesidad, no se dejan de comercializar, aunque en menores cantidades ahora.

Al puesto de José Luis llegan las clientas y clientes de manera constante, pero sólo llevan un par de productos. Es rara la persona que lleva más de tres productos.

La gente que acude al mercado es menor a la que regularmente se ve en ese lugar de abasto.

Comparada a la cantidad de personas que se veía en diciembre pasado, la diferencia es casi de la mitad.

Los comerciantes, durante los fines de semana, viven una jornada relativamente tranquila. En un puesto de jugos, licuados y cocteles de frutas, los dependientes esperan a los clientes.

¿Cuánto cuesta el vaso de fresas, joven?”, pregunta un cliente al hombre que atiende el negocio. “30 pesos”, responde el comerciante. En el vaso de plástico no hay más de 10 fresas, fruto que no es precisamente barato, se convierte casi en un artículo de lujo.

“¿Le pongo crema y azúcar a sus fresas?”, pregunta el comerciante, quien espera cerrar al menos una venta.

bft

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